William
Está… extraño.
Llegó hasta temprano, a las seis menos diez. Más de lo que le había indicado, lo cual es… inusual.
¿Estará molesto conmigo por lo del viernes?
Tal vez deba disculparme, hasta yo me ofendería si me cancelan los planes de pronto y de esa forma tan grosera. Tengo que ingeniármelas para excusarme, porque dudo mucho que le agrade escuchar que los celos me cegaron por completo en ese momento.
¿Para qué diablos se deja tocar el rostro por esa mujer?
Igualmente, los dos salimos perdiendo, porque tuve que acompañarla a esa fiesta de cumpleaños y fingir cortesía para no hacerla pasar vergüenza. Fue difícil salirme de todos los toqueteos que me daba, no puedo entender cómo no se da cuenta que no me interesa de esa forma.
Y tengo que admitir… que verlo tan serio me da miedo a mí de hablarle, no le he pedido ni café.
La presión en el pecho crece cuando se queda gran parte de la mañana sentado, solo allí. No le hablaba ni a Noah.
Entonces me llega un correo de él y me emociono como un niño.
–––––––––––––––– 📧 CORREO ELECTRÓNICO ––––––––––––––––
De: Sebastián Medina.
Para: William Querol.
Asunto: RE Liquidación.
Reenvío para su gestión.
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
Vaya.
Solo me reenvió un correo.
Me hundo en el asiento, lo arruiné, pero bien. Mi hermana me va a patear sin piedad cuando se entere, ya puedo imaginarla diciendo:
«Solo tenías que hacer una cosa, William. Era lucirte con él el viernes, no dejarlo plantado por un ataque de celos».
Tal vez lo mejor sea aceptar la derrota con él, que lo mejor es olvidarme de este asunto.
Y una mierda, quiero compensárselo.
Mi curiosidad se enciende cuando Noah lo mira con preocupación, como si algo malo pasara. Al principio no quise prestarle mucha atención, pero entonces me di cuenta de algo.
Estaba tan pendiente de Sebastián, que no me di cuenta de las actitudes de Noah.
No lo dejaba ni levantarse, todo se lo pasaba y acercaba. De vez en cuando Noah le susurraba algo y Sebastián asentía con la cabeza, como renuente a decir más.
Le pasa algo.
Salgo de la oficina dispuesto a indagar, pero Noah vuelve la vista al frente. Decido poner a prueba mi teoría.
──Sebastián, necesito que me des los avances de la apertura del centro ──ordeno, recuperando mi tono firme.
Pero la actitud de Don Gato no flaquea, sigue igual de serio.
──Claro ──dice.
Apenas intenta levantarse, Noah lo detiene.
──Yo lo busco, ¿dónde lo dejaste?
──Yo voy. ──Alzo las cejas ante su tono lleno de dureza. Es tan seria, que Noah se rinde y lo deja estar. Sebastián camina hasta un estante y toma unos papeles──. Aquí están.
Parece costarle tanto caminar, que me acerco directamente para tomarlos.
──Gracias.
Asiente y regresa a su escritorio. Noto cómo su rostro se contrae ligeramente al sentarse, para luego volver a la seria y neutral.
Bien, estoy preocupado.
Ese no es el mismo Sebastián que conozco, no está ese risueño y torpe lleno de nervios que tanto me suele encantar. En su lugar está… un ser que parece odiar la humanidad. Y ni hablar de lo adolorido que se ve.
Voy algo dudoso a mi oficina, pensando en la forma de descubrirlo que no sea utilizando a Noah. Porque se daría cuenta al instante.
Pasa otra hora más y nada que se levanta del escritorio, normalmente siempre está por toda la oficina trabajando como un loco. Más que todo por mi culpa, pero ahora…
No puedo más, necesito saberlo ahora.
──Sebastián, ven aquí ──llamo.
Noah vuelve a intentar interferir.
──Puedo ayudarlo yo…
──Dije: Sebastián. ¿Hablo chino?
El chico hace una mueca cuando Don Gato vuelve a ponerse de pie. Apenas entra a mi oficina, señalo la silla frente a mí, no pregunta y simplemente toma asiento en ella en completo silencio.
Suspiro y me levanto, acercándome a la puerta de mi oficina para cerrarla.
──¿Qué necesita? ──me pregunta con desgana al notar que lo veo sin decir nada.
Necesito arrancarte esa boca a besos.
Será más adelante.
──Bueno, primero quiero disculparme. ──Camino y me siento en la mesa del escritorio. Sebastián eleva la cabeza para seguirme mirando──. Lamento lo del viernes, es que yo estaba…