Anastasia despertó, pero no se movió de la cama. Los tres primeros días de llegar a la cabaña eran los más difíciles para ella, de pasar los días ocupada, pasaba a no hacer prácticamente nada. Inmóvil en la cama, contó los días, faltaban siete días para Navidad. Siete días para que llegara la fecha fatal. A su mente comenzaron a llegar los recuerdos, pero cuando iba a entrar a los más dolorosos, un ruido en la cabaña pegada a la suya la interrumpió. Anastasia elevó la mirada al techo, no sabía si estar molesta o agradecida con el o los extraños ruidosos. Suspiró y se puso de pie para darle la bienvenida al nuevo día.
Veinte minutos después, salió de la cabaña, lista para la excursión que tenían programada para los huéspedes del complejo de cabañas. Ella se había inscrito, era una buena excusa para no pasar todo el día lamentándose.
—Recuerden que deben seguir al guía, alejarse sin supervisión es muy peligroso —decía el encargado a las personas que estaban a su alrededor—, no le den de comer a los animales, es una zona protegida.
Anastasia sonrió, no creía que hicieran mucho caso de la última recomendación, siempre había alguien que desobedecía esa orden. Pero, ¿quién los iba a juzgar?, siempre se acercaban los animalitos más adorables.
Ana se acomodó en su espalda la pequeña mochila que siempre llevaba a ese tipo de excursión, tantos años visitando ese lugar ya sabía lo esencial que debían llevar. Pero al levantar la vista cuando dieron la orden de partir, vio frente a ella, al insoportable de su vecino, ese que prefería evitar.
—Hola, Anita, qué agradable sorpresa encontrarte aquí, hermoso lugar, ¿verdad? —la saludó él con una sonrisa.
—¿Agradable? —preguntó ella con el ceño fruncido—, Mantente lejos de mí, Lowell. Y mi nombre es Anastasia, no Anita, ni lo que se te ocurra, no los olvides.
—Creo que vamos a la misma excursión, será difícil mantenerme alejado, Anita —respondió él sin dejar de sonreír.
Ella le dio la espalda y se puso al lado del guía, haría todo para ignorar a Martin. Decidió, en ese momento, revisar las próximas actividades, para no tener que participar junto a él.
Detrás de ella, Martin hizo una señal de victoria, Anastasia no le había dado una cálida bienvenida, pero tampoco había abandonado la excursión para no estar en el mismo lugar que él.
—Su esposa se ve enojada, si necesita ayuda para que lo perdone, yo estaré encantada.
Martin miró a la mujer que habló cerca de él, era una señora mayor acompañada de su esposo. Él le iba a decir que estaba en un error; sin embargo, se detuvo, le gustaba la idea que creyeran que eran pareja, era precisamente lo que deseaba, y si tenía ayuda para lograrlo, ¿quién era él para negarse?
—Está enojada, quería una Navidad romántica, y yo la traje aquí, rodeada de muchas personas —dijo él en voz baja, para ser solo escuchado por la pareja, y sus palabras no llegarán a oídos de Anastasia.
—Me dijeron que hay un río hermoso al final del camino, un pícnic en la ribera de este, puede ser algo romántico —aconsejó la mujer, y haciéndole un guiño se alejó del brazo de su esposo.
Martin se quedó pensando, ¿cómo haría, en su primer día, que Anastasia se sentara junto a él para un pícnic?
—Tienes tres kilómetros, Lowell, algo se te tiene que ocurrir —murmuró, recordando el mapa que mostró el guía con el recorrido que harían ese día.
❄❄❄❄
Anastasia se sabía de memoria el recorrido que estaban haciendo, sin embargo, siempre lo encontraba más hermoso, había algo nuevo en cada visita. Cuando llegaron al final del camino y se abrió al inmenso espacio rodeado de árboles, con un río caudaloso que les cortaba el paso, ella respiró profundo, respirando el aire libre de contaminación, y se imaginó libre, sin nada que la atara.
—Si llego a saber que iba a encontrar algo tan hermoso, hubiese venido contigo cada año —dijo Martin a su lado.
Ella cerró los ojos, la paz que estaba sintiendo se esfumó de un plumazo. Le dio una mirada con los labios fruncidos y se alejó lo más que pudo de él.
Sin embargo, él no se quedó atrás, fue detrás de ella, y comenzó a hacerle preguntas sobre la zona protegida.
—El guía contestará todas tus preguntas, su trabajo no es solo llevarnos de un lugar a otro, también tiene que hacer una reseña sobre el sitio, así que deja de molestar y piérdete —Ana apretó los labios cuando terminó de hablar, ya su vecino había comenzado a ser un incordio.
—Pero me gusta como tú explicas las cosas —insistió Martin.
Ella lo miró con incredulidad, ella era cortante, rayando en deseable, no entendía a Lowell, siendo tan jovial que prefiriera su trato.
—El guía es muy gentil, dirá las cosas en un velo cubierto de rosa, tú me dirás lo más importante y rápido, para salir de mí —con las últimas palabras él dejó escapar una risita, lo agregó para molestarla.
—Sí, quiero salir de ti, pero no me dejas en paz —dijo ella y se alejó sin darle lo que él quería.
—No te preocupes, ya comencé a ayudarte —la señora mayor que conoció en el campamento donde estaban las cabañas, se acercó a él y le habló con complicidad—, convencí al guía de ayudarnos.
Martin sonrió cuando Gisele, como supo que se llamaba la señora, le contó el plan que había preparado.
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Editado: 29.12.2022