Odio Amarte - (en Edición)

CAPITULO 5

EMILY

— Me hubiera encantado estar ahí para verlo - dijo Lío.

Todos comenzamos a reír, incluso Max, quien no había sonreído de esa manera en el poco tiempo que lo conozco.

De pronto, el mesero llegó a tomar nuestras órdenes.

— Marco, dile a la chef que su nieta está aquí y que me sorprenda - dije, mirando a Max, ya que estaba segura de que cualquier cosa que me preparara Lilly iba a estar deliciosa.

— Pues yo también pediré lo mismo, que me sorprenda - dijo Max, mirando al mesero y regalándome una sonrisa coqueta.

"Está casado, Emily, acuérdate"

— Y ¿algún pretendiente, señorita? - preguntó el Señor Bruno, mirándome atentamente, al igual que los demás.

— Mm, pues algunos, pero nada serio - respondí.

— Ninguno cumple mis expectativas.

— Oh, mujer decidida, así me gusta. Una mujer que sabe lo que quiere - dijo Maximiliano, dándome una mirada inusual.

— Yo sé lo que quiero - dije, tomando un poco de mi vino y mirándolo.

Me quedé mirándolo, moviendo la cabeza y mordiéndome el labio.

Fue un momento incómodo, pero gracias a Dios que Lío cambió rápidamente la conversación y nos entretuvo con otro tema.

Después de salir del restaurante y despedirme de Lilly, Vicente recibió una llamada importante que lo hizo tener que salir rápidamente.

Mientras los Thalassinos se dirigían a sus autos, yo pensaba en llamar a un taxi, ya que no me gusta mucho conducir, aunque sepa hacerlo.

En eso, Max me mira confundido y dice:

— ¿Crees que puedes irte sola, señorita?

— Pues sí, tomaré un taxi - contesto, sacando mi celular para llamar a uno.

Siento una sombra sobre mí y, al levantar la mirada, veo a la torre de músculos que me lleva 40 cm de diferencia abriendo la puerta de su auto.

— Por favor, súbase - dice con voz autoritaria.

— No hace falta un taxi.

— No quiero molestar, la verdad. Solo pediré un taxi.

— Nada de eso. Uno de mis hombres la recogerá. No confío en los taxis y no es seguro que ande en ellos, mucho menos alguien como usted.

— No, no hace falta. Puedo ir yo sola hasta mi casa.

— Nada de eso. Alguno de mis guardaespaldas vendrá a recogerte. No dudo de que puedas defenderte, pero por favor acepta mi ofrecimiento.

— No, la verdad… - intento decir, pero no me deja terminar porque habla de nuevo.

— Emily, o mis guardaespaldas vendrán a recogerte, o yo vendré a la hora de salida - dice con su voz autoritaria.

— No hace falta. Puedo irme yo sola - digo, saliendo del auto y rodeándolo para llegar a la puerta.

— ¿A qué hora sales? - pregunta cautelosamente.

Volteo y lo miro a la cara.

— A las seis de la tarde. ¿Por qué?

— Muy bien - dice, bajando del auto y acercándose a mí.

— Vendré a recogerte a las seis. Nos vemos más tarde, preciosa - dándome un beso en la mejilla y retrocediendo para volver a su auto, ya que no me dio tiempo de reaccionar y negarme, ya se había ido.

— ¡Ash!. — Siempre quiere hacer lo que se le da la gana - gruño, caminando hacia las oficinas de la ONG.

Ahora, a las seis, tendré al ojiazul esperándome afuera. 
 

 

 

 

 

 




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