Cierro la puerta y William la golpea con la palma abierta, quedando justo al lado de mi rostro.
Ay, que me despide.
──Diecinueve minutos tarde ──gruñe──. Si la excusa no es que te atropellaron y perdiste una pierna, no quiero escucharla.
Escondo una de mis piernas.
──No lo puede descartar…
Me jala de la oreja.
──Vas a ir a mi oficina y vas a organizar hasta el último documento del estante de historiales de contratos. ──Apenas quiero quejarme, agrega──: Y lo harás con una radiante sonrisa, la misma con la que te pasaste dos horas hablando de gatos con una mujer en la calle.
Enrojezco cuando Noah comienza a reír, algo me dice que me molestará por los próximos tres meses por lo que acaba de decir William.
──Vale, deme un momento, y…
──Tienes cinco minutos para ir, desde ahora. ──Me suelta y retrocede──. Y los informes que preparaste ayer, quiero leerlos también.
──Déjeme enviarlo y…
──Ahora ──vuelve a interrumpirme.
No puedo contenerme.
──Gruñón de mierda ──mascullo en voz baja.
Apenas me alza una ceja, se me va la sangre del rostro. Cuando creo que me cortará la cabeza, sacude la cabeza y se va hacia su oficina. Solo puedo respirar cuando cierra la puerta.
Apoyo mi espalda con la puerta de la oficina, apenas llegué y ya me quiero ir. Ayuda.
Noah me habla con tono serio.
──No creo que con él puedas seguir llegando tarde, ¿has pensado en encerrar a Lalo en una habitación antes de venirte?
──No, eso lo puede estresar.
Me entorna los ojos.
──Esto no sería así si le hubieses enseñado a irse y regresar solo. ──Hago una mueca──. Ahora está tan viejo que, si se va, se pierde.
Es de las cosas que más me frustran, porque de haber tenido un poco más de tiempo con él en casa, sería diferente.
──Lo sé, es que…
──Disculpa ──me interrumpe Edith──. Pero William te dijo que te está esperando en su oficina, tal vez no quieras perder tiempo.
Su comentario me toma ligeramente por sorpresa.
──Tal vez tú deberías trabajar ──escucho a Noah susurrar.
Me acerco y le doy un zape en la cabeza. Se queja en voz baja, pero no me dice nada.
Dejo mi bolso en la silla, envío los informes al correo corporativo de William y me enderezo para ir a mi castigo del día.
Al entrar en su oficina ya él estaba dejando todo lo que debo organizar sobre otra mesa, con solo ver las montañas de papeles, quiero morir de nuevo. Pero me abstengo de soltar quejas cuando me observa con advertencia.
Solo que lo miro de más al verlo con lentes puestos.
──¿Usas lentes? ──pregunto atontado.
Parece sorprenderse de mi pregunta.
──No, para nada. Son parabrisas, ¿no ves? ──Ruedo los ojos ante su sarcasmo, me arrastro hasta la mesa con resignación.
Paso buena parte de la mañana leyendo cada documento y organizándolos como Dios manda. Siempre nosotros habíamos huido de esta tarea por ser demasiado estresante, pero ahora me arrepiento de no haberla hecho desde un principio.
Quiero un aumento, no me pagan lo suficiente.
Subo la mirada ante un carraspeo grave, Julián observa con intriga cómo estoy sentado en el suelo con papeles a mi alrededor.
──Quería preguntarte cómo va todo, pero veo que ya estás castigando a alguien que seguramente llegó tarde. ──Se acerca con claro cuidado de no pisar nada y pone una mano en mi cabeza.
Siento vergüenza, me hace sentir como un niño.
──Ah, sí. Todavía me quedan otras cosas pensadas por si lo repite, no se preocupe. ──Palidezco ante eso, ¿cómo qué más? Veo cómo William sonríe con discreción──. ¿Necesita algo más, Julián?
──Ah, sí. Quiero pedirte algo… ──Me suelta y se acerca a él.
Los observo de reojo mientras sigo con lo mío. Con algo de suerte, terminaré para mañana.
Si me quedo a dormir aquí.
──Bueno, me retiro. ──dice Julián, acercándose a la puerta──. Carácter con los dos, Noah suele holgazanear cuando no tiene a Sebastián cerca.
Desde aquí escucho a mi amigo quejarse, como siempre hace cada vez que escucha eso.
Me enfoco de nuevo en el gruñón, que ya estaba viéndome con total atención. Parece avergonzarse, porque vuelve a observar su pantalla mientras me habla.
──No se te paga por verme, muévete.
Pero si tú ya me estabas viendo.
Retomo mi tarea. Intentando hacerlo lo más rápido que mi agilidad mental me permite, porque algo me dice que me miraba de vez en cuando.
La posibilidad me calentó las orejas, pero no quise subir la mirada.
***