Oficialmente No Profesional

Capítulo XXXI

De solo sentir las náuseas, me quejo ruidosamente.

──¿Muy mal? ──escucho a William preguntarme.

──Ajá. ──respondo, acurrucándome más como si nada.

Es cuando abro los ojos cuando me doy cuenta del lugar que me estoy acurrucando.

¿Y si finjo demencia?

Podría funcionar, ¿o qué tan poco común es que alguien duerma en los brazos de su supervisor? Es algo que pasa cada día, yo lo veo en las noticias.

Y una mierda, ¿ahora qué hago?

──Relájate ──susurra el gruñón en mi oído──. No lo pienses tanto, no me molesta. ¿A ti te molesta que te tenga así?

──No… ──digo──. Honestamente, no.

──Entonces, todo está bien.

Sin miedo al éxito, escondo mi rostro en su pecho antes de hablar.

──Dije locuras anoche, ¿verdad?

──Sí.

Por supuesto, maldita sea.

──¿Qué tantas? ──pregunto con cierto temor.

──Créeme que no quieres hablar de eso, hazle un favor a tu dignidad y déjalo estar. ──Subo la mirada de golpe, encontrándome con la suya burlona──. Buenos días, mi Don Gato.

¿Soy suyo ahora?

──Buenos días ──murmuro con bastante pena.

──¿Cómo te sientes del todo? ──pregunta, con sus labios casi pegados en mi frente──. ¿Cabeza? ¿Cuerpo?

──Todo duele ──confieso.

──En ese caso…

Me abraza con más fuerza, calentándome el rostro entero cuando me rodea con sus brazos por completo con sus manos sujetándome con firmeza. A pesar de la vergüenza que siento… me remuevo para acomodarme mejor entre sus brazos, descubriendo así que Lalo está pegado a mi espalda.

──¿Desde cuándo está allí? ──pregunto.

──Desde anoche.

Lo proceso un poco, es raro que esté tan tranquilo cuando el gruñón me tiene como un peluche humano.

──¿Puedo preguntar por qué te quedaste?

──Porque anoche te dije que te cuidaría al momento de animarte a beber, no podía romper esa promesa que te hice.

──Lamento eso. ──Suspiro contra su pecho, dándome cuenta que tiene el uniforme puesto de ayer──. Oye, ¿dormiste con eso puesto?

──No, Don Gato. Para nada ──responde con sarcasmo──. Me la quité anoche y me la volví a poner al amanecer.

Cierro los ojos con fuerza y aspiro hondo, todo para evitar una avalancha de imágenes no aptas para el horario en mi cabeza. Debo controlarme antes de que esto se torne vergonzoso.

──Gruñón de mierda, sabes de qué hablo ──me quejo de mala gana──. Debió ser incómodo tener eso toda la noche, ¿quieres que te preste algo de mi ropa?

──No es necesario. ──Su negativa me entristece, pero continúa──. Luego no querré devolvértela.

Vale la pena el sacrificio si así puedo verlo con mi ropa puesta, quiero babear ante la imagen.

Aunque no quiero, me termino apartando para levantarme de forma perezosa. Más que dispuesto a encontrarle algo cómodo.

Le arrojo las prendas a la cabeza.

──Cámbiate ──ordeno.

Me mira con picardía.

──¿Frente a ti?

Reprimo un jadeo ante la idea.

¡Deja de alimentar mis fantasías, carajo!

──No, imbécil ──escupo de lo más nervioso──. Allí hay un baño, muévete.

Ríe y se levanta, solo es cuando cierra la puerta que aprovecho y me cambio también. Hice todo ese proceso lo más lento posible a ver si William salía y me veía, pero hasta en eso tengo mala suerte porque no lo hizo.

Mi intento de seducción ha sido un fracaso, aunque luego de la humillación de anoche ni le habrán quedado ganas.

Dios, Sebastián. ¿Qué te pasa hoy? ¿Amaneciste necesitado?

Tomo a Lalo en brazos, dirigiéndome mejor a la cocina para destacarme y… lograr en él esa expresión maravillada que tanto me encanta. Cocino mientras ignoro todos y cada uno de los eventos borrosos de anoche, es mejor no pensar en cosas que me harán querer enterrarme vivo.

──¿Qué preparas? ──pregunta William, asomándose sobre mi hombro.

──No es la gran cosa, huevo y tostadas. ──Apago la hornilla y giro para verlo. Es interesante cómo mi ropa le queda perfecta──. ¿Qué tal la ropa?

──Bastante cómoda, gracias. ──Alzo una ceja cuando toma la cuchara y toma un poco de huevo del sartén, para luego acercarlo a mi rostro──. Abre.

Suspiro y le hago caso, viendo con ciertos nervios como él se acerca por completo para mirarme con cierta ternura y calidez. Pero termino girando la cabeza cuando está tan cerca que ni puedo respirar porque me roba el oxígeno.

Igual no me quejo.

Disfruto tanto de la cercanía que me dejo estar cuando me acorrala contra el mesón. No se me ocurre qué decirle, lo único que se me ocurre es desayunar así y él parece querer lo mismo.



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En el texto hay: comediaromantica, slowburn, gaybl

Editado: 10.11.2025

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