Ofelia

4.

El domingo mi cuerpo duele como si un tren lo hubiera arrollado. Está claro que las fiestas no son lo mío.

Sol duerme y con Beth decidimos bajar a desayunar. Mañana comienzan las clases y tengo mucho material que leer para la primera clase de economía, nunca visto, tengo tarea aún antes de conocer al profesor.

Mi desayuno es un café con leche grande con dos donas rellenas de mermelada.

— ¿Comes azúcar en las mañanas?— pregunta Beth sorprendida.

— Mañanas— levanto un dedo — tardes— levanto otro dedo — y noches— sonrió finalmente.

Beth niega con la cabeza y toma un sorbo de su té verde — Con razón tienes tanta energía.

La observo divertida ¡¿De verdad ella cree que yo tengo mucha energía?! pero no respondo, tengo la boca llena.

Por la tarde, me dedique a interiorizarme con la plataforma de Economía y me encontré que tenía bastante que leer para mañana, por lo que temprano me puse con ello. Pero una notificación en mi celular me desconcentra:

Número desconocido: Hola princesa.

Ofelia: ¿Quién eres?

Número desconocido: espero que no estés desconociéndome solo para no pagar lo que perdiste.

Sonrió, aunque no sé muy bien porque. Después de todo es un tramposo.

Ofelia: No me llamo princesa y siempre pago, aunque me hayan ganado con mentiras.

Ofelia: ¿Quién te dio mi número?

Su respuesta se hace esperar, por lo que bloqueo la pantalla y vuelvo mi atención a los apuntes de economía, hasta que una notificación me distrae y me sorprendo a mí misma agarrando con rapidez el celular « Es un mentiroso Ofelia, tranquila» me obligo a auto convencerme.

Número desconocido: Tú hermana, pero no me dijo tu nombre...

Ofelia: ¿Y cómo me agendaste?

Tramposo: ¿Curiosidad?

Ofelia: Tal vez...

Tramposo: Princesa ¿Me dirás tu nombre?

Ofelia: *carita vomitiva* ¿siempre eres tan cursi? Ofelia

Tramposo: Contigo tal vez. Muy bien Ofelia ¿Pagarás tu deuda?

Ofelia: Por supuesto ¿Cuándo?

Tramposo: Yo te avisare...

Pasó media hora y ese fue su último mensaje. Si se piensa que estaré ansiosa esperando que me diga cuando y donde será nuestra falsa cita es que no tiene ni idea de con quién está tratando. Odio a los de su tipo y más aún si solo consiguen lo que quieren engañando.

Mientras termino de leer y Sofí me trae un sándwich para la cena, no tenía ganas de cambiarme para bajar, rechazo unas de las muchas llamadas diarias que Liam me hace.

Todavía no entiendo porque insiste, el me engaño y con quién sabía que más me dolería. Bueno no, no es dolor. Es humillación, de todas las chicas de la escuela la única a la que odiaba era a Sara, la única a la que le hubiera dado unos cuantos golpes era a ella. No es una cuestión de dolor amoroso, es más bien una cuestión de orgullo.

Observo la quinta llamada del día, lo estuvo haciendo demasiadas veces desde el viernes por la noche, ya debería estar en Los Ángeles, mañana el también comienzan las clases. El sonido de mi celular no me deja concentrarme por lo que decido responder la llamada:

— ¿Qué quieres Liam?

— Por fin respondes ¿Vas a continuar ignorándome? Tenemos que hablar.

Mi respuesta es una risa sarcástica

— ¿No vas a decir nada?

— ¿Qué quieres que te diga?— suspiro cansada y molesta, muy molesta — Tengo mucho que leer para mañana — mentira, casi lo termino pero él no lo sabe— y la verdad, es que no tengo ganas de hablar nada contigo. Terminamos, si es que alguna vez hubo algo...

— ¿No te importa?

— ¿Qué cosa? ¿Qué te hayas acostado con Sara?

— Si... bueno no, no lo hice— no sé si reírme o enfadarme porque piense que soy tan estúpida que voy a creerme esa mentira — Te quiero Ofelia...

El silencio se apodera de la llamada, solo se escucha su respiración.

La puerta del cuarto se abre y las chicas entrar haciendo ruido y riéndose entre ellas.

— ¿No dirás nada?

— Si— suspiro— llego mi comida y tengo hambre...

— Acabo de decirte que te quiero...— está molesto y no lo disimula.

Abro el envoltorio de mi sándwich.

— Lo escuche— doy una mordida y hablo con la boca llena — El problema es que yo no te quiero y si había una mínima posibilidad de que me importen tus sentimientos se fue por el inodoro cuando te metiste con Sara.

Sin darle tiempo a responder corto la llamada. Mis amigas están sentadas en el suelo observando casi con la boca abierta.

— ¿Qué fue eso?

— Mi ex... — sonrió sentándome en el suelo también y abriendo una de las botellas de agua que trajeron.

Mientras comemos, las chicas me piden que les cuente la historia. La resumo, no hay mucho que contar. No hay dramas, ni llantos, ni nada de lo que se esperaría de una adolescente desencantada con su novio de secundaria.

— ¿Cómo lo haces? — Beth me observa ladeando la cabeza, así como si fuera una especie única en el mundo.

— ¿Qué cosa?— pregunto con la boca llena.

— Ser así, que no te duela.

No respondo, sigo comiendo y levanto mis hombros.

— ¿No crees en el amor?— esta vez es Sol la que pregunta.

— Si claro...— sonrió — amor es lo que siente mi papá por su esposa Claudia. Pero no creo que este cerca de encontrarlo y tampoco lo busco, no aun ¿Para qué? Quiero divertirme.

Beth resopla y las dos la observamos con curiosidad.

— ¿Sabes la cantidad de veces que enamore en mis 18 años?— comienza a contar en silencio con los dedos, su rostro es lo más gracioso y tierno de este mundo — cientos o miles, no lo sé. Llore tanto por amor que creo que ya no tengo lágrimas y tú aquí, toda desinteresada.




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