Oficialmente No Profesional

Capítulo XXXV

Llego junto a Noah a la fiesta de navidad, se ve bastante emocionado. No sé si se debía a que tuvo que organizarla o que estoy con él, pero parece tener una fuente inagotable de energía.

──¡Bebamos…!

──Eso sí que no ──interrumpo──. Mañana tengo que preparar todo para el viaje y no quiero parecer un zombi, olvídalo.

Me hace un puchero, pero me deja tirado para irse con los demás. A estas alturas, me siento indignado.

Tanto lloriquear para que viniera, ¿y al final se va para dejarme solo?

Recorro la oficina, sintiéndome fuera de lugar y algo apenado. Es la primera vez que veo a todos los departamentos juntos en un solo piso, normalmente cuando eso sucedía, era porque estaban peleando o algo así. Supongo que hay tregua por ser una fiesta.

Israel aparece en mi campo de visión, y cuando intento girar para desviarme, se acerca bastante rápido.

──Hola, Sebitas ──saluda──. Tengo mucho tiempo sin verte.

Porque cuando te veo me escondo.

──Ah, sí… hola. ──Sonrío un poco──. Volveré con Noah, así que…

Toma mi brazo apenas intento alejarme.

──¿No prefieres quedarte conmigo y…?

──¿Interrumpo? ──Miro de reojo a William, quien mira a Israel con una expresión llena de dureza──. Sebastián, te estaba buscando.

¿A mí?

No, a Pedro, pendejo. ¡Claro que a ti!

Para mi total sorpresa, William pasa un brazo por mis hombros para acercarme a él. Forzando a Israel a soltarme.

──No lo pondrás a trabajar en vacaciones, ¿verdad? Faltaría más ──dice Israel con cierta ironía.

Noto cómo el gruñón quiere responderle haciendo uso de todo su carácter, por lo que le miro suplicante y sorprendentemente… se contiene. Y a pesar de que Israel se va diciendo más de sus tonterías para provocar, sigue guardando silencio.

Su mirada me da miedo, perfectamente me puede poner trabajo en venganza.

──No estamos en horario laboral, podía pelear ──reclama.

──Seguimos en la oficina ──recuerdo.

Me suelta al escucharme.

──Cierto.

Qué adorable se ve respetando mis reglas de mala gana.

──Hola ──saludo apenado.

Parece relajarse, porque se acerca para apoyarse en la pared a mi lado.

Con esta cercanía, me es inevitable recordar lo que sucedió anoche. La corta distancia y en como…

──Hola. ──responde en voz baja, sacándome de mi trance.

──¿Qué opinas? ──le pregunto, haciendo referencia a la fiesta.

──No está tan mal, aunque hubiese preferido que solo vinieran personas agradables… no podemos dejar a alguien por fuera, lamentablemente. ──Sonrío un poco, es como escuchar a alguien malcriado──. ¿Qué te parece a ti?

Observo de nuevo todo el entorno.

──Es mejor de lo que imaginaba.

──¿No has ido a una fiesta navideña en uno de tus trabajos?

──Sí, pero tenía apenas dieciocho y era en el trabajo de mi mamá. ──cuento y lo veo sorprenderse──. Uno de mis primeros trabajos fue en la misma empresa donde está mi mamá, allí aprendí sobre el trabajo de oficina.

Se acerca más, totalmente curioso.

──¿En qué más has trabajado?

──No mucho: mesero, cocina, limpieza, atención al cliente…

──Eres todo terreno, Don Gato ──murmura.

Me arde la cara de vergüenza.

──No digas eso, no es la gran cosa. ──Choco mi hombro con el suyo, William suelta una pequeña risa que no tarda en contener──. ¿Por qué haces eso? ¿No te gusta que te vean reír?

──Me gusta que solo tú puedas verme reír, aquí hay muchos testigos.

Giro por completo para verlo, cuando me dice cosas así… siento que me dará un paro cardiaco.

──B-bueno, e-es bueno eso, supongo. Po-porque la risa es buena para la salud y… lo bueno es bueno y… y…

Me muerdo la lengua con fuerza, en un intento de parar esta humillación.

Nos quedamos en silencio sin saber muy bien cómo proceder, y al estar de esa manera, puedo ver cómo William baja la mirada hacia mi mano. Quiero dársela, pero Edith se acerca y le ofrece a William un bocadillo directo a la boca.

Tenso los puños.

──Está delicioso ya verás. ──William intenta tomarlo, pero Edith niega con la cabeza──. Te lo daré yo.

──Edith ──advierte el gruñón──. Estamos frente a todos y…

──Solo es amabilidad, ¿qué tiene de malo? ──insiste──. Sebastián lo ha hecho muchas veces.

Porque yo soy yo, carajo.

Creía conocer la furia, pero estaba equivocado. Luego de ver como William abre la boca para aceptar el gesto, allí sí que estoy seguro de conocerla.

Me alejo lo más rápido que puedo, no soportando el enojo incontrolable que siento en el pecho. Siento que podría patear a cualquiera en este momento. Es injusto, se supone… que ese gesto era entre nosotros dos solamente, ¿por qué lo acepta de ella?



#3043 en Novela romántica
#1013 en Otros
#388 en Humor

En el texto hay: comediaromantica, slowburn, gaybl

Editado: 10.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.