Las brujas que desde mi infancia me han acompañado,
me escoltarán hasta las mismas puertas del infierno."
Antes que anochezca (Reinaldo Arenas)
*
"Tengo miedo. La mujer de blanco no deja de hablar.
Lee historias, pero no son cuentos como los que lee mamá. Son aterradoras, las brujas son feroces y se comen a los niños desmembrando cada una de sus partes.
Las lágrimas queman mis mejillas y el pánico silencia mis cuerdas vocales. Algo me dice que si hablo será peor, mucho peor.
De pronto el libro se cierra con violencia y en su rostro se dibuja una sonrisa aterradora. Sus ojos están vacíos, literalmente, en sus cuencas no hay nada.
— La literatura es maravillosa — Susurra levantándose de su asiento.
Sus dedos, que son hermosos comparados con todo lo demás en ella, acarician mis mejillas. Descienden por mi garganta y la aprietan. Me falta el aire. Mis pequeñas piernas patean para alejarla pero es inútil, después de todo solo soy una niña. Mis ojos se inundan de lágrimas.
— ¡Bastarda! — Grita la bruja disfrutando y saboreando mi pánico."
*
Me sobresalto en la cama, con la transpiración recorriendo todo mi cuerpo.
— ¡Mierda!— exclamo en voz baja mientras me levanto a darme una ducha.
Siempre es la misma pesadilla. Romina dice que es mi subconsciente gritándome que no debo estudiar Literatura, una de mis primeras opciones antes de postularme a la universidad. Tiene lógica, amo la literatura con toda mi alma, es una de las pocas cosas que me mantienen conectada a mamá.
Siempre fui amante de los libros. Casi no recuerdo a mi madre, pero tengo flashes de nosotras abrazadas mientras me leía durante horas, mientras cepillaba mi largo cabello rojizo y me relataba historias fantásticas. Mi casa siempre era un caos lleno de libros viejos. La lectura me encanta, en casa tenemos una biblioteca gigante llena de primeras ediciones y de historias magníficas que leí una por una.
La literatura me conecta a otros mundos, otras realidades que son más o menos felices, me hace sentir, emocionarme, viajar y escaparme por un ratito. Pero sobre todas las cosas me hace recordarla...
¿Pero porque no querría dedicar mi vida a algo que me apasiona tanto? Romina cree que es porque no es pasión lo que me ata a la literatura, es nostalgia, es mamá y lo único que me queda de ella. Ya no recuerdo su voz, pero si la pasión con la que leía cada historia. La extraño, aunque no recuerdo mucho cómo era ser su hija.
Finalmente, elegí la escuela de negocios. Crecí viendo a papá ser "el gran Byron Brown" y sabiendo que algún día heredaría su imperio y, para ser sincera, me agrada. Es lo mejor para mi futuro y, además, es lo que me gusta. Quiero ser una mujer poderosa, porque quiero hacer las cosas a mi manera... la manera justa. La correcta.
Entonces, hay algo en la ecuación de mi hermana que no encaja. Si mi subconsciente no quiere que estudie literatura y mis sueños son sus gritos ¿Por qué siguen viniendo si pienso dedicarme a otra cosa? No lo sé, tampoco quiero saberlo. Cuanto menos piense en ello más rápido se ira.
***
— Gracias papá.
Mi sonrisa es exagerada mientras el fuerte brazo de papá cruza por mis hombros.
— ¿Por qué me agradeces princesa?
Papá sonríe. Me encanta cuando es así, conmigo no es el poderoso Byron Brown, el magnate empresario, el hombre influyente y multimillonario. No, conmigo él solo es papá.
— Tu asistente me dijo que suspendiste dos reuniones para venir al cine conmigo.
Suelta el aire por la nariz, sonríe y pasa su dedo pulgar por la comisura de sus labios.
No puedo evitar observar como las mujeres que caminan a nuestro alrededor nos miran. Las mayores me observan con recelo ¿Acaso no se nota que es mi padre? Y las más jóvenes lo miran con lujuria ¡Qué asco! Lo bueno de irme a la universidad es poder terminar de una vez por todas con los comentarios sobre el atractivo de mi padre.
— Voy a tener que hablar con Clara, habla demasiado.
Me rio y lo empujo con mi cadera.
— Mi princesa me abandona para irse lejos— exagera llevando su mano al pecho— ¿Cómo no voy a dejar todo para traerla al cine?
Papá no deja de sorprenderme y, muchas veces, olvido lo caótico que fue nuestro comienzo:
Mamá murió cuando yo tenía cinco años, fue un terrible accidente automovilístico. No recuerdo mucho de esa época. Mis recuerdos son pocos, a veces solo son en sueños y a papá no le gusta hablar de ello. Todo lo que se es por el tío Adam quien me cuenta algunas cosas de mi madre. Hasta el día del accidente papá y yo no teníamos relación, para él solo era un accidente del que debía hacerse cargo, era una cuenta bancaria en la que depositar dinero. Es extraño que no recuerde mucho previo al accidente, sin embargo, recuerdo con lujos de detalles el día que una mujer, que luego supe era una asistente social, me llevó de la mano por el enorme edificio donde papá tiene su pent-house. Las puertas del ascensor se abrieron y allí estaba él. Llevaba un traje azul, lo recuerdo perfecto, no traía corbata y su camisa estaba ligeramente desabrochada. Mi mirada lo recorrió de los pies a la cabeza, cuando llegue a sus ojos pude reconocer los míos, los de mamá eran color esmeralda pero los nuestros son café, y con miedo me escondí detrás del cuerpo de la mujer que no soltaba mi mano.
Recuerdo que papá se agachó hasta quedar a mi altura, su rostro era frío, no había expresión en él. Parecía un hombre sin alma aunque, claro, en ese momento no lo pensé de esa manera.
En ese momento solo me daba miedo.
Quería a mi mamá, quería mi casa y nuestro caos de libros desordenados.
Quería mis historias antes de irme a dormir y mi beso de buenas noches.
Pero él sonrió. Papá sonrió y me ofreció su mano. Su sonrisa era bonita, aún lo es, y sin pensarlo puse mi pequeña mano en la suya, era gigante, y cuando la cerró sobre la mía se sintió cálido.