William
Inclino mi cabeza para observarlo desde mi escritorio.
Como supuse, si dejo la puerta abierta, puedo ver perfectamente su escritorio sin problemas.
Es bastante chistoso cómo refunfuña como niño pequeño cuando cree que nadie lo está viendo. Parece ser que la valentía brota en él cuando está solo, pero vuelve a ocultarse cuando es descubierto.
A eso se le suma toda su apariencia, sus rasgos delicados junto a su cabello castaño ligeramente ondulado, le dan un aspecto adorable por naturaleza. Alguien muy interesante de ver de cerca, a tal punto que siento curiosidad.
No debería sentirla, soy su supervisor. Pero…
Todo en mi mente se despeja cuando noto cómo la pasante comienza a hablarle, quitando todo mal humor en Sebastián en menos de diez segundos. No tengo que ser brillante para entender que le gusta esa chica, y por la manera en la que la mira…
──No escucho el celular ──advierto en voz alta.
Casi suelto a reír cuando Sebastián salta del susto, tomando el celular y marcando torpemente un número. Algo me dice que el número ni siquiera es correcto.
Me muerdo el labio, viéndolo un momento más antes de colocarme los lentes y así volver a lo mío.
Reviso cada avance de todos, pero con especial cuidado los de Sebastián. Es bastante bueno y eficiente en lo que hace, el mismo Julián me lo dijo apenas llegué, pero con esa puntualidad que tiene…
Me preocupa y bastante, necesito encontrar la manera de mejorar sus horas de llegada.
Entre él y Noah… me inclino más por Sebastián. Puedo enfocarme en trabajar con él y ponerlo a prueba en cómo maneja la presión. Aunque parece odiarme a tal punto de que quiere desearme la muerte, igualmente ha respondido a cada cosa que le he dicho.
Un carraspeo me hace levantar la mirada, y alzo una ceja con intriga al ver a Edith de pie en mitad de mi oficina.
──Yo… quería saber si necesitaba ayuda con algo.
Eso me extraña, pero igualmente hablo con tranquilidad.
──No te preocupes, Sebastián está encargado de responder a cada duda.
──Bueno… también puedo hacerlo ──ofrece de forma amable──. ¿No le gustaría un poco de ayuda?
Parpadeo un momento, viendo cómo ella me mira con una sonrisa.
──Creo que deberías preguntarle eso a Sebastián, no a mí.
──Pero… usted es nuestro encargado.
Eso me sienta mal, es como si no valora todo el peso de su compañero.
──¿Y quién te asignaba las tareas antes de hoy?
──Él, pero…
Suspiro y quitándome los lentes me levanto para acercarme a ella con lentitud.
──Estoy conociendo la empresa apenas, creo que lo mejor que puedes hacer ahora es seguir siguiendo las instrucciones de él. Ya luego los iré organizando yo mismo ──digo con tranquilidad.
Asiente.
──Y… ¿quiere café? E-es que…
Veo de reojo cómo Don Gato nos mira con gran atención, puedo notar la ligera molestia en sus ojos a pesar de la distancia. Es claro que esta chica… es importante para él.
Casi quiero sonreír en el momento que su mirada choca con la mía, porque se endereza en su asiento y vuelve a retomar su trabajo. Parece un niño enojado.
──No quiero, no tomo café ──respondo──. Pero hablo en serio con lo de Sebastián. Él está haciendo tareas y trabajos que suelen hacer las pasantes, si no me equivoco. ¿No deberías ponerte en eso con él?
Se sonroja, parece apenada de que sepa ese detalle.
──Sí, sí, es que… le ofrecí ayuda y me dijo que no.
Por alguna razón, me cuesta creerle.
Para mí fue muy claro que Don Gato se echó la culpa, como si asumir responsabilidades de otros le fuera a salir bien o algo. Pero eso no lo pienso permitir no mientras lo presencie.
Salgo de la oficina, carraspeando. Tengo que volver a contener la diversión cuando Sebastián mira el techo con mortificación un segundo antes de verme a mí, se ve… interesante.
Concéntrate, William.
──¿Sí, señor? ──pregunta.
──Quiero que Edith esté contigo toda la semana ayudándote con lo que haces, ¿sí? ──Él asiente, mirando de reojo a la chica. Con un sonrojo asomándose por sus orejas──. ¿No hay problema, Edith?
La diversión crece cuando su mirada oscurece ligeramente por mi manera de dirigirme a la chica, parece llevarse mal con los celos.
──No, no hay problema, señor William.
Me sonríe abiertamente, y aunque sé que es algo que no debo permitir, la dejo tomarme el brazo cuando lo hace con suavidad.
No me gusta por donde se dirige su interés, pero en otro momento le tendré que ser honesto al respecto. Ahora mi prioridad es otra.
Lo curioso es que al asignarla a su lado específicamente para ayudar a Don Gato, allí sí que comenzó a trabajar como corresponde. Suspiro algo exasperado por sus motivos detrás de ello.