"Alicia: Pero un sueño no es la realidad.
Sombrerero: Y, ¿quién te dice cuál es cuál?"
(El sombrerero loco- Alicia. Lewis Carroll)
*
— Ofelia, por favor, espera— Sujeta mi brazo.
Suspiro pero no sirve para calmarme. Me doy vuelta con los ojos inundados de lágrimas, nunca antes había llorado por nadie. Absolutamente nadie y esto me sorprende y asusta.
— ¡¿Para qué?!— Grito empujándolo — Eres tan asqueroso como tu padre.
Mis palabras parecen molestarlo, pero no me importa.
— De verdad— un sollozo se escapa de mi garganta pero consigo contener las lágrimas, no pienso darle la satisfacción— Creí que eras diferente, de verdad creí el estúpido discurso de mi hermana sobre que tu no eras tu padre y que tal vez, solo tal vez, el había hecho una cosa bien. Que te había enseñado a no cometer sus errores. — mi voz suena cada vez más entrecortada, de pronto el frio se me fue. Me acerco hasta quedar justo frente a su rostro— Eres igual a él.
— ¿Pero de que mierda hablas Ofelia?— pregunta notablemente irritado.
— ¿No lo sabes? — en este momento me importa una mierda encontrar las palabras correctas. Vuelvo a acercarme a su rostro y apoyo mi dedo índice en su pecho— entonces es hora que te enteres y bajes un poco a la realidad Hunter. Por culpa de tu padre mi tía Margot se suicidó, la engaño y la humillo tanto que solo pudo pensar en quitarse la vida— Una lagrima se escapa por mi mejilla, pero la seco antes que otras la acompañen — No todo son negocios entre los Brown y los Hunter, tu padre es el responsable de la muerte de mi tía y debí imaginarme que eras igual a él, la diferencia es que no eres tan importante. Me da igual que te pasees con cuatrocientas idiotas del brazo.
— Entonces haz el esfuerzo por que se note, porque ciertamente pareces muy molesta por verme llegar con ella.
Me esquiva y pasa por mi lado, entrando a la residencia. Lo sigo, no porque quiera seguir hablando, es porque muero de frio.
Nos encontramos en el ascensor. No me mira yo tampoco a él. Montamos el aparato y lejos de sentirme mejor, me siento con más frío y muy cansada. Una vez el ascensor inició su recorrido seguimos sin mirarnos, nos ignoramos. Pero de repente además de sentirme mal físicamente, me siento mal emocionalmente. Fui una perra al escupir todo lo que sentía de esa manera, es evidente que no sabía nada del tema.
— Xander...— intento hablar pero mis labios tiemblan y su nombre sale entre cortado.
— Ni lo intentes...— el ascensor se abre en nuestro piso y me deja sola.
Bajo y cuando llego a mi cuarto, el ya había entrado al suyo. Pensé en golpear su puerta pero decidí dejarlo solo.
En cuanto pise a mi habitación me metí al baño para darme una ducha de agua hirviendo. No solucione mucho porque comienzo a sentirme peor. Me pongo el pijama y me acuesto en la cama mirando a la pared. No sé si es por la fiebre o por el hecho de haberme comportado como una idiota, pero algo me lleva a golpear la pared una vez, no responde. Insisto dos, no hay respuesta. Finalmente pruebo con tres pequeños golpes. No sé si respondió o no, porque me que quede dormida.
"No sé qué hora es, estoy en mi cuarto y una música estridente me despierta.
Bajo las escaleras abrazada a mi oso negro, ese que un día envió papá. Papá no me quiere, mamá siempre dice que estamos mejor sin él, pero ¿Por qué me enviaría un osito tan guapo si no me quisiera?
Sigo bajando escalones, estoy descalza y el piso es frio.
Escucho ruidos, son como gemidos de animal, me preocupo por mamá, temo que la mujer de blanco la lastime.
Llego al final de la escalera, la música es demasiado fuerte pero las luces están apagadas, entonces veo el destello que proviene del sótano.
— ¿Mami?— pregunto asomando la cabeza — ¿Mami?
Bajo uno a uno los escalones de madera que conducen al sótano, la música me hace doler los oídos y me clavo una astilla de madera en mi pie descalzo.
— ¿Qué haces aquí cerdita?— levanto la mirada pero no es mi mami a quien tengo frente a mí.
La mujer de blanco me enseña su sonrisa diabólica, sujeta mi cabello y me arrastra escaleras abajo.
Allí hay más personas, dos hombres. Uno me observa con una sonrisa malvada, el otro solo se levanta y se va.
— Ella es la bastarda— le dice al hombre que seguía observándome sentado en un sofá.
El hombre fumaba y la mujer de blanco le quita su cigarro, lo pita y se acerca para lanzarme el humo a la cara.
— Va a reclamarla— habla el hombre sin sacar sus ojos de mí.
— Es mía— la mujer tira mi cabello hacia arriba provocándome dolor y lágrimas— yo la reclamo— anuncia colocando la parte encendida del cigarrillo en mi cuello.
Grito y me retuerzo pero eso solo me provoca más dolor.
— ¡Eres una bastarda, no sirves para nada!— grita la mujer sin ojos antes de soltarme.
— Ahora es mi turno— anuncia el hombre poniéndose de pie y quitándose el cinturón de sus pantalones.
— ¡Ofelia!
— ¡NO!— grito cuando la hebilla de metal golpea mis pequeñas piernas."
— ¡Ofelia, mierda, despierta!— Alguien me sacude en la cama y me obliga a despertar.
Mi hermana se encuentra arrodilla junto a mi cama.
— Tranquila— susurra cuando me aferro a sus brazos y lloro, lloro como nunca antes lo había hecho.
— Son recuerdos— consigo decir entre sollozos. Levanto la vista y veo a mis amigas de pie detrás de mi hermana.
— Cariño estas volando de fiebre, seguro estas alucinando— mi hermana acaricia mi frente.
— ¿Qué fueron esos gritos?— Xander entra al cuarto sin golpear.
— ¡Largo!— le grito cuando las emociones que siento son demasiado complejas para, además, lidiar con la culpa que me provoca verlo.