Oficialmente No Profesional

Capítulo XIX

William

Apenas cierro la puerta del auto una vez estoy dentro, Sebastián me habla.

──Gracias por venir conmigo.

No dudo mi respuesta.

──Estaré contigo todas las veces que quieras.

Su mirada, aunque cansada, parece llenarse de emociones. Casi puedo jurar que se va a echar a llorar, pero desvía la mirada hacia la ventanilla.

Ya es la una de la madrugada. Super tarde. Todo porque Sebastián no quiso quedarse a pasar la noche, de eso sí no pude convencerlo, porque apenas mencionó a su gato no pude negarme.

Llegamos a su casa y veo que respira hondo antes de abrir la puerta, como si se preparara. Me pongo alerta por si veo al dichoso gato para atraparlo antes de que haga tal gracia, pero en su lugar el felino se sube a la pierna de Sebastián y se queda allí, totalmente aferrado.

Eso es nuevo.

──Gracias y perdóname la molestia. ──Mira de reojo a su gato antes de seguirme hablando──. ¿Pasarás o te vas? Me inquieta la puerta abierta.

En respuesta, me adentro y yo la cierro tras de mí.

Quedamos viéndonos en completo silencio, y cuando doy otro paso para acortar más distancia, me detengo asustado cuando el gato sube. Escala por toda su ropa hasta llegar a su hombro. Sebastián ni reacciona a eso, parece acostumbrado.

Todo un Don Gato, sin duda.

──¿Y si te recuestas? ──pido, preocupado.

Se muerde el labio y aquello me hace inhalar profundamente.

──Tal vez sea lo mejor.

Da la vuelta y comienza a caminar, lo sigo sin preguntarle si puedo o no.

──Está de más decirte que no vas a trabajar esta semana.

──Trabajo sentado, puedo ir.

──No, no puedes. Te atropellaron.

──No, no lo hicieron. La pobre señora por poco y traspasa el piso de su auto para detenerse.

──Pero te golpeó.

──Y no fue grave, puedo ir.

Veo cómo quiere tirarse a la cama, por lo que le quito el cabestrillo con cuidado de no tirar al gato. Pero cuando intento apartar al felino, este me mira con furia y me clava las garras en las manos, forzándome a soltarlo.

──Agh. ──Me llevo la mano herida a la boca.

Sebastián ríe, recostándose con sumo cuidado.

Pero antes de que pueda enojarme, veo al felino caminando hasta recostarse en su pecho.

¿Es normal que eso me parezca sexy?

──Lamento eso, no sé qué le sucede. Está así desde el viernes.

Me relajo y me siento a su lado, con cuidado de no lastimarlo.

──Creo que es obvio, está tan preocupado por ti como tú de él. ──Parece conmoverse, mueve su rostro hacia su gato y este se acerca más a él. Verlo así… me despierta la curiosidad de nuevo──. He querido preguntarte, ¿por qué adoras tanto a ese gato?

La mirada que me da, me pone nervioso. Jamás lo había visto tan serio, es como si fuera otra persona.

──¿Por qué? ──pregunta a la defensiva──. ¿Te parece ridículo?

──No ──digo al instante──. No, claro que no.

──¿Entonces?

──No quiero juzgarte, Don Gato. ──Noto cómo al escuchar el apodo, su mirada se suaviza──. Me intriga. Me llama la atención el apego emocional que le tienes.

Suspira con cansancio.

──Historia aburrida ──murmura sin ganas.

──Te puedo asegurar… que nada de lo que salga de tu boca me resulta aburrido.

Su rostro se tiñe de rojo, tentándome más a besarlo. Pero… no creo que sea apropiado hacerlo ahora.

Entonces asiente.

──Esta casa era de mis abuelos paternos ──explica──. Nadie de mi familia podía venir a cuidarla, y cómo a mí me emocionaba tanto la idea de venir a la capital… vine solo al cumplir los veinte años.

»Solo que no me esperaba lo difícil que iba a ser ──admite──. La vida me dio una buena dosis de qué tan dura puede ser, porque mientras intentaba encontrar trabajo… encontraba rechazo. Que si no era esto, que si no tenía experiencia, que si era tan estúpido como para creer que me contratarían a mí.

Ríe con amargura por lo último. Verlo así de triste y dolido por recordar eso… me dejó una punzada en el pecho.

»Me avergüenza lo mucho que mis padres me ayudaron por meses, y un día… les dije que conseguí trabajo. Era mentira, claro, solo no quería que siguieran gastando en mí. ──Lleva una de sus manos a la cabeza del gato, acariciándola con delicadeza──. Tuve que vender agua y galletas en los semáforos, hasta periódicos a veces. Fue… humillante la cantidad de veces que me despreciaron por eso.

──¿Qué te decían?

──Que dejara de dar lástima, que no me quedaba… y más cosas que no quiero repetir. ──Vuelve a mirarme──. Yo jamás pedí dinero en la calle, jamás di lastima para que me regalaran cosas, ¿entiendes?

──Sí.



#3043 en Novela romántica
#1013 en Otros
#388 en Humor

En el texto hay: comediaromantica, slowburn, gaybl

Editado: 10.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.