William se estaciona en el aparcamiento de nuestro edificio, apaga el motor y me mira.
──Firme, ¿sí?
Asiento.
Honestamente, estoy totalmente tranquilo. Porque a pesar de que rompimos una de las reglas… jamás faltamos al respeto a nadie, y es algo que tenemos a favor.
Me acerco a él, ya sin casi nada de pena.
──Uno para la buena suerte ──pido.
──Insaciable, Don Gato. ──responde, haciéndome sonrojar.
Casi nada de pena, dije.
Aun así, se acerca. Me complace dándome un buen beso antes de volverse a apartar, acariciando su nariz con la mía.
Tomo una profunda respiración y bajo de allí, apenas logro rodear el auto cuando me atrae a él para un abrazo.
──Gruñón, tenemos que entrar.
──Estás temblando, Sebas.
Me estremezco por completo ante los recuerdos que esa frase me trae.
Pero me quedo allí un momento con su nariz hundida en mi cabello, sintiendo como los nervios se van al sentir su calor y cercanía. La valentía estaba volviendo, hasta que veo a Israel a lo lejos saliendo de su auto. Este solo nos mira dos segundos antes de seguir con su camino.
Qué pena.
──Mejor entremos, no quiero que sigamos subiendo la condena.
William suspira, pero asiente y obedece.
Al principio estábamos tomados de la mano, pero al entrar al edificio rompemos ese contacto. No para escondernos ni por vergüenza, sino porque tanto él como yo, sabemos que estamos en una cuerda floja.
Es difícil, mientras más avanzamos, más escucho cómo susurran de nosotros. Las personas necesitan seriamente enfocarse en sus vidas propias.
Entramos al ascensor y suelto el aire.
──Sebastián, el primero que te falte al respeto… ──Me mira, sonriendo de una forma que me inquieta──, me lo dices de inmediato, sin importar quien sea.
Ay, mamá.
──Pero…
──De inmediato ──ordena.
Ah, ya adoptó su actitud de gruñón.
Una vez dentro de la oficina, solo vemos a Noah en su lugar. Y por el olor a pan con mantequilla que hay en la oficina, supongo fácilmente que dentro del comedor debe estar Edith.
──¿Y Julián? ──le pregunta William a Noah.
──No ha llegado.
──Bien. ──Revisa su reloj, y antes de irse a su oficina, se dirige a mí──. Café, informe, y revisar que todo esté en orden. Recupera el día de ayer en máximo una hora.
A que renuncio, maldita sea.
Pero solo asiento, dejándolo ir para que pueda hacer lo suyo.
──Parecen esposos ──se burla Noah.
Le alzo una ceja.
──Solo por eso, no te daré café ya.
──¡No, no! ¡Perdóname!
No le perdono nada, lo dejo sin café para que me respete.
Le llevo al gruñón de mierda para que pueda empezar a trabajar y no me patee la cabeza por alguna tontería, recogiendo todo e ignorando los llamados tímidos de Edith. No sé qué clase de disculpa quiera darme, pero no tengo cabeza para escucharla en este momento.
Solo puedo pensar en mis nervios.
Entonces me llega un correo de William.
–––––––––––––––– 📧 CORREO ELECTRÓNICO ––––––––––––––––
De: William Querol.
Para: Sebastián Medina.
Asunto: Trabajen, trabajen, trabajen.
Viene Julián.
Necesito tener todo listo aquí cuando llegue, ¿te puedo encargar que te ocupes de los dos chicos? Que no estén viendo a la nada, sé cómo siempre has sido y destácate.
Deja a un lado la molestia con Edith, por favor.
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
Me pongo nervioso, pero decido no perder tiempo y apoyarlo en todo lo que pueda.
–––––––––––––––– 📧 CORREO ELECTRÓNICO ––––––––––––––––
De: Sebastián Medina.
Para: William Querol.
Asunto: RE Trabajen, trabajen, trabajen.
Hecho.
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
Me pongo de pie.
Ya a estas alturas hacer esto me resulta fácil, simplemente se trata de guiarlos a los dos. Sé perfectamente cómo resolverle el caos de la cabeza a Noah y presionar lo suficiente a Edith para que trabaje, no sé si le darán el contrato permanente, pero mientras esté aquí debe hacerlo bien.
Cuando llega Julián, ni me atrevo a verlo. No tengo tanta valentía para hacerlo, siento que con una mirada terminaré en problemas de nuevo.