—Tienes que perdonarlo, alguien como él, tan alegre, no puede haber hecho nada malo —dijo Gisele, sentándose junto a Anastasia a la mañana siguiente.
—Los payasos son muy alegres, y no por eso quiere decir que sean buenas personas —contestó Ana.
Gisele ignoró sus palabras y continuó con su promesa de ayuda.
—Es muy guapo, si yo tuviera unos años menos, ten por seguro, que sería una digna rival contra ti para conquistarlo.
—Su esposo está sentado frente a nosotras —dijo Anastasia señalando al hombre mayor—, ¿no le da vergüenza hablar así?
Gisele se encogió de hombros, su esposo sabía que era su alma gemela, no se preocupaba por cualquier palabra que dijera. Estaba consciente que las palabras que acababa de decir de otro hombre, no tenían más que la intención de dejar un punto, no había más que eso.
—Muchos años de matrimonio, nos conocemos bien —agregó Gisele.
—Martin no es nada para mí, así que no importa lo que haga o deje de hacer, tampoco me interesa conocerlo bien —contestó Anastasia.
—¿Estás segura?, no has dejado de seguirlo con la mirada desde que llegó a la cafetería.
Ella respondió cuando se vio atrapada, que solo lo hacía para saber si tenía que abandonar el local si él iba hacia ella, o si podría tomar su desayuno en paz.
—Por supuesto, lo haces por eso —dijo Gisele con risa en la voz.
Anastasia siguió tomando su desayuno con calma y haciendo anotaciones mentales, para alejarse de aquella pareja en cuanto los viera cerca de ella.
Por estar pendiente de la pareja, dejó de seguir con la mirada a su vecino, cuando se dio cuenta, lo tenía sentado frente a ella.
—Te traje budín de chocolate, era el único trozo que quedaba, lo tomé para ti —dijo Martin, señalando el plato que acababa de dejar sobre la mesa. Luego miró a sus acompañantes y les informó—: es su dulce favorito, por eso lo tomé para ella.
Anastasia fingió indiferencia, pero tomó el postre y comenzó a comerlo. Interiormente, estaba complacida porque él recordara ese detalle, ninguna de las parejas o citas que había tenido, sabían cuál era su postre favorito.
Por detrás de Ana, Gisele le mostró un dedo en alto a Martin, felicitándolo por lo que había hecho. Él sonrió satisfecho, llevaba muchos años enamorado de su vecina, la conocía tan bien como a él mismo. Solo que ella no lo dejaba acercarse, no después de aquella fatídica Navidad. Martin sacudió la cabeza, no quería pensar en aquel día.
—Hay preparada una noche de karaoke, ¿quieres venir como mi acompañante? —le preguntó a Anastasia. Ella comenzó a negar con la cabeza, pero él no se dejó vencer—, Escuché que el ganador tendrá como premio un budín de chocolate para él solo.
Anastasia lo miró a los ojos, sabía que estaba mintiendo, llevaba muchos años yendo a aquel lugar, se sabía de memoria cada actividad, cada cosa que hacían para los huéspedes.
—¿Qué harás si voy, gano el karaoke y no hay un budín de regalo?
—Tendrás tu budín, te lo aseguro, lo escuché del mismo organizador —aseguró él. No era cierto, pero con tal de que ella fuera con él, buscaba el postre de donde fuera.
—Si no hay el premio que dices, tendrás que darme otro, y ese premio será mantenerte lejos de mí —aprovechó ella, no podía perder esa oportunidad.
Quería continuar sola el resto de sus vacaciones, ir con él esa noche, no tenía nada que ver con pasar tiempo con el insoportable de su vecino, o eso se decía ella.
Martin se anotó otra victoria, no sabía si ganaría o no, estaba seguro de que ella haría todo para ganar, era una mujer muy competitiva, y si creía que se iba a deshacer de él, más todavía. Ese budín tenía que asegurarlo, porque el que no iba a perder era él.
❄❄❄❄
La noche llegó muy pronto para Anastasia, ya se estaba arrepintiendo de haber aceptado aquel desafío. Ella no era una niña para caer en una trampa tan débil.
—Ana, Gisele y su esposo esperan por nosotros —escuchó que le decía Martin desde la puerta.
Terminó de arreglarse el cabello y tomó una respiración profunda antes de ir a su encuentro.
—Estás… radiante —señaló él sin poder apartar los ojos de ella.
Anastasia se sonrojó, solo para molestar, había escogido un atuendo que usaba para hacer ejercicio, sin embargo, a último momento, se decantó por un vestido morado hasta la rodilla y unas sandalias negras de tacón bajo.
—Gracias —respondió y cerró la puerta dándole la espalda.
Ella no quería que viera que le había afectado sus palabras de elogio.
—Me dijeron que ya había muchas personas, así que tendrás mucha competencia, creo que estarás atada a mí durante el resto de las vacaciones —una sonrisa coqueta apareció en los labios de Martin.
Ella lo miró con el ceño fruncido, si lo que quería era animarla para ganar, lo estaba consiguiendo, ella quería permanecer sola como había planeado. Sin embargo, permaneció en silencio, quería hablarle lo menos posible.
—Gisele, señor Warner —Saludó Anastasia cuando entraron al local y llegaron a la mesa de la pareja mayor.
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Editado: 29.12.2022