Ofelia

3.

"Suerte es lo que sucede cuando 
la preparación y la oportunidad

se encuentran."

(Séneca)
 


 

*
 


Cuarenta minutos más tarde Beth y yo estamos listas y observamos el perfecto delineado que Sol se hace. Puedo asegurar que terminaría en el hospital si lo intentara.

Como no sabemos de qué va la fiesta y mi hermana parece desaparecida en acción. Decidí vestirme con algo tranquilo.

La fiesta es en Dunster, la que será mi casa a partir del año próximo. Conozco un poco de ella de cuando vine, con Claudia, a ayudar a mi hermana con la mudanza.

La música está a tope, es casi molesta. Entramos moviéndonos entre la gente. El alcohol corre como agua de manantial y los cuerpos chocan entre si friccionando sus partes, en un espectáculo desagradable, si pienso que eso que brilla a la luz azul es transpiración.

El aire es denso, hace demasiado calor.

Caminamos entre los bailarines y llegamos a una sala donde una enorme mesa de billar es el centro de atención. Algunas parejas están montadas en ella, acariciándose las gargantas casi como en una batalla. Otras personas están rodeando un enorme barril de cerveza y es ahí donde distingo la pequeña silueta de Romina, sentada sobre las rodillas de un chico de cabello rubio.

—Hola— la saludo cuando llegamos.

— ¡Ay!— exclama y por su voz sé que está un poco tomada— Ven aquí chiquita— tira de mi mano hasta situarnos en el centro de la ronda— Todos les presento a mi hermana Ofelia...— hace una pequeña pausa — Ofelia, ellos son ¡todos!

El grupo me saluda.

— Hola— saludo — Creo que estas un poco borracha...

Romina junta sus dedos índice y pulgar — Solo un poquito...

Sonrío y hago una seña a mis amigas para que se acerquen. Las tres nos acomodamos entre el grupo.

— Soy Kiara— una chica rubia me saluda con una sonrisa cálida— él es Noah — señala al chico rubio que sostenía a mi hermana— y él es Jacob.

— Bueno, ya saben que soy Ofelia— hablo con cero vergüenza— hermana de Ro y ellas son mis amigas Beth y Sol— señalo a cada una mientras nos acomodamos con ellos.

La charla fluye tranquila, Kiara es la única que pertenece a Dunster y se mostró entusiasmada por la idea que el próximo año las acompañe. Mi hermana volvió unos diez minutos después con varias personas más. Un chico me llama la atención y no sabría decir si es por el brillo de sus ojos, sus labios carnosos, su sonrisa peligrosa o esa actitud relajada como si nos hiciera a todos un favor con su presencia.

Sus ojos registran todo el lugar y se detienen en mí. Casi me sonrojo, me descubrió mirándolo, y una sonrisa soberbia se planta en sus ojos. Pero sonrojarme no es lo mío, no después de tres chupitos, de no sé qué mierda, que me dio Jacob. Sostengo su mirada y su sonrisa se ensancha aún más.

— ¿Otro?

Jacob coloca otro chupito delante mis ojos haciéndome distraer de mi guerra de miradas. Asiento y se lo quito de los dedos. Lo bebo sin respirar y un gemido doloroso escapa de mi garganta cuando el líquido quema todo en su descenso.

No vuelvo a prestar atención al chico. Lo ignoro y no sé muy bien porque. Me remuevo cuando siento a alguien acomodándose a mi lado en el sofá. 

Si, adivinaron es él.

— Tengo una apuesta...— susurra sobre mi hombro.

Lo miro y las comisuras de mis labios se levantan. Competencia es mi segundo nombre.

— Te escucho...— respondo sin mirarlo directamente a los ojos, sus labios me tienen completamente hipnotizada.

— Futbolín — con su cerveza señala la mesa en la otra punta de la habitación.

— ¿Por qué no billar?— miro la mesa sobre mi hombro.

Él imita mi gesto y sonríe.

— No creo que les agrade que les pidamos que se muevan— responde haciendo referencia a las parejas montadas sobre la mesa en sus danzas carnales de película porno barata.

¿Qué? ¿Ustedes no miran porno?

— Buen punto— asiento— ¿Qué quieres perder?

Sonríe largando un poco de aire por su nariz.

— Si pierdo puedes tener lo que quieras...— su mirada pícara hace más divertido el juego.

— ¿Lo que sea?

— Lo que quieras.

— Tu auto, por todo un fin de semana...

¡Dios! Ojala pudieran ver su rostro.

— ¿Cómo sabes...

No lo dejo terminar. Solo señalo el llavero metálico con la insignia de un Mustang colgando de su chaqueta y todo aquel que tiene un Mustang lo ama, al menos eso es lo que dice papá.

Su sonrisa es molesta, es la más soberbia y engreída que vi en mi vida.

— De acuerdo.

Acepta sin pensarlo demasiado ¿Realmente está tan seguro que puede ganarme? Ok, no soy una experta en Futbolín, pero me defiendo en casi cualquier juego de mesa... después de todo era la novia de Liam y tenía que soportar muchos festejos post partido, estos juegos me mantenían lejos de sus amigos idiotas.

— ¿Qué hay de ti?— pregunto quitándole su vaso de cerveza y bebiendo un gran sorbo de ella sin despegar mi mirada de sus ojos.

— Una cita...

Me atraganto con la bebida y tengo que hacer un gran esfuerzo para que no salga eyectada por mi nariz.

— ¿Qué? ¿Por qué?

Se encoge de hombros — Es lo que quiero...

— ¿Qué tipo de cita?— interrogo preocupada.

— Solo una cita, el día que elija y sin excusas.

— ¿Nada sexual?

Una carcajada estridente se escapa de sus labios y vuelve a quitar el vaso de mis manos. Toma un sorbo y su mirada continua pegada a la mía.

— No pareces del tipo que se acobarda...

Su comentario me indigna ¿De dónde salió este payaso?

— Y no lo soy...— respondo acercándome a su rostro — Pero el sexo es con quien elijo y tú no estás en esa lista.

Sonríe. No importa lo que diga, él sonríe con esa soberbia insoportable.

— Perfecto.

Se pone de pie y me ofrece su mano. La ignoro y lo paso por el costado, la mirada de muchos se fijan en nosotros y para cuando terminamos de acomodar la mesa ya varios están haciendo apuestas. Por supuesto la mayoría son para él chico, como soy mujer no creen que pueda ganar.




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