Capítulo 10
Conversaciones telefónica.
Emilia.
Siempre viví cómoda, rodeada de amor y muchos lujos. Crecí en un buen núcleo familiar, con padres presentes y un hermano con el que siempre peleaba, pero con el que también siempre contaba. No sabía bien que era lo que significana estar sola hasta que todo esto me sucedió.
Aquí estoy sola, el día de mi tan ansiado cumpleaños número 18, a las 9 de la mañana, A las afueras de una clínica, con un bebé en el vientre cuyo padre no nos quiere, sin el apoyo de mis padres, sin mi hermano, sin dinero para volver a casa de Nathan, sin batería para llamar a Maya.
Si pudieras pedir un deseo de cumpleaños, pediría volver al pasado y poder rectificar todos mis errores.Pero eso no es posible porque esto no es un cuento. Aqui no hay magia que me ayude. Tampoco es una canción que pueda simplemente darle repeat. Esto es la vida real y no hay deseo de cumpleaños, no hay nada.
Tomo una bocanada de aire para intentar calmar los pensamientos invasivos que me atormentan. Necesito llorar menos y encontrar más soluciones. Así que caminó nuevamente en dirección a la clínica y le pido el favor a la recepcionista de que me recargue la batería del teléfono.
—Por supuesto— me contesta con amabilidad. Luego lo enchufa. —Aun está muerto, tal vez en unos diez minutos ya este encendido.
Agrega obsequiándome un sonrisa que correspondo con mucho esfuerzo.
—Muchas gracias— contesto y me dirijo hacia las sillas ubicadas en la sala de espera.
Me siento y luego recuesto mi cabeza de la pared. Cierro los ojos mientras espero y poco a poco mi mente se va calmado hasta quedarse totalmente en blanco. Duermo ahí sentada durante algunos minutos porque me siento muy cansada.
La voz sutil de una mujer hace que me despierte sobresaltada
— Señorita, su teléfono ya encendió y ha estado recibiendo muchas llamadas.
Ella me entrega el teléfono que se encuentra sonando. Lo tomó pese a que estoy adormecida y contesto sin ni siquiera mirar.
— Emilia feliz cumpleaños, se que no es el mejor, espero que los próximos cumpleaños sean más bonitos que éste.
Me sorprende mucho escuchar la voz de mi madre del otro lado del teléfono. Sus felicitaciones son frías y distantes, nada que ver con las cosas hermosas que me decía años antes. Se nota que está molesta todavía y que nuestra relación está como nuestra confianza: Rota.
—Gracias.
Contestó con la misma frialdad recibida.
—Lo hemos discutido con tú padre, y aunque aun seguimos muy molestos contigo. Queremos que vuelvas a casa...
¿Yo estaba escuchando bien? ¿Había dicho que quería que volviera a casa? Eso sí que no me lo esperaba. Y aunque ansiaba dormir en mi cama, comer bien, tomar un baño de sales y espumas en mi bañera, o simplemente tomar sol en la piscina, me negué por orgullo.
—No merezco estar en casa. Aún así gracias por llamar y gracias por acordarte de mí cumpleaños.
Me arrepiento de que esas sean las palabras que salgan de mi boca. No quiero estar sola, necesito a mi familia conmigo.
—Venga ya, no seas malcriada. Volverás a casa ya está decidido. Poco a poco todo este mal rollo irá pasando, y luego cuando tú barriga esté más grande puedes irte a Vancouver con la tía Grace y dar a Luz Allá.
La tía Grace, como le echaba de menos... Ahora entendía porqué termino huyendo de Memphis, queria alejarse de todo lo que llevar un apellido importante amerita, no quería sobrellevar el que dirán, solo quería vivir tranquila como una persona normal.
—Ok.
Me tragué el orgullo porqué vislumbre amenamente la posibilidad de irme con la tía Grace a Vancouver. Con un poco de apoyo y el amor de la tía Grace, baby y yo tal vez podríamos permanecer juntos.
—Bueno, estoy ocupada y no puedo ir al antiguo departamento de Nathan a por ti, toma un taxi y no demores que tengo planes para Hoy.
Mi madre colgó la llamada antes de que pudiera decirle que no tenía dinero para volver, y que no podía ir caminando porque no estaba nada cerca de la casa.
Me tocó escribirle un WhatsApp con la esperanza de que lo leyera rápidamente y reactivará mis tarjetas de crédito, para así poder pagar el taxi y comer algo, porque moría de hambre.
No tuve mucha suerte, porque los mensajes no le llegaban, a ella ni tampoco a Maya. Le escribí a Dustin, con la esperanza de que él me transfiriera dinero. Y aunque a él si le llegaban mis mensajes, continuaban sin haber sido leídos.
Suspiré hondo y mire en mi teléfono buscando entre mis contactos a quien más podía llamar. Probé suerte con los Elwoods, pero Theodoro me respondio que estaba en una cita medica con la señora Elwoods.
—¿Ella está bien?— le pregunté porque su voz sonaba angustiada.
—Ella no quería decírtelo Emilia, pero yo si quiero ser muy honesto contigo. Mi esposa tiene cáncer— sus palabras me cayeron encima como un balde de agua fría. El silencio se apoderó de la línea telefónica por un momento.
—Lo siento mucho...— agregué con la voz quebrada. La posibilidad de que mi baby tuviera una familia completa se había roto en un instante.
—Su único deseó Emilia es que tengamos un bebé. Quería que tuviéramos esta conversación en persona, pero las cosas no han ido tan bien para ella... pese a eso te ruego por favor no nos abandones, eres la única esperanza que tenemos, desde que apareciste ella está luchando y aunque no puedo prometerte que ganará, te puedo jurar por el amor que le tengo que con o sin ella yo seré el mejor padre para tu hijo, me encargaré que no le falte nada material y por supuesto nunca le faltará mi amor— sonaba muy desesperado..tal vez en el fondo sabía que yo no quería entregar a mi hijo.
Lo cierto es que las palabras de Theo me quebraron por completo. No sabía que decirle. Era una decisión demasiado importante y difícil como para tomarla ahora. Esa era una conversación que no se podía simplemente tener por teléfono.