──¿Hola? ¿Refugio animal? ──hablo con el celular apagado en la oreja, sosteniéndolo con ayuda de mi hombro debido a que tengo las manos ocupadas con una toallita húmeda, limpiando lo mejor que puedo a Lalo──. Tengo a un gato que no hace más que hacerme pasar vergüenza, estoy considerando darlo en adopción.
Lalo me mira, molesto.
»¡Ah! ¿Ahora sí me entiendes? ──pregunto en un gruñido, frotando la toalla en su cabecita con algo más de fuerza. Veo el fin cuando la grasa del auto comienza a ceder.
Luego de seguirlo por tres calles, a Lalo le pareció chistoso ocultarse bajo un auto. El demonio requirió a un grupo de cinco personas, incluyéndome, para sacarlo de allí antes de que el dueño del auto quisiera irse y atropellarlo. De lo más vergonzoso que he tenido que hacer.
Al menos William no estaba cuando regresé, eso habría sido peor. Mucho peor.
Se me escapa una sonrisa al pensar en ese gruñón, pero… curioso.
Porque de todas las actitudes que creí que tendría conmigo, lo que menos esperaba era que me defendiera de un departamento entero, que me felicite por mi trabajo y que se lleve mi café como si nada.
Es… agradable.
Toco mi rostro cuando lo siento caliente. ¿Por qué me estoy sonrojando?
Sacudo la cabeza y me concentro en Lalo de nuevo.
──Para ser un gato viejo, tienes mucha energía. Yo tengo veinticuatro y ya me truenan las rodillas, no tengo mucha esperanza de vida ──me quejo.
Aunque no sé con certeza la edad de Lalo, lo encontré algo ya crecido en la calle.
Habría seguido refunfuñado sobre cualquier cosa, pero al acabar de limpiar a Lalo, se acurruca en mi regazo, apoyando su cabeza en mi abdomen.
Mis hombros se relajan.
──¿Tanto te cuesta comportarte así cuando nos miran? ──pregunto con algo de pena──. Todos piensan que te tengo en contra de tu voluntad.
Echo mi cabeza hacia atrás, viendo el envase de William a lo lejos. Dentro tiene el café que Edith le preparó con tanta dulzura que me dolió, pero que ahora me resulta hasta un poco gracioso porque él terminó tomándose el mío.
Pero igualmente siento celos.
¿Qué tiene él de especial? ¿Por qué está tan cautivada?
Sí, es más atractivo que yo. Tiene auto, un puesto mejor, una sonrisa que cuando aparece es…
Mejor no sigo, ya sé que le ve.
Gruño, frustrado.
El celular suena y un dolor de cabeza me invade, me había quedado con el aparato en el hombro y el tono de llamada me aturdió. Me tomo unos segundos para recuperarme y así tomar la llamada.
Mi ánimo sube al ver quien es.
──Hola, mamá ──saludo alegremente.
──Hola, cariño. ¿Cómo está todo? ¿Qué tal la ciudad?
Suspiro, acomodándome cómo puedo en el sofá para cerrar los ojos.
──Muy bien, ¿cómo estás tú?
──Bien, bien. Extrañándote, contando los días para la navidad y que por fin sean tus vacaciones.
Sonrío con algo de tristeza, también la extraño y muchísimo.
──Bueno, cada vez falta poco. Ya estamos en septiembre. ──Acaricio la mandíbula de Lalo, este ronronea complacido──. Me preocupa viajar con Lalo, pero…
──Tranquilo, aquí tenemos espacio para él ──asegura rápidamente──. Tu papá estuvo buscando una caja de arena, para que así no tengas que preocuparte de que se escape.
Eso me enternece.
Mis padres son los mejores solo por eso, cuidan tanto de Lalo porque saben perfectamente que lo es todo para mí.
──Gracias por eso ──digo──. ¿Y papá? ¿Cómo se ha sentido?
──Muy bien ──dice sinceramente──. Agradece profundamente que enviaras para pagar sus lentes de lectura nuevos, te prometo que te lo pagaremos y…
──No, mamá. No quiero que hagan eso, lo volvería a hacer las veces necesarias. Después de todo… ustedes me ayudaron un montón cuando vine hace años.
Ahora ella suspira.
──¿Te he dicho que eres el mejor hijo del mundo?
──Tengo que serlo, soy hijo único.
Mi sonrisa crece cuando escucho a mamá carcajear, es agradable escucharla reír.
Extraño tenerla cerca, abrazarla y contarle todo. Pero desde que estoy aquí… ha sido mucho más difícil.
──No puedo refutar contra eso ──responde──. ¿Cómo te está yendo en el trabajo?
──Bueno… no me han despedido.
──¿Sigues llegando tarde? ──Me muerdo la lengua──. Sebas… ¿qué te he dicho?
──Lo siento, mamá. Pero… ──Observo a Lalo, totalmente a gusto en mi regazo──, para mi Lalo es primero.
──Y eso es adorable, pero míralo de esta manera ──pide──: Si te despiden, Lalo pasará hambre. ¿Quieres eso?
──Claro que no, por eso cada día doy lo mejor de mí.