Abro los ojos y lo primero que veo es a William boca arriba sin camisa, totalmente dormido. Aún tiene la sábana cubriéndolo de la cintura para abajo, y solo detallarlo me hizo querer repetir lo de anoche.
De solo recordar lo que dijo luego de todo… mi corazón se acelera de una forma terrible, ese es el efecto que él siempre causa en mí. No es novedad.
Necesito preguntarle mil cosas para responder a lo que me dijo, pero sé que eso lo pone nervioso. Así que, creo que la mejor opción es esperar a regresar.
Noto a Lalo entre nosotros, debió haberse subido en mitad de la noche. Es curioso cómo pasó de querer dormir totalmente pegado a mí, a acurrucarse entre los dos completamente a gusto.
Mi mirada vuelve a caer en William.
Anoche no pude detallarlo por la oscuridad que nos envolvía, pero ahora con la luz filtrándose por la ventana, ya puedo hacerlo.
De solo notar lo atractivo que es, me entra la pena. Sigo sin poder pensar en esas cosas sin llenarme de vergüenza, pensar en lo mucho que me encanta su aspecto ligeramente gótico por ese cabello negro y el piercing. Todo eso no hace más que preguntarme de qué será ese famoso tatuaje…
Pues averígualo, Sebastián. Lo tienes ahí sin nada, ¿eres tonto o qué?
Me acerco con cuidado de no molestar a Lalo, curioso de ver por fin el famoso tatuaje y me quedo helado al ver que es una huella de gato.
Eso explicaría muchas cosas.
William se remueve y despierta, parpadeando un par de veces antes de abrir los ojos por completo.
Baja la mirada hacia su tatuaje y sonríe.
──Supongo que quieres explicaciones.
──Ahora que lo dices, sí. ──Asiento algo ansioso.
Suelta una suave risa.
──Me decían que era como un gato: amargado y gruñón por fuera, pero necesitado de amor por dentro. ──Estira una de sus manos y reprimo un jadeo cuando se posiciona en mi espalda baja──. Me gustó la metáfora y me hice este tatuaje.
Eso… eso fue lo mismo que dije hace meses.
¿Será el destino o algo así? Después de todo, anoche dijo que me quiere desde que me vio correr tras Lalo.
Vuelvo a enrojecer.
Me quiere.
Bueno, muy bonito y todo, pero… ¿cómo diablos me las ingenié para cautivar a alguien tan gruñón y peleón? Soy la persona más torpe del planeta, lo único que hago bien es sacarlo de quicio.
Pero no me quejo, para nada. Estar así con William… es como el cielo.
Ahora quiero saber más de él.
──¿Puedo preguntarte cosas? ──Apenas se inquieta, le aclaro──. Sobre ti.
Se relaja de nuevo.
──Claro.
Mis dedos juguetean con su tatuaje, claramente algo nervioso.
──¿Siempre has sido…?
Me detengo por la vergüenza. Pero su expresión se suaviza, calmándome.
──Tranquilízate, es normal. ──Sus dedos acarician mi piel, tengo que reprimir el escalofrío que sentí con eso──. Sí, siempre me han gustado los hombres. Nunca me han atraído las mujeres, por mucho que lo haya intentado en la adolescencia.
──¿Por qué lo intentaste?
──Encajar ──responde simplemente.
──Ah…
Lalo parece hartarse de que le interrumpamos el sueño, porque se levanta para acomodarse arriba de nuestras cabezas. Vuelve a dormirse en menos de un segundo.
Quisiera yo tener esa vida.
──Por eso mis padres no reaccionaron mal, no fue sorpresa para ninguno de los dos. ──sigue diciendo mientras me atrae a él por completo, abrazándome.
Alzo una ceja ante su sonrisa traviesa.
Sinvergüenza.
Pero logro pensar en lo que me cuenta.
──¿Ninguno de los dos te dijo algo de eso? ──pregunto algo temeroso.
No quiero que se sienta incómodo, pero parece acostumbrado a estas preguntas.
──Luego de superar la sorpresa, papá dijo que al menos podría patear al maldito que me haga daño. ──Ríe a carcajadas al recordarlo──. Que se la puse fácil, porque no iba a poder golpear mujeres.
Sonrío enternecido, eso es bastante lindo de su parte. Y no puedo evitar preguntarme… ¿mi papá también será así?
Veo a William, este me mira pacientemente. Es claro que está esperando a que le siga haciendo preguntas.
──¿Cuántos?
Entrecierra los ojos.
──¿Novios? ──Asiento──. No tantos, cinco cuando mucho. Ninguno duró más de seis meses.
──Mmm…
Chasquea la lengua.
──Bueno, mi turno ──notifica──. Yo también tengo muchas preguntas y mucha curiosidad. ¿Cuántas?
Qué pena…
──Dos, aquí ──aclaro──. No había estado con nadie hasta Edith.