EMILY
Estaba sumergida en un sueño profundo cuando una voz comenzó a resonar en mi cabeza.
Al principio, el sueño era más fuerte, pero poco a poco la voz se hizo más intensa, al igual que los movimientos que sacudían mi cuerpo, hasta que finalmente reconocí a la dueña de la voz.
— “¡Emily, levántate de una vez! Ya se hace tarde y tienes que arreglarte. Ven a desayunar.” - Mi madre me despertó con una sacudida.
— “Ya voy, mamá. ¿Quién te hace casarte tan temprano?”.- Respondí, estirándome en la cama.
— “Bueno, te dije que si me volvía a casar, sería en la mañana.— ¡Apúrate!”.- Respondió con las manos en la cintura.
— “Buenos días, alegría.” - Saludé, bajando las escaleras hacia la mesa donde estaba toda mi familia.
— “Buenos días, alegría. - Respondieron todos al unísono, todos excepto mi hermano mayor.
— ¿Qué tiene de bueno? - Preguntó, mientras devoraba su desayuno.
— Bueno, nuestra madre se casa hoy. - Respondió mi hermano menor, señalando a nuestra madre.
— Qué idea tan loca, casarse en la mañana.- Comentó mi hermano mayor.
— Dejen tranquila a su madre. - Intervino mi papá, a quien cariñosamente llamamos.
— Nosotros le sugerimos que se casara en la noche para no tener que despertarnos tan temprano.
— ¿Desde cuándo te levantas tan temprano?.- Le pregunté a mi hermano mayor, riendo.
— “¡Por eso!”.- Respondió mi hermano, quien por cierto se llama Bryan.
— “Yo les dije hace cuatro meses que me casaría en la mañana".- Mi madre nos miró con una expresión de reproche.
— “Ya terminen su desayuno. Las personas que nos van a arreglar a tu madre, a tu hermana y a mí ya llegaron.”- Intervino mi otra mamá, a quien cariñosamente llamamos “abuela”.
Después de arreglarnos, me puse un vestido ajustado de color negro con brillo.
Tuve una pequeña batalla con los hombres de mi familia que pensaban que mostraba demasiada piel, pero no les presté atención.
Al llegar a la iglesia, mi familia y yo nos ubicamos en nuestros respectivos lugares para entrar.
Mi hermano menor y yo íbamos al frente, seguidos por mi hermano mayor y Lilly, y finalmente mi papá y por supuesto, mi madre.
Al ser los primeros en entrar, mi hermano y yo nos encontramos con la mirada de Vicente, el futuro esposo de mi madre.
Es un hombre apuesto que conocimos hace tres años.
Fui la única, junto con Lilly, que supo que él y mamá estaban juntos, porque temíamos que a mis hermanos no les gustara Vicente.
Pero nos llevamos una gran sorpresa cuando desde el primer momento que se vieron, se llevaron muy bien.
Sin embargo, eso no fue la verdadera sorpresa.
La verdadera sorpresa fue el hombre que estaba a su lado.
Un hombre alto, de ojos azules, cabello castaño y labios carnosos, nuestras miradas se encontraron, causando sensaciones extrañas en todo mi cuerpo.
En ese instante supe que él era el padrino.
Solo había escuchado que un tal “Maximiliano” sería el padrino.
Tenía una mirada penetrante, una mandíbula marcada y mechones de cabello que caían sobre su frente.
Sentí que con esa mirada recorrió todo mi cuerpo.
— “Emy, Emy”.- dijo mi hermano.— ven, siéntate, eres la única que sigue de pie.
— Ah, sí.- respondí, sin poder apartar mi mirada de esos ojos tan preciosos que jamás había visto.
Aunque la ceremonia había comenzado, podía sentir que alguien me seguía observando, a pesar de que no aparté mi mirada de los recién casados.
Al salir de la iglesia, todos nos dirigimos al lugar donde se celebraría la fiesta.
Ya en la fiesta, dimos una gran bienvenida al Sr. y la Sra. Miller.
— “Emy, te ves hermosa”.- dijo Vicente, o el señor molino como le llamo, ya que su apellido proviene de las personas que trabajaban en molinos.
— Gracias, Vicen.- le respondí.
— Tú también te ves muy bien con ese traje.
— ¿De verdad?.- Dijo, haciendo una pose de modelo de revista.
— Sí, felicidades. Espero que sean muy felices y, por favor, no quiero más hermanos. Con los que tengo y tus dos hijos, creo que ya son suficientes .- suplique
— Bueno, esa idea seguirá, ya que no quieres llamarme papá.- dijo Vicente.
Siempre había querido una hija mujer, pero lamentablemente no tuvo una.
Cuando me conoció, me preguntó si en algún momento tendría la oportunidad de llamarlo papá, lo cual no sucederá.
El único al que llamo papá es a mi “abuelo”, ya que él me crio.
La verdad, no me sentía cómoda llamándolo papá, aunque aprendimos a querernos.
He pasado por muchas cosas en mi niñez, y la persona que se decía ser mi papá, pues dejó de existir.