William
Estoy considerando seriamente que Sebastián es bastante tonto.
Tengo una semana tocándolo por todas partes, puedo meterle mano perfectamente y seguirá pensando que somos amigos. No lo he hecho solo por respeto, pero algo me dice que si lo hago se deja.
Y me preocuparía, pero luego lo veo con Noah y…
──Noah, quítame las manos de encima ──lo escucho gruñir──. ¿Crees que soy un muñeco o qué?
Bueno… conmigo lo parece.
──Sebas, ¿por qué me tratas así tan feo?
──Porque sé lo que tramas, no pienso hacer de chef privado toda la noche solo para que te luzcas con Nataly.
──Te pagaré.
──Claro, para que me traigas recuerdos de mis mejores momentos.
Eso llama mi atención.
Al final estos chicos me han mal influenciado, porque mientras Sebastián saca un lado tierno que siempre lucho por esconder, Noah me saca lo chismoso. Estoy atento a cada palabra, ocultándome con el monitor de mi computadora.
──Que Robert se joda, eres el mejor cocinero del mundo ──responde Noah──. Vamos, es que cumpliremos tres meses juntos. Quiero destacarme.
Insiste tanto que al final lo terminó convenciendo, ¿cómo hago para que me inviten a mí también? Muero de ganas por verlo cocinar algo elaborado. Siempre le he visto preparar cosas «sencillas», y aun así… tiene talento, incluso en lo más pequeño.
Respiro hondo cuando veo a Edith acercarse a él.
Ya se hablan con normalidad, y aunque sé que ella no se disculpó… Sebastián la trata con la amabilidad de siempre.
Desvío la mirada cuando creo que Edith me mirará, no quiero que piense que la estoy llamando o algo.
En parte me resulta de lo más chistoso el asunto, pensar en este extraño y retorcido triangulo que tenemos. Pero uno curioso, porque mientras Edith me mira a mí, yo miro a Sebastián. Y Don Gato que antes solía mirarla a ella… dejó de hacerlo cuando nos acercamos más, o eso quiero creer.
No niego que estoy todo lleno de esperanzas.
Aunque también me preocupa un pequeño detalle: sigo siendo su supervisor en esta oficina. Y aunque no sea por mucho tiempo…
──Lo que me pediste. ──avisa Sebastián, seguido de dejar mi taza en el escritorio──. Y café.
Definitivamente este hombre se pone en bandeja de plata para molestarlo.
──Te falta la falda.
──Ni loco, gruñón.
Contengo la sonrisa, hasta su forma de llamarme me encanta y es un insulto. Parezco ser un masoquista.
Pero ambos dejamos toda diversión de lado cuando entra Julián a la oficina, pidiéndome mil cosas en un margen de dos minutos.
Sebastián lo mira sin decir nada, no viéndose para nada intimidado ante la cantidad de cosas que pide Julián. Y en parte sé que eso se debe a mí, porque le hago exactamente lo mismo, logrando que resuelva cualquier tema en poco tiempo.
Bebo café para disimular la sonrisa, me da orgullo ver lo mucho que ha mejorado.
Entonces el jefe toma a Don Gato por el hombro.
Dejo mi mirada fija en ese gesto.
──¿Cómo te estás portando?
──Eh… ¿bien? ──pregunta con algo de nervios.
No termino de entender por qué no reconoce que es bueno en lo que hace, parece ser algo normal en él.
──Más te vale, porque pronto me reuniré con William para discutir los avances de todos y… ──Julián me mira y yo niego con la cabeza con insistencia, termina por asentir antes de decir otra cosa──, cosas importantes.
Me relajo.
──Ah ──murmura Sebas.
──Bueno, me voy. ──Lo suelta, para mi alivio──. ¿Cuándo podrás tener todo listo, William?
──Puedo enviarte avances en la tarde y mañana temprano el resto.
──Genial, eres un crack. ──dice y se va con mucho ánimo.
¿Un qué?
A veces no entiendo las expresiones de ese hombre, es muy raro.
Sebastián me mira.
──¿Qué necesitas?
Sonrío.
Le entrego lo que necesito y él se va, ambos nos ponemos manos a la obra.
***
Acecho con discreción el momento preciso en el que dejan a Sebastián solo para acercarme a él, tomando la silla de Noah y quedándome a su lado. Y a diferencia de otras veces, se queda totalmente tranquilo.
──¿Y si vienes conmigo luego del trabajo? ──pregunto sin rodeos.
Allí sí que suelta todo con rigidez, mirándome con clara sorpresa.
──¿Para qué?
──Es el cumpleaños de mi mamá, me insultará si llego solo. Dice que soy muy amargado.
──Bueno… lo eres.
Ladeo la cabeza con diversión.