William
Ya estamos a principios de marzo. Luego del eterno enero, los meses comienzan a pasar más rápido. El trabajo ha marchado muy bien, no se ha tenido ningún tipo de incidente, ni siquiera con Israel. Lo cual es un total alivio.
No sé qué tipo de obsesión tenía con Sebastián, pero creo que ya se le pasó. Pienso que solo lo hacía para molestarme.
Muevo los cables para poder limpiar esa parte del escritorio que parece tan llena de polvo que da pena tenerla así, cualquiera pensará que soy un descuidado si llega a ver esto.
Lo hago por eso, no porque Don Gato haya hecho esa observación antes de irse de mi oficina.
Para nada por eso. Sobre todo, cuando yo soy el supervisor.
Por ahora.
Me muerdo el labio al pensar en eso, debo decírselo a Sebastián pronto antes de que reaccione mal cuando se entere. No he podido encontrar el momento.
Edith entra y suelto un suspiro exasperado ya, esa chica ha agotado toda mi paciencia. No importa cuánto la eche, cuanto le digo que pare y que no estoy interesado, siempre vuelve.
──Quisiera que me ayudara…
──Espero que, si vienes a decirme a mí, es porque Sebastián y Noah no te ayudaron. ──Se queda callada, enojándome más──. Edith, necesito que pares con esto. Sé que no vienes para que te explique cosas.
──Entonces sabrá lo muy interesada que estoy de usted.
──También lo sé ──admito──. Pero…
──William… me gustas mucho, muchísimo. ¿Por qué no me dejas intentarlo?
──Tengo pareja, y esto es muy incómodo para los dos.
Se cruza de brazos.
──¿Y por qué no me habías dicho nada sobre que tenías pareja? ──pregunta ofendida──. Si te diste cuenta de mis sentimientos, debiste ser directo conmigo.
Cruzo los brazos, imitando su gesto.
──¿Y yo por qué tengo que darte explicaciones o detalles privados de mi vida? ──cuestiono de vuelta──. Yo jamás te di a entender que tengo interés por ti, Edith. No te veo de esa manera.
──¿Cómo puedes estar tan seguro si no me das la oportunidad de acercarme? ──pregunta, acercándose──. A Sebastián le cuentas de tu vida, hablas con él y hasta a veces se van juntos. ¿Por qué conmigo no?
Si es por mí, se lo dijera de una vez. Pero teniendo en cuenta que Sebastián no quiere nada de esto…
Debo respetarlo, no quiero que se sienta incómodo.
Me pesa la lengua, pero igualmente lo digo.
──Porque es un buen amigo ──hablo con tranquilidad──. Se ganó mi confianza, eso es todo.
──Pero yo también…
──Edith ──interrumpo──. Escúchame con atención cuando te digo esto: no estoy interesado en ti, tampoco lo estaré. Tengo una relación que me hace muy feliz, de hecho, y no pienso faltar al respeto con todo esto.
»No es la primera vez que te lo digo ──señalo──. No soy el más amable, pero lo he intentado por ti para no ser un desconsiderado sin alma. Pero basta ya, deja de venir a mi oficina para intentar tocarme con excusas que no funcionan, trata tus dudas con los chicos afuera de una buena vez.
Los ojos de ella se llenan de lágrimas.
Agh, fui demasiado cruel.
Pero no la detengo cuando da la vuelta y se va, tan rápido que ni siquiera cierra la puerta.
Gracias a eso, puedo ver el momento exacto que se arroja a los brazos de mi Sebastián para buscar una especie de consuelo. Mi Don Gato queda perplejo, y apenas intenta apartarla, ella sube la mirada y toma su cuello.
La voy a despedir si se atreve.
Por suerte, Sebastián logra zafarse de ese agarre y la sienta en su silla. Parece lograr tranquilizarla.
Luego él entra a mi oficina, cerrando la puerta.
──Parece que te excediste.
──No entendía un no ──me defiendo.
Toma asiento en la silla de al frente, dando leves vueltas en ella ya que tiene rueditas. Alzo una ceja al verlo así.
»¿No tienes trabajo? ¿Quieres que te dé?
──No ──espeta──. Solo pensaba… en que había hecho Edith para que perdieras la paciencia de esa manera, eso es todo.
──¿Ajá? ¿Y qué pensabas?
──No lo sé, que intentó hacerte algo.
Sonrío un poco.
──¿Eso que escucho son celos?
Deja de girar y me mira con tanta seriedad, que mi confianza titubea.
──Nah, ¿por qué lo tendría? ──pregunta, totalmente relajado──. Ni te gustan las mujeres.
Pongo mi mano en la boca para amortiguar mis risas, ¿y esta confianza de dónde vino?
Pero él no es tan bueno mintiendo.
──Don Gato, eres muy malo con los celos. ──Me levanto y rodeo el escritorio para tomar asiento sobre este frente a él. Puedo ver en primera fila cómo su rostro adquiere color──. ¿Quieres que te demuestre ahora que soy tuyo?