William
Me toma totalmente por sorpresa cómo Sebastián se acerca por completo para apoyar su frente en mi hombro, aferrándose a mis brazos mientras sigue balbuceando cosas sobre arrojarse en el suelo. Es como si más pasa el tiempo, se le asienta más el alcohol en el estómago, por ende… se pone peor.
En serio este chico no se lleva bien con la bebida.
──Don Gato ──llamo suavemente.
──Silencio, no me des trabajo ahora. No tengo… aquí no tengo los expedientes.
Suelto una risa, lo tengo traumado.
Pero cuando dejo a un lado la diversión… muevo mis manos, con duda y ansias. Solo rodeando su torso para atraerlo a mí en un abrazo, nada del otro mundo quiero creer, y aunque me dio temor a que reaccionara mal, en su lugar… vuelve a acomodarse a gusto.
Estoy cruzando una línea peligrosa.
──¿Y si te recuestas? ──propongo mejor.
Parece reaccionar un poco.
──Es mejor, sí. ──Se aparta, pero no me suelta──. Por allá… la habitación…
Asiento y lo guio.
Tengo que seguirlo sosteniendo todo el camino, todo mientras balbucea cosas de que su gato no ha comido. Algo bastante chistoso.
──Yo le doy de comer ──ofrezco para calmarlo.
Me mira, totalmente conmovido.
──Te lo agradecería.
Al llegar a su habitación, lo recuesto en la cama y él se acomoda totalmente a gusto. Pero antes de que pueda apartarme, me sostiene de la camisa.
──Eh, Sebas…
──¿Sí?
──Necesito irme y tú dormir.
Agradecería que me soltara, la posición en la que me tiene es incómoda. Porque tengo un pie en el suelo, mientras que una de mis rodillas está en la cama sosteniendo todo mi peso para no caer sobre él. Apenas han pasado unos segundos y ya me duele la espalda.
──Ah…
Se distrae con facilidad y mi interés crece cuando frunce el ceño. Me mira como si algo no le cuadrara del todo.
──¿Pasa algo? ──pregunto.
──¿Por qué no usas corbata? ──cuestiona, como si le molestara que no lo hiciera──. El último supervisor solo usaba camisas con corbata.
──No me mencionaron nada de un uniforme.
──Sé que no, pero ahora que lo pienso… a ti te quedaría muy bien.
Eso me acelera el corazón, no puedo dejar de verlo mientras sigue toqueteando toda mi camisa mientras habla de la dichosa corbata. Sebastián parece tener la facilidad de ser adorable en cualquier momento sin importar la situación, algo que creía imposible hasta hoy.
Entonces sube su mano a mi rostro.
Las alertas se me activan.
──Don Gato, para ──pido.
Me ignora y sigue su recorrido, no soy capaz ni de parpadear cuando toca mi piercing en el labio.
──¿Eres gótico?
Suelto una risa, es la misma pregunta que me hacen todos.
──No, simplemente me gustó.
──¿Solo tienes ese?
Asiento.
──Aunque también tengo un tatuaje.
──¿En serio? ¿Dónde? ──pregunta con claro interés.
Tomo su mano y la coloco un poco más debajo de mi clavícula.
──Es pequeño, pero ahí está.
──Mmm…
No aparto mi mirada de la suya. Se ve brillosa por el alcohol, pero también perdida, como si no fuera consciente del todo de lo que pasa. Y aunque sé que no debería estar así… me veo incapaz de apartarme.
Y todo se va al diablo cuando su mirada baja a mi boca, quedándose allí. No sé si estaba viendo el piercing o si simplemente fue pura distracción, pero yo lo tomé como mi señal.
Termino de acercarme y presiono sus labios con los míos, aterrado en parte por dar ese paso. Por un momento creo que me apartará del susto o que me joderá los sentimientos diciendo que no está interesado en hombres, pero me deja en blanco cuando toma mi rostro y me devuelve el beso.
En un movimiento rápido, me subo por completo sobre él para besarlo con total comodidad, algo que él no rechista o dice algo al respecto. Simplemente abre su boca y me besa con velocidad y necesidad, como si… hubiese estado esperando por esto.
Todo en él me desarma. Me había dicho que no quería volver a intentar esto, que todas las relaciones que he intentado tener en el pasado siempre terminan en un desastre porque normalmente el otro chico está en su proceso de «aceptación».
Siempre había intentado entenderlos, porque sé perfectamente lo difícil que es aceptarse de nuevo. Pero ellos no me entendían a mí, en lo mucho que me dolía que me escondieran por vergüenza.
Pero llega Sebastián y con su actitud que me resulta de lo más adorable, con su carácter que me resulta de lo más sexy y su forma de besarme que me deja sin aliento.
Literalmente.