"La mujer de blanco descubrió a michí, el pequeño gatito que encontré perdido en el patio. Se lo llevo y me dijo que me traería más tarde, pero nunca lo regreso.
Ella no viene siempre, con mami tenemos días tranquilos, pero hoy apareció y en cuanto vio a Michí bajo al sótano.
— Hola cerdita— la mujer de blanco trae las manos manchadas de sangre. Los ojos se llenan de lágrimas al pensar que esa sangre sea de michí — Cuando estés lista para tu regalo de cumpleaños baja— se da media vuelta y sale de la habitación.
¿Hoy es mi cumpleaños? Mami suele hacerme un pequeño pastel y hoy no me hizo nada ¿Cuántos años cumplo? ¿Cinco? No lo sé, todavía no se contar. Seguro serán nueve, mami dice que ya soy una chica grande.
Bajo las escaleras despacio, no hay nadie en la sala, tampoco en la cocina. Suspiro y abrazando a Guapo me acerco al sótano. Hay una bonita mesa servida, un enorme pastel con velas. La mujer de blanco está sola parada en una punta de la mesa, encendiendo las velas.
— Feliz tercer cumpleaños cerdita— sonríe de esa forma tan horrible y me entrega una bonita caja con un moño rosado.
Cuando lo abro la caja cae de mis manos.
— Michí— intento hablar pero las palabras no salen de mi garganta. Michí esta lastimado, tiene mucha sangre y su mirada está completamente perdida.
— ¿No crees que en esta casa tenemos suficiente soportándote a ti?..."
***
— No es lo más común que permita a un tercero en estas sesiones Xander— la doctora Smith le ofrece asiento — Pero teniendo en cuenta que Ofelia se sentiría más segura lo permitiré, necesito que entiendas que puedes escucharla asustada, probablemente llorara, pero ella está segura. No puedes intervenir.
— Lo entiendo— Xander esta serio, nervioso tal vez. Pero agradezco que haya aceptado acompañarme.
— ¿Estás lista Ofelia? — Pregunta bajando la intensidad de la luz.
— Si— respondo de forma segura.
— Necesito que cierres tus ojos, te pongas cómoda y solo escuches mi voz ¿Puedes hacerlo?
— Si.
— Recuerda que en todo momento puedo escucharte, recuerda que Xander está aquí contigo y que tienes que ser comunicativa conmigo ¿De acuerdo?
— Si.
— Relaja tus pies Ofelia... Ahora los tobillos.... Tus muslos — entre cada pequeña oración hace unos segundos de silencio— Relaja tus caderas... tu abdomen... Respira profundamente y relaja el pecho... los hombros... el cuello... el rostro completo, labios, mejillas, parpados...los brazos... las manos... por último, relaja tus dedos uno a uno.
El silencio se apodera de la consulta.
— Quiero que respires despacio, que te concentres en ese movimiento y que escuches con atención lo siguiente: voy a contar de diez a uno. Cuando llegue al número cinco visualizaras tres puertas idénticas y cuando llegue al uno entraras a cualquiera de ellas.
Nuevamente hay silencio.
— Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco... ¿Ves las puertas Ofelia?
— Si.
— Al llegar a uno entraras en alguna de ellas... cuatro, tres, dos, uno... Adelante Ofelia. Cuéntame que ves.
— Una casa, con un bonito cerco blanco y un pequeño jardín delantero.
— ¿Hay algo más? ¿Alguna persona?
— Nadie— respondo observando a mí alrededor. Levanto mis manos y son minúsculas— Soy... soy muy pequeña— susurro un poco asustada — Tengo miedo.
— Tranquila Ofelia, nada de lo que veas o escuches puede lastimarte ¿sí? Solo son recuerdos ¿Reconoces el lugar?
— Es mi casa— respondo sin dudarlo — donde vivíamos con mamá.
— ¿Ves alguna puerta o ventana?
— La puerta amarilla— Sonrió al recordarla — mamá decía que era la puerta más fea del pueblo, pero eso la hacía única.
— Camina hacia ella y ábrela.
Hago lo que me pide y al pasar por el umbral un olor familiar me invade — Jazmines— susurro con una enorme sonrisa — huele a jazmines, eran las flores favoritas de mamá. Alguien está hablando— de pronto no me siento tan feliz.
— Sigue las voces, búscalas Ofelia.
Camino por la sala y entro al comedor, pero allí no hay nadie. Finalmente me detengo en la pequeña cocina.
— ¿Qué ves Ofelia?
— Mamá y yo— respondo con la voz entre cortada — Estamos preparando algo juntas. Huele...— aspiro fuerte— huele rico. Mamá deja un beso en mi cabeza y sonríe, está feliz.
De pronto todo se vuelve frio, comienzo a llorar, me duele el pecho.
— ¿Qué pasa Ofelia? Háblame....
— Le ruego... le ruego que no quiero más fiestas pero ella me ignora— me duele el pecho y siento que me falta el aire.
— ¡Ofelia respira!— esa orden me obliga a volver y calmarme — ¿Por qué no querías las fiestas?
— Porque ella venia.
— ¿Quién?
— La mujer de blanco, la bruja blanca.
— ¿Esta con ustedes?
— En el sótano— susurro y mis pies caminan despacio hacia ese lugar que de pronto recuerdo a la perfección.
— Búscala...
— No quiero— respondo parada en la puerta por la que se filtra luz y se escuchan voces.
— Es necesario Ofelia ¿estás ahí?
— En la puerta, me da miedo bajar las escaleras...— siento mi corazón acelerado.
— Hazlo y recuerda que estas a salvo con nosotros.
— Nena, estoy aquí. Tranquila— la voz de Xander me hace sentir que estoy segura y comienzo a bajar los escalones.
— ¿Qué ves Ofelia?
— Hay hombres y mujeres— susurro sentada en un escalón — ¿Alguien que te sea familia? ¿Tu madre?
— No— susurro hablando en voz muy baja — Estoy yo y tengo mucho miedo.
— ¿Qué haces ahí Ofelia?
— ¡Por dios!— me cubro la boca cuando veo como un hombre mete su mano entre mis piernas— ellos... ellos abusan de mí.
— ¿Quiénes son Ofelia?
— Ella está ahí— susurro— la bruja nos observa mientras lo hacen.