Finalmente llego el tan esperado feriado de Navidad. Había tomado la decisión de hablar con papá en esta fecha, pienso que la gente suele estar un poco más relajada en las navidades.
Lo había hablado con Xan y él pensaba hacer lo mismo con su padre, aunque creía que a Oliver no le molestaría tanto como a podría molestarle a mi padre. Lo cierto es que no tenía ni idea de cuál podría ser la reacción de papá. No pensaba contarle nada de Margot, no a menos que no se tomara a bien la noticia. Pero mi hermana tiene razón, no tengo edad para estar ocultándome y no es justo que Xander y yo debamos pagar por los errores de los demás.
Xander se ofreció a acompañarme, pero me negué en rotundo. Esto es algo que debo hacer yo, no solo se trata de la relación que quiero tener con él, es sobre que mi padre entienda que puede manejar los hilos de muchas cosas, pero no quiero que maneje los de mi vida. Ya no soy una niña y tiene que dejar de tratarme como tal, yo no soy Margot y Xander no es Oliver. Punto.
Por las condiciones del clima, papá decidió que volviéramos en su avión privado. Nosotras amamos viajar en automóvil, la realidad es que odiamos a, casi todas, las azafatas que tiene en el avión. No sabemos cómo Claudia las tolera, son cero disimuladas a la hora de insinuarse a papá. Si no lo conociera pensaría que se acuesta con varias.
Una hora después poníamos un pie en la ciudad y John nos recibía con una enorme sonrisa. Lo cierto es que John me conoce desde que llegue a la vida de papá y es, casi, como de la familia.
— ¡Al fin!— Exclama Claudia cuando llegamos al departamento — ¡Feliz Navidad!— nos abraza sin darnos tiempo a quitarnos los abrigos.
Entramos a la sala y me sorprendo al encontrarme a papá hablando por teléfono y vistiendo uno de los suéteres que la abuela de Romi suele tejernos cada año.
— ¡Mis niñas!— la abuela de mi hermana sale de la cocina.
— ¡Abuela!— gritamos ambas.
Isabella y Ramón, los abuelos de mi hermana, son los únicos que me apropie como de mi familia, me encanta sentir que tengo abuelos y ellos nunca hicieron diferencia con nosotras.
— Creí que llegarían después que nosotras — comento dejando un beso en su mejilla — ¿Y el abuelo?
— Tu abuelo duerme— pone los ojos en blanco— dice que el viaje lo agoto.
Los abuelos vienen desde Argentina, al menos dos o tres veces al año. Claudia quiere que se muden con nosotros desde hace muchos años, pero mi abuelo dice que no soportaría estar lejos de su tierra.
— Princesa...— papá termino su llamada y se acercó a saludarnos.
Me aferro a su cuello y el corazón me late demasiado rápido.
— Tejí para ustedes también— anuncia la abuela levantando dos suéteres iguales, rojos con puntitos blancos.
— Gracias abuela— no pierdo un segundo en ponérmelo, amo los tejidos de mi abuela.
Nunca madurare, seré una eterna niña enamorada de la Navidad. Aunque odie la nieve. Un año pasamos las fiestas en Argentina y fue espectacular. Allá hace calor, muchísimo calor por lo que puedes cenar en familia y darte un chapuzón en la piscina más tarde. Otra cosa que me encanto fue que ellos abren los regalos el 25 a las 00 horas, ¡no hay que esperar a la mañana siguiente!, para alguien con mis niveles de ansiedad eso es increíble.
Cenamos en familia, el abuelo cuenta las mismas anécdotas cada año. Se queja de la comida americana para las fiestas y agradece que Claudia le prepare carne asada para cenar. Lo mismo de cada año, pero que horrible seria no disfrutar de estas pequeñas tradiciones con ellos.
Durante la cena, envió un mensaje a Xan y me responde enviando una foto de toda su familia cenando. Agrando la imagen para verlo abrazar a su hermanito que es muy, muy, parecido a él. Su padre un poco más lejos, pero por los rasgos que alcanzo a observar, los chicos son un calco de su padre, al menos tienen la misma sonrisa.
Ofelia: ¿Y la pareja de tu papá?
Pregunto curiosa, me arrepiento al instante al recordar que Xander no suele hablar de ella.
Tramposo: No vino. Ella no pasa las fiestas con nosotros.
Pasan unos minutos y decido no escribir más, no quiero incomodarlo en Navidad, pero otro mensaje me toma por sorpresa:
Tramposo: No soporta que papá cruce el océano para pasar las fiestas con los padres de mamá.
Ofelia: Ella se lo pierde♥
Tramposo: Así es...
— ¿Y esa sonrisa?— pregunta el abuelo acercándose a mi oído.
Llevo mi dedo a los labios, para que guarde el secreto y el me guiña el ojo.
— Recuerda que siempre debes ser feliz, antes que nada...
— Te quiero abuelo.
— Yo más Ofelia— Palmea mi mano y seguimos comiendo y charlando de mil cosas diferentes.
Terminamos la noche, sentados en el sofá y tomando chocolate caliente frente a la chimenea mientras miramos una película. Tengo la cabeza apoyada en el regazo de la abuela que me acaricia el pelo con una mano, mientras abraza a mi hermana y hace lo mismo en su cabello con la otra mano.
El abuelo está dormido en su sillón y papá esta abrazado a Claudia. Los veo y no puedo evitar pensar en Xan, cada vez me siento más segura de hablar con papá.
— ¿Qué te preocupa?— pregunta la abuela en voz muy baja.
Levanto mi cabeza y veo que todos están dormidos. Menos nosotras.
— Nada— sonrío, pero mi abuela es astuta como un zorro.
— Sabes que no me creo eso ¿verdad?— deja la cabeza de mi hermana, con mucha delicadeza, en el sofá. Y se pone de pie extendiéndome su mano— Vamos a tu cuarto.
Me lleva de la mano como si fuera una niña que va a salir corriendo.
— Soy vieja Ofelia, pero no soy idiota— acaricia mi mejilla y luego señala su corazón— las abuelas tenemos un sentido especial para con nuestros nietos.
— Pero yo no soy tu nieta en verdad...— me rio secando una lagrima.