Reaccionamos cuando suena la puerta de la oficina, anunciando así que llegaron todos los demás. Es allí donde William se detiene.
Espera, ¿cuánto tiempo estuvimos aquí? No fueron solo cinco minutos.
──¿Cómo haré para no extrañarte demasiado durante todo el día? ──pregunta William.
Se me calientan las orejas.
──Estoy a unos pasos, gruñón.
──Pero fuera de mi alcance.
Es como ver a un niño malcriado.
Quiero responderle, pero escuchamos cómo desde afuera Noah empieza con lo suyo.
──¡Seebas! ¿Por qué no huele a café?
Elevo mis comisuras en una suave sonrisa, oírlo me hace darme cuenta de lo mucho que lo extrañé en realidad.
Me sobresalto cuando William vuelve a besarme, solo uno pequeño y fugaz. Al separarse se dedica a rozar mis labios con los suyos.
──Nada de hacerles el trabajo que a ellos les corresponden.
Asiento, totalmente hipnotizado.
──Entendido.
──Solo haz lo que yo te ordene ──sigue exigiendo.
──Claro.
──Ponlos a trabajar, lo digo en serio.
Cierro los ojos cuando me muerde ligeramente, no logro ni concentrarme. ¿Lo está haciendo a propósito o qué?
──¡Sebass! ──Me tenso al escuchar a Noah.
Tengo que forzarme a separarme, porque si depende de este gruñón… algo me dice que no me dejará trabajar en todo el día.
──Creo que debo salir ──murmuro.
Suspira con tristeza y asiente.
──Mejor ten eso. ──dice, acercándose al escritorio. Toma unas cuantas hojas y me las entrega──. Dile a Noah que quiero eso para dentro de una hora, pon a Edith a trabajar y espero mi café junto a la agenda con todo lo pendiente.
Asiento y salgo de allí, intentando hacerlo del humor más neutro que tengo. Pero siento que lo hago terriblemente, porque apenas me miran los otros dos, el rostro entero se me calienta.
Carraspeo y apenas me acerco a Noah, este se levanta de un salto para pasar un brazo sobre mis hombros.
──¡Estás aquí! ──celebra──. Las vacaciones se sintieron eternas sin ti.
Rio un poco.
──Mamá te envía saludos ──le digo──. Espera verte pronto.
Noah sonríe con aprecio.
──Eso espero también. ──Mira lo que tengo en las manos, y entiende de inmediato de que trata──. ¿Te he dicho que eres mi mejor amigo?
Entrecierro los ojos.
──Ajá, no haré lo que sea que estás pensando.
──Pero es que no entiendo cómo se hace el balance y…
──No, hazlo tú ──regaño──. Y toma esto, William quiere que se lo entregues en menos de una hora.
Me alza una ceja mientras se aparta, tomando las hojas que le ofrezco.
──¿Ahora es William? ¿Dónde quedó lo del «gruñón de mierda»?
Ya empecé mal.
──Quedó igual, Noah.
──¿Seguro? ──pregunta.
──Sí.
──Pero…
──Solo dije su nombre, cierra la boca.
Me hace un puchero.
──Pero es que me hace sentir celoso, ¿y si él se convirtió en tu mejor amigo luego de viajar contigo?
──No, no es así.
Entrecierra los ojos, parece querer seguir discutiéndome, pero ambos nos detenemos al ver a Edith dirigirse sonriente a la oficina del gruñón. Solo que esta vez es diferente, luego de saber hacia dónde van sus gustos… no me puede importar menos.
Ahora solo puedo sentir pena, ¿por qué William no le ha dicho nada?
──Bien, no puedo más, ya estás más que listo. ──Veo a Noah──. ¿Quién se lanzó?
Me pongo nervioso.
──¿De qué hablas?
──Sabes perfectamente de qué hablo ──acusa──. Es claro que ya te comiste a nuestro jefecito, tienen meses haciéndose ojitos. Tuve que estar detrás de los dos para que reaccionaran e hicieran algo al respecto, merezco saber los detalles de cómo te dieron.
Entro en crisis, ¿cómo que me dieron?
O sea, sí… ¡pero ese no es el punto!
──¡Shh! ──Cubro su boca con rudeza──. Noah, baja la voz.
Quita mi mano.
──Ningún baja la voz, quiero saberlo todo ──exige──. ¿Qué tal fue? ¿Fue en el viaje? ¿Debería decirte «buen provecho»?
Me sonrojo ante sus preguntas imprudentes.
──Noah, para ──pido──. ¿Era tan obvio?
Resopla.
──Más de una vez encontré a William queriendo ponerte las manos encima y a ti rojo como un tomate, ¿qué esperabas?
Ups.
──¿Y no te molesta? ──pregunto con cierto temor.