EMILY
Después de aceptar la cena con Max, no sé qué me pasó por la cabeza al decirle que la próxima vez pagaría yo.
¿En qué estaba pensando?
No creo que eso vuelva a suceder.
Al entrar al restaurante y después de que Max le dio su apellido al maitre, él fue muy caballeroso al ofrecerme su silla para sentarme.
Aunque sé que está casado, me sentí un poco incómoda, con miedo de que alguien nos vea y piense que él me está siendo infiel.
Pero sé que solo está siendo amable conmigo.
Me sorprendió que Vicente le haya dado mi número y dirección, ya que él es muy desconfiado para dar información personal.
Supongo que como sabe que es Max, se lo dio.
Aunque todavía estoy enojada con Vicente y planeo vengarme, eso lo dejaré para después.
— Es muy bonito el lugar.- dije para romper el hielo, mirando alrededor del restaurante.
— Sí, por eso lo escogí.- respondió él, mirándome como si estuviera detallando cada parte de mí.
Lo miré, sintiendo cómo mis mejillas se volvían rosadas por la forma en que me miraba y las palabras que decía.
En ese momento, alguien se acercó y nos saludó.
Era Roberto, nuestro servidor para la noche.
Nos preguntó si ya habíamos escogido lo que cenaríamos.
— Hola buenas noches.- saludó Max.
— Yo quiero un ossobucco y para la señorita… - me miró, esperando a que yo eligiera mi plato, mientras yo seguía observando el menú.
— Yo quiero camarones y brochetas, por favor.- dije, ya decidida, mirándolo con una pequeña sonrisa.
— Muy buena elección los dos.- dijo Roberto.
— ¿Y de beber?
— Masseto 2013.
— Perfecto en un rato tendrán su pedido con permiso.
Lo miré, riéndome internamente, sabiendo lo que pensaba.
Muchas mujeres en una cita solo piden ensalada, pero a mí no me importa lo que piensen los demás.
Yo vine a comer, no a hacer dieta.
— “¿Qué?”.- pregunté al ver su reacción.
— ¿Creías que comería solo ensalada? ¡Ja! Estás muy equivocado.- moviendo mi cabello hacia atrás.
— Pues, sí, me callaste.- respondió, riendo junto a mí.
Justo en ese momento, alguien llamó a Max desde atrás.
Frunció el ceño y se volteó para ver quién era.
Yo no esperaba que alguien se acercara. De repente, una mujer pelirroja se acercó frente a nosotros.
Era bonita, con ojos color miel y pecas que le daban un aspecto “inocente”.
Max la conocía y pronunció su nombre de manera natural.
—“Max, qué coincidencia verte por aquí y acompañado”.- dijo ella, inclinándose para darle un beso en la mejilla, lo cual noté que lo hizo sentir un poco incómodo por la forma en que me miró.
— Hola Jimena.- contestó él, saludándola y entendiendo que la conocía.
— Maxin, ¿qué tal? Perdón por no haber estado presente en la reunión, tuve un problema y mi hermano tuvo que reemplazarme, pero no te preocupes, en la próxima sí estaré presente.- dijo de manera coqueta y descarada, lo cual no me gustó en absoluto.
— Ah, sí, me lo dijo tu hermano.- respondió Max, mirándola y apartando discretamente su mano de su brazo.
— Oh, hola, qué maleducada soy Jimena.- haciendo como si no me hubiera visto se presentó, tendiéndome su mano.
No le di mi mano y ella la retiró rápidamente, como si nada hubiera pasado.
Pero claro que pasó, no iba a darle la mano a alguien que no sé qué cosas habrá hecho y tocado.
— Oh, no pensé que Vicente tuviera una hija.- dijo ella mirándome y luego a Max.
— ¿Eres adoptada?.- preguntó con una sonrisa hipócrita que se notaba desde lejos.
Max casi se atraganta con el agua que estaba tomando y me miró con los ojos muy abiertos, negando con la cabeza para que no contestara esa estúpida pregunta.
— Soy hija de su actual esposa.- respondí lo más relajada posible.— Y no, no soy adoptada.- tomé el vaso de agua que dejó el mesero.
“Estúpida”- pensé para mí misma.
— No sabía que Vicente se había casado de nuevo.- dijo ella “sorprendida”.
— ¿Qué número de matrimonios es, el tercero?
La miré de manera extraña.
¿Tercer matrimonio?
No lo creo…
¿O sí?
Iba a contestarle, pero Max se adelantó en responderle.
— Sea el tercero o el cuarto, no es de nuestra importancia, Jimena.
— Pues, si no importa que tu mamá sea la tercera, lo importante es que sea la última.- sentándose en la silla libre que quedaba.