Odio Amarte - (en Edición)

CAPITULO 4

EMILY

Empezando la reunión, no podía concentrarme como quería, pues después de ese momento vergonzoso que viví, nada sería igual.

Estaba sentada al lado izquierdo de la mesa, mientras Vicente ocupaba el puesto principal como cabeza de la reunión.

Frente a mí se encontraban los Thalassinos, comenzando por el Señor Max, quien no dejaba de mirarme y mostrarme su sexy sonrisa.

La verdad es que toda la reunión fue incómoda, ya que Vicente tampoco dejaba de mirarme, como si supiera que no estaba totalmente atenta a los temas de la reunión sobre la expansión de productos comestibles en todo el mundo.

La reunión se extendió hasta las 12 del mediodía.

Después de que todos salieron de la reunión, me apresuré a ir al baño de mujeres para refrescarme un poco después del momento vergonzoso que viví.

 

HORAS ANTES…

No es propio de una dama decir groserías, señorita - dijo Max soltándome y alejándose un poco.

“¿Qué?” - pensé.

¿Me hablará de educación y modales ahora?

— Emily, qué gusto volver a verte - dijo Emiliano, empujando a su hermano a un lado y dándole una mirada desaprobadora.

— ¿Cómo estás? - preguntó, abrazándome y dándome un beso en la mejilla.

— Hola, pues bien, creo. ¿Y ustedes? - respondí, dándole una pequeña sonrisa.

— Oh no, nada de usted. Eso es para ancianos. Llámame ‘Lío’. Me siento en familia y en confianza contigo, y no solo por ser hija de Vicente - dijo arrugando la frente y regalándome otra preciosa sonrisa.

— Oh pensé que dejarías que alguien más te llame así. A muy pocas personas les permites hacerlo - dijo el Señor Bruno.

— Oh, eh, buenos días, señor Bruno. Perdón por no saludarlos antes - dije un poco avergonzada. — Otra vez - añadí, dándole un beso en la mejilla.

— Oh, no, jovencita, no tienes de qué preocuparte. Créeme, me asusté pensando que podrías haberte caído y lastimarte.

— Menos mal que mi hijo Max pudo sostenerte a tiempo - mirándonos a ambos y dándole una palmada suave en el hombro. Mientras me miraba, sus manos estaban metidas en sus bolsillos.

— Pues sí, gracias por su ayuda, señora Maximiliano, y gracias por tu confianza, Lío - dije mirándolos a ambos, mientras el señor Bruno sonreía.

— No hay de qué, señorita. Lo hubiera hecho con cualquier persona.

“Maldito”. - dije en mi mente.

Y me habla de educación. ¡Ja! La hipocresía.

— Bueno, si tiene razón, cualquier persona también podría haberme salvado, así como usted a mí - mirándolo a los ojos.

— “Emily” - dijo una voz detrás de Max.

Era Vicente, que venía caminando hacia nosotros.

— ¿Te encuentras bien? - pregunto, mirándome de pies a cabeza para asegurarse de que no tuviera ningún golpe.

— ¿Te golpeaste? ¿Te duele algo? - mirándome.

— Justo iba a salir para buscarte cuando Lucía me dijo lo que pasó - añadió.

— Ah, sí, el Sreñor Maximiliano impidió que me cayera. Ya le agradecí - mirando a Vicente y a Max.

— ¿En serio? - pregunto sorprendido.— Pues gracias, Max.

— No hay de qué - respondió Max, serio.

— Bruno, ¿qué tal? Hola, ‘Lío’, ¿cómo están? Buenos días, perdón por no saludarlos antes, pero el trabajo de papá llama.

— Sí, tienes razón. Cuando se trata de que tus hijos estén bien, el resto pasa a un segundo plano. Pero no te preocupes, tu hija está bien - respondiendo el Señor Bruno, dándole la mano a Vicente con un pequeño abrazo.

“Y dale con lo mismo”

— Bueno, ya que todos estamos aquí, vamos a la oficina de reuniones. Hay mucho de qué hablar - Vicente comenzó a caminar mientras escuchaba cómo Lío se reía de algo con el Señor Max.

 

TIEMPO ACTUAL

Saliendo del baño, camino de regreso, veo a Vicente y los Thalassinos hablando de algo que los hace reír.

Al llegar a ellos, Vicente habla.

— Oh, ya estás aquí. ¿Quieres ir a almorzar?

— Sí, claro.

— ¿Quieren venir con nosotros? - pregunta Vicente, mirando a los Thalassinos.

— Sí, claro, ¿por qué no? - respondió el señor Bruno.

— Entonces vamos.

Al llegar al ascensor, los Thalassinos entran primero, mientras que Vicente y yo vamos después.

Me paro delante del Señor Max, sintiendo su rico perfume, pero eso no es todo. Siento su mirada en mi nuca y su respiración en mi oído, lo que me causa escalofríos.

Lo veo a través de las puertas del ascensor. Al salir del ascensor, emprendemos el camino hacia el restaurante “La Coral”, que es uno de mis favoritos, no solo porque es una de mis sucursales, sino porque su comida es deliciosa.




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