Oficialmente No Profesional

Capítulo II

Bueno, no tengo salida, es mejor ceder de una vez.

Me pongo de pie.

No puedo ni decir media palabra cuando él ya me está analizando otra vez, son de esos típicos supervisores que cuando te ven te hacen un escaneo completo. Me hace sentir como si tuviera tres brazos, o cuatro ojos, siempre ha sido raro.

Termino por respirar para calmar mis nervios y comienzo a caminar. Salimos de nuestro departamento para ir a los demás y así presentarlo como el nuevo encargado, muy a la par que Julián.

Al pensar ese último detalle, lo analizo un poco más. Tiene que ser alguien muy bueno en lo que hace como para obtener ese puesto, porque Julián no suele ser alguien muy fácil con quien trabajar. No porque sea malo, sino porque suele escupirte de golpe todo lo que necesita sin dejarte respirar.

William me pregunta cosas de la empresa y respondo con naturalidad, ya que es información que ciertamente me sé de memoria.

──¿Cuántos departamentos hay en este edificio? ──cuestiona.

Lo pienso un poco.

──No los he contado ──admito──. Pero son muchos. Sin contar el de nosotros que abarca lo que es Recursos Humanos y Administración, también tenemos contabilidad, expansión, marketing…

──Mmm.

Sus ojos quedan fijos en los míos por un momento, notando que desde esta perspectiva… se ven bastante oscuros. Pero dejo de pensar cuando él carraspea, me enderezo para entrar en la siguiente oficina.

Allí Kevin, uno de los de Marketing, se impresiona.

──Siempre pensé que te darían en ese cargo a ti ──dice.

Y ahí va la sal a mi herida.

William es quien responde a eso.

──Con tanta llegada tarde, se quitó el puesto solito.

Los demás ríen, ya que no es secreto para nadie que ese es mi gran defecto. Más de una vez Julián me ha gritado frente a todos por lo mismo, el milagro es que no me haya despedido.

Es tanta la vergüenza, que se me calienta el rostro.

Giro la cabeza cuando noto cómo William había alzado una ceja a mi dirección. Y no dispuesto a humillarme más frente a él, camino de nuevo.

──Bueno, sigamos ──digo.

Luego de una última vuelta, volvemos a nuestro departamento y lo guio directamente a su oficina, que ya se encontraba lista para que él pudiera usarla. Ni lo dejo procesar ni detallar cuando le muestro los gabinetes donde está toda la información de la empresa más los registros a tener en cuenta, y también dándole la contraseña de la computadora y cómo acceder a los sistemas de administrador.

Eso parece captar su atención.

──Te sabes muy bien todo esto.

──Algo, ayudé bastante mientras el cargo estaba vacío ──murmuro.

Asiente y da otro vistazo.

──¿Y los expedientes de los trabajadores y franquicias? ──pregunta.

Señalo a donde está Edith.

──Al lado del escritorio de ella, hay un pequeño almacén donde debe estar todo eso. Está organizado por centro de trabajo.

Vuelve a asentir.

──Bien. ──Se acerca a su escritorio y toma asiento, encendiendo la computadora──. Iré al punto contigo: no quiero llegadas tardes. Ni excusas patéticas que Julián me dice que sueles contar.

Bien, eso me avergüenza.

Era tonto pensar que Julián no le haya advertido de eso, solo espero que no le haya contado también lo que suelo decir.

──No, claro que no. Yo… me esforzaré.

──Es difícil tomarte en serio con ese historial que tienes.

Respiro hondo.

──Bien, sé que no le agrado. Pero puedo asegurarle que hago muy bien mi trabajo. ──Pongo mi mano en mi pecho, señalándome──. Sé que la puntualidad no es mi fuerte, pero eso no quita que me sé cada proceso de esta oficina. Tal vez no perfecto, pero pongo todo de mí para serlo.

Ladea la cabeza, su mirada solo me causa dos cosas: que empiece a sudar y arrepentirme de mis palabras.

¿Por qué él me pone tan nervioso?

──Pondré a prueba lo que me dices luego ──dice con cierta malicia.

¿Para qué abrí la boca?

Intento defenderme y lo único que hago es joderme más.

Bueno, no debí decirle todo eso. No quiero que mi vida laboral se complique solo por caerle mal.

──¿Sabe qué? ──cuestiono──. No debí hablarle de esa manera, yo…

Niega con la cabeza.

──Trabaja. Si tengo una duda te la haré saber, Don Gato.

Quedo estático.

──¿Don qué?

Lleva una de sus manos a la boca, cubriéndola, pero puedo ver claramente cómo sus ojos se achinan ligeramente. Es como si estuviera sonriendo.

──Don Gato, ¿no te gusta? ──pregunta.

──No, mi nombre es Sebastián.

Se encoge de hombros y me echa de la oficina sacudiendo su mano.



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En el texto hay: comediaromantica, slowburn, gaybl

Editado: 10.11.2025

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