Ofelia

18.

Convivir con mis dos amigas, que además son pareja es difícil. Básicamente es ser el mal tercio las veinticuatro horas del día. Por suerte las chicas no son del tipo que están besándose cada minuto del día, pero eso no quita que no sienta que molesto.

Hace unos días con mi hermana decidimos hacer las compras navideñas y, aprovecho que estoy sola para envolver los regalos que les compre a las chicas. Para Beth elegí un vestido que hace semanas vimos en una de nuestras pocas salidas fuera del campus, pero no se animaba a comprarlo pensando que no lo usaría ¿Desde cuanto una mujer no puede comprar un vestido si no tiene una ocasión para usarlo? Para Sol, fui a lo seguro una caja de madera con una colección de veinte cristales, siempre habla del poder de los cristales y estos son los que más me llamaron la atención y, además, son preciosos.

Tres golpes en la puerta me hacen saber que Xander está del otro lado.

— Pasa— grito para no quitarme todo lo que tengo encima.

— Te escribí un mensaje...— mira el caos de mi cama— quería saber si tenías ganas de ir al cine esta noche ¿Qué es todo esto Ofelia?

— Los regalos de Navidad de las chicas...— intenta levantar uno de los cristales de Sol pero le quito la mano— el que me los vendio dice que no se tocan, porque los cargas con tu energía y sólo deben poseer las del destinatario.

— ¿De verdad crees en estas cosas?— Pregunta corriendo los papeles para los envoltorios y sentándose a mi lado.

— Te dije que creo en todo— lo miro con curiosidad— ¿Quieres tu regalo?— pregunto entusiasmada.

Amo los regalos, pero no que me los den. Amo tomarme el tiempo de escoger específicamente el regalo para cada persona especial en mi vida y si alguien me decía que estaría comprando regalos para Xander, me hubiera reído en su cara.

— Esta noche, cuando te dé el tuyo ¿De acuerdo?

— ¿Me compraste algo? No tenías que hacerlo— respondo sonrojandome. Es curioso, desde que estamos saliendo me sonrojo con Xander más de lo que lo hice en toda mi vida.

— Tú tampoco— sonríe y besa mis labios — ¿Nos vemos a las ocho? Saque entradas para ver una buenísima película de terror a las nueve.

Asiento y Xander sale del cuarto.

Miro la hora, son las seis, decido apurarme para poder bañarme y arreglarme.

La película fue bastante buena, menos por la cantidad de chicas que gritaban cada vez que pasaba algo intenso. Xander y yo compartimos la pasión por el cine de terror y si bien soy muy miedosa, no suelo gritar. Más bien mi miedo me acompaña hasta la hora de dormir, donde decide hacer acto de presencia y complicarme el sueño.

Salimos del cine y fuimos a cenar. Durante la cena hablamos de muchísimas cosas, un tema recurrente son nuestras madres, sentimos que el hecho de haber crecido sin ellas nos une aún más. Siempre contamos aquellas cosas que recordamos, aunque Xander recuerda mucho más que yo.

— ¿Cómo fue el accidente?— pregunta de pronto dejando su copa de vino en la mesa.

Suspiro — ¿La verdad? No recuerdo absolutamente nada.

— ¿Nada?

Niego con la cabeza — Lo único que sé es lo que me contó mi tío Adam, mamá intentó pasar a un camión pero no vio que otro venía de frente, cuando se dio cuenta se asustó, pero movió el volante contra el camión que estaba a nuestra derecha y eso fue todo.

— Terrible.

— Si, Adam dice que es un milagro que me haya salvado.

— Debe ser bueno no recordar algo así...

— No lo es...— lo corrijo y el me mira sorprendido— es como que hubiera partes de mi vida que no encajaran. A veces dudo de todo mi pasado, sobre todo porque no lo recuerdo. Los sueños tampoco ayudan, son tan reales...

— ¿Lo hablaste con alguien alguna vez?

— ¿Te refieres a mi padre? — No aguardo su respuesta— No, de hecho nunca lo supo hasta que Romina se lo contó semanas atrás.

— ¿Por qué?

Levanto mis hombros y pienso — Solo son sueños.

— Aquella noche— toma mi mano por encima de la mesa — Eso no fue solo un sueño Ofelia... Tu cara, estabas en pánico. En mi vida había visto a una persona tan asustada.

Sonrío para restarle importancia — Solo son pesadillas demasiado reales — Vuelvo a sonreír y le entrego la caja que traje a la mesa, él no quería que la trajera pero yo quería dársela en el restaurante.

Otra de las muchas cosas que tenemos en común es nuestro fanatismo por Harry Potter, leímos las novelas cuando éramos pequeños, vimos todas las películas y hasta sabemos a qué casa de Hogwarts pertenecemos yo soy Hufflepuff y Xander es Slytherin, con su ego no podría estar en otra casa ¿Verdad?

La caja tiene un tamaño llamativo y en su interior hay un cuadro con una colección de doce réplicas de máscaras de Mortífagos, confeccionadas en plata y llenisimas de detalles.

— Nena esto es...— se queda en silencio, tocando cada una de las máscaras, observando sus detalles y sus ojos brillosos hacen que muerda mi labio inferior para contener una sonrisa.

— ¿Te gusta?

Clava su mirada en la mía, se levanta y cruzándose por encima de la mesa sella nuestros labios — Me encanta ¿Cuántas veces hable de lo increíble que me parecían estas máscaras?

— En realidad me contaste que quisiste comprar una, cuando eras niño, pero tu padre no te lo permitió porque le parecían tétricas— nos reímos y asiente contento.

— Me encantan— vuelve a besarme— gracias. Ahora es mi turno.

Saca de su chaqueta una caja pequeña rectangular, la sonrisa no me entra en el rostro. No es por el regalo en sí, es porque no me imagino a Xander tomándose el tiempo de escoger un regalo para mí. La caja es de una joyería muy famosa en Boston, no sé porque de pronto comienzo a dudar en abrirla.

— Ábrelo— me ínsita y la sonrisa en su rostro contagia la mía.

Al abrir la caja me encuentro una pieza preciosa, es una réplica del huevo de oro, el objetivo de la primera prueba del Torneo de los Tres Magos. Es, realmente, idéntico al original aunque muchísimo más pequeño, está completamente tallado y cuando lo abro encuentro que en su interior posee una pequeña perla.




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