Ofelia

28.

La consulta del terapeuta no es lo que me esperaba. Yo pensaba encontrarme en una fría sala de espera, con personas viéndome con desconfianza, curiosidad y temor.

Por el contrario, la sala de espera es cálida. Tiene dos grandes sofás color azul oscuro, con una gran mesa de centro en la que hay un jarrón con coloridas flores naturales, un cuenco con muchos caramelos y algunos folletos apilados a un costado.

Xander se sienta a mi lado y entrelaza sus dedos con los míos.

— ¿Estás bien?

— No — respondo con una mínima sonrisa.

— Todo saldrá bien — y por su sonrisa sé que ni él se lo cree.

Mientras esperamos me acerco a la mesa y levanto uno de los varios folletos que hay en ella.

— ¿De verdad?— exclamo en voz baja.

"Paraíso de la calma" anuncia la propaganda de un asilo para personas con enfermedades mentales.

— Deja eso— Xander suspira molesto y me quita el folleto de las manos dejándolo en la pila original.

Me acomodo a su lado e, inconscientemente, comienzo a morder una de mis uñas. Xander la retira despacio, pero me mira molesto y con calma sostiene mi mano entre las suyas

— Brown Ofelia— la voz de una mujer me llama desde un pasillo que tengo a mi derecha.

— Suerte— susurra mi novio dejando un beso en mis labios.

Camino nerviosa y me sorprendo al encontrarme con una mujer de unos cincuenta y tantos años, de cabello rubio y rostro amable.

— Creí que era el doctor Smith...— le ofrezco mi mano— Creí que era un hombre— sonrió aliviada, me agrada que sea una mujer.

— Encantada Ofelia, soy Eleanor Smith y espero no te desanime eso... — comenta abriéndome el paso a su despacho.

— No, para nada— miro todo a mí alrededor y el lugar es bonito, colorido y agradable— Creo que me gusta más que sea una mujer.

— ¡Perfecto entonces!— La mujer camina hasta sentarse en su escritorio y señala una silla frente a este— toma asiento y cuéntame porque estás aquí Ofelia.

— ¿Y desde cuando tienes estas pesadillas?— pregunta cuando termino de hablar.

Me quedo pensando, realmente no se desde cuando las tengo.

— ¿No recuerdas nada antes de ir a vivir con tu padre?— repregunta notando mi confusión.

— Nada, apenas recuerdo el rostro de mi madre. Hace poco papá me dio una fotografía suya y así supe que recordaba sus ojos, eso es todo.

— ¿Recuerdas algo del accidente?

— No y nunca soñé con ese momento— hago un silencio— Creo que tengo estos sueños desde que soy muy pequeña... pero no estoy segura.

La mujer deja la libreta en la que había estado tomando apuntes, saca de su cajón una caja y me ofrece lo que hay en ella; caramelos. Tomo uno y mientras lo abro ella toma uno también.

— Creo que son recuerdos porque hay cosas en ellos que tienen que ver con mi vida— hablo sin pensar mientras llevo el dulce a mi boca.

— Explícame...

— Los dulces, amo comerlos. Pero siempre pienso que lo hago de forma demasiado rápida— me rio y me acomodo— soy una chica segura de mi misma, creo que soy afortunada por comer tanta porquería y no engordar, no me preocupa mi peso ni nada de eso... Lo hago con desesperación como si alguien me lo prohibiera...

— ¿Y quién te lo prohíbe? ¿Tu padre? ¿Su esposa? ¿Tu novio? ¿El chico que esta fuera es tu novio verdad?

— Xander— sonrió y me sonrojo — Xan come más dulces que yo— me rio y ella lo hace también— No, nadie me los prohíbe— suspiro— en mi último sueño decía que la mujer de blanco me los prohibía porque estaba gorda...— bajo la mirada a mis manos— mi madre me llamaba cerdita, eso lo recuerdo— susurro— la mujer de blanco también, aunque ella lo hacía despectivamente.

— ¿Hay algo más, en los sueños, que encaje en tu realidad?

— En el sueño la mujer de blanco quemo mi cuello con un cigarro— la cara de la mujer se contrae— y tengo una cicatriz aquí— señalo mi cuello y levanto la manga de mi camiseta— también me corta con un cuchillo en el brazo, justo aquí— le enseño la cicatriz.

La mujer se pone de pie y se acerca para observarla.

— ¿Algo más?— pregunta con preocupación.

— No que ahora recuerde...

La mujer vuelve a su lugar y se queda observándome y yo a ella. No es incomoda, creo que está pensando y yo estoy ansiosa por escucharla. Finalmente suspira y habla:

— El cerebro tiene mecanismos de defensas hacia traumas que son incapaces de procesar para la mente humana, muchas más si hablamos de niños pequeños y por lo que me cuentas hasta los cinco años viviste con tu madre, eras demasiado pequeña Ofelia. Este proceso se llama disociación, es una manera que tiene el cerebro de proteger la psiquis, hablando vulgarmente, es una manera de desconectar nuestra mente de la realidad, cuando nos encontramos ante situaciones que sobrepasan nuestros recursos psicológicos. Es una distancia de seguridad, una forma de defendernos ¿Si?

Asiento en silencio y muy confundida por lo que me dice.

— Esto no significa que tus pesadillas sean recuerdos, estoy explicando una de las probabilidades. Es probable que por esto no recuerdes nada anterior a la primera vez que viste a tu padre, tal vez el accidente donde murió tu madre fue tan difícil de procesar para tu mente inmadura que esta se protegió borrándolo de tus recuerdos ¿Me explico?

— ¿Quieres decir que yo misma provoque que olvidara las cosas?

— No— responde acomodándose en su asiento— Cuando no puedes huir de una situación terrible, nuestra mente no quiere estar en el cuerpo y termina evadiéndose de la realidad. Inclusive hay animales que lo usan como mecanismo de defensa para evitar ser atacados por sus depredadores.

Vuelvo a asentir.

— Lo extraño es que hayas borrado cinco años completos de tu vida, los cinco años que viviste con tu madre. Eso es lo que me hace dudar...

— ¿Dudar? ¿Cómo? ¿De qué?

La mujer sonríe amablemente — De todo Ofelia, me gustaría saber que paso en esos cinco años que llevo a que tu cerebro lo bloqueara completamente.




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