MAXIMILIANO
Había pasado una semana desde que mi mujer salió del hospital y que ya todo el mundo sabe de nuestro compromiso.
Fue una tremenda sorpresa para todos ellos el saber que su única hija, nieta y hermana se iba a casar.
Fue toda una locura al verla los rostros de cada uno, al enseñarles el anillo de compromiso.
Aún tengo los gritos de los hombres de su familia en mi oído, pues se negaban a dejar que su niña se case y se vuelva toda una mujer, pero como les digo que ella ya lo es y es solo Mia.
Ha sido una semana muy tranquila a decir verdad, pues los Ferreira han dejado atrás todo su gran empeño por dejarme mal frente al mundo, lo cual no lo lograron, pues yo no iba a permitir que manchen mi imagen por culpa de su hija y mucho menos que quieran dejar mal a mi mujer por culpa de Jimena.
No hace mucho he acabado de llegar de la entrevista de una revista muy conocida aquí en Portugal, con sesiones de fotos incluidos, tratando de no explotar en ningún momento con las preguntas demasiadas personales que me hacía y todo por mi mujer, quien me dijo que le gustaría verme en una revista y es por ella que lo he hecho, si ya me había negado para un canal de televisión, por lo menos darle el deseo de verme en una revista de prestigio.
Subo cansado hacia la habitación de mi mujer, pues aún seguía de reposo y claramente yo me iba a quedar con ella cuidándola, pero con la ayuda de Matilda, quien me estaba haciendo un gran favor de acompañarla mientras que yo trabajo en la empresa, obviamente con una muy buena paga.
Al entrar a la habitación me doy cuenta de que ella no estaba en la cama, pues todo estaba en orden, lo cual se me parece muy raro de que tampoco esté Matilda aquí.
¿Amor…?.- llamo hacia el baño y efectivamente no había nadie aquí.
Así que bajo inmediatamente con el corazón muy acelerado a punto de gritar el nombre de Luca, cuando me doy cuenta de que las luces de la oficina de mi mujer están encendidas.
Así que decido acercarme hacia la puerta oyendo voces femeninas ahí adentro quienes hablaban y reían.
Toco la puerta y escucho un «adelante» por parte de mi mujer y sin esperar más ingresar a la oficina.
Amor…- me dice mi mujer sonriente y con voz alegre al verme ingresar.
Amor, ¿Qué haces aquí?, se supone que tienes que descansar.- le digo con voz neutra tratando de calmar mi corazón que no dejaba de latir rápido por la preocupación de no verla y ahora más de que tiene que descansar.
Hey, tranquilo...- me contesta ella sonriendo y levantándose de su silla detrás de su escritorio, acercándose a mí y envolviendo sus brazos en mi cuello para darme un beso.
¿Cómo quieres que esté tranquilo si no te veo en la habitación?.- pregunto en forma de respuesta, envolviendo mis brazos en su cintura sin presionarla mucho hacia mí.
Yo sé, pero tenía que atender unos asuntos, no puedo dejar de lado mis negocios.- me responde ella besando mi barbilla.
Lo sé, pero pudiste decirme y yo con mucho gusto me encargaba.- digo debilitándome con sus besos que ella me daba.
Eh... creo que mejor me voy.- escuche la voz de Matilda aun lado de nosotros.
Matilda…- murmuró al verla.
Hola Max.- saluda ella riendose al verme algo sonrojado.
Vez que no estaba haciendo algo más, ella estaba aquí conmigo…- me dice mi mujer sin despegarse de mi dándole una mirada cómplice a Matilda que no llegue a descifrar bien.
Si y ya ella se puede ir a descansar, por qué yo ya llegué.- digo mirando de lado a Matilda, quien acento con su cabeza y reía.
Pareces más mi papá que mi prometido.- dice mi pequeña refunfuñando.
Soy tu papi nena…- susurró en su oído viendo como su rostro se sonrojaba poco a poco, mientras que yo reía.
Matilda, ya puedes irte, Luca está esperando por ti.- le digo mirando a Matilda, mientras que mi mujer escondía su rostro en mi cuello.
Si Max, nos vemos el lunes Emy…- se despide ella de nosotros.
Matilda antes que te vayas, ¿Puedes por favor subir lo que te pedí a mi habitación?.- le pide mi mujer mirando ahora si a Matilda.
Sí, claro, con gustó.- acepto ella saliendo rápido de la oficina.
¿Qué cosa le pediste?.- le pregunto a mi mujer.
Vamos y arriba verás.- contesto ella agarrando mi mano para salir de la oficina y subir hacia su habitación que ahora era mía también por ahora sola hasta que nos casemos.
Ingresamos adentro y le ayudo a recostarse al lado izquierdo de la cama y cubrirla con las sábanas.
Ven siéntate a mi lado.- me dice ella golpeando suavemente al lado de ella.
¿Ahora si me dirás?.- le pregunto sentándome al lado de ella.
En ese momento ingresa Matilda con lo que menos esperaba, colocándolo en las piernas de mi mujer.
Me quedé un poco sorprendido, pues yo no esperaba esta sorpresa de mi mujer, pues en realidad no quería celebrar nada.
Feliz cumpleaños amor.- dice feliz mi mujer dándome una de sus hermosas sonrisas y esos preciosos ojos brillantes que tenía.
No te hubieras molestado amor.- digo mirando aquel pastel de chocolate y frases que tanto me gustaba.
¿Cómo no?, si hoy es un día especial, pues vino a este mundo mi dulce King kon.- respondió ella haciéndome reír.
¿Era necesario poner el número 36?.- pregunto, pues me daba un poco de crinch saber que hoy cumplía... bueno ustedes ya lo saben.
Fue idea de Frankie…- me dijo mi mujer encogiéndose de hombros.
Ese maldito.- pensé.- me las va a pagar.
Bueno, yo no los molesto más, espero que disfruten del pastel.- dijo Matilda olvidándome completamente de ella.
Gracias Matilda, te debo una.- le dije mi mujer guiándole un ojo.
Feliz cumpleaños Max…- me deseo ella.
Gracias Matilda.- le agradecí con sinceridad.
Hoy era mi cumpleaños, pero no me sentía lo suficientemente emocionado por celebrarlo, pues había pasado muchas cosas en todo este tiempo que no sentía las fuerzas para querer celebrarlo.