Ofiuco

Capítulo 2: Terremoto en la capital

—En sus marcas, ¿listos?, ¡fuera!

Recuerdo que tan pronto como el juez de salida dio la orden, empecé a nadar lo más rápido que pude. Aunque mi mejor amigo estaba en otro de los carriles de la piscina, no me iba a dejar ganar, ambos nos prometimos darlo todo aquel día.

Aún puedo sentir el frío del agua de aquella tarde, del 17 de diciembre, y el cómo estábamos ya muy cerca de la meta. Sin embargo, por qué no puedo recordar al ganador. ¿Qué es este sentimiento de asfixia que me perturba? ¿Por qué todo se vuelve tan borroso de repente?

—¡Despierta Bethuel! Tenemos que irnos —dijo la voz de Dios en mi cabeza.

Abro los ojos y veo que todo el lugar se derrumba. —¡Maldición, lo hice de nuevo! —pensé mientras me levantaba, rápidamente tomo mis cosas y salgo corriendo.

Son las 6:45 am, y un peculiar sismo ha sacudido un pequeño pueblo al este de la capital. El temblor fue grave, mas no se registró herido alguno ni vivienda afectada; solo el edificio en construcción, dónde me encontraba, fue completamente destruido.

A pesar de la lejanía del lugar, rápida y misteriosamente llegaron unas camionetas negras con lunas polarizadas, de las cuáles salieron un grupo de hombres. Todos ellos vestían de blanco, como enfermeros y cubrían sus rostros con mascarillas y lentes oscuros. Un hombre más bajó de uno de los vehículos, muy bajo a comparación de los otros. Dicho hombre vestía un saco y sombrero de borde plano, todo completamente de negro. Inmediatamente se dividieron. Un grupo de ellos interrogaba a los pobladores y el resto, junto al hombre de negro, empezaron a rodear el destruido edificio en busca de algo.

Los inocentes residentes creen que es alguna ayuda del gobierno. No hay duda de que estos viles demonios son muy inteligentes, pero necesitarán más que disfraces si quieren capturarme.

De pronto empiezo a marearme. La falta de comida decente y un buen sueño ya empiezan a afectarme. Todo se vuelve borroso nuevamente y regreso ahí, al lugar dónde todo comenzó.

Estaba tirado a un lado de la piscina. Mi madre, con lágrimas en los ojos, y el salvavidas trataban de darme aire. Me levanto algo mareado, todo el lugar era un caos, la gente lucía herida y lloraban desconsoladamente. El techo se había caído, la piscina estaba partida, al parecer un terrible terremoto o algo parecido había ocurrido. Mi mente apenas podía procesar lo que veía, aún estaba adormecido, pero lo que ví después me marcó de por vida. A unos 15 metros del lugar donde me encontraba, yacía un chico brutalmente herido, sus ojos no mostraban signos de vida y una señora lloraba frente a él. Fue ahí que mi mente reaccionó al reconocer el cadáver de mi mejor amigo.

—Si te quedas aquí, te encontrará —dijo fríamente Dios en mi cabeza.

Esto me permitió recuperar la compostura y volví a la realidad. Esos maquiavélicos seres continúan buscando en los escombros. No tengo el tiempo ni para dormir, en cualquier momento el diablo podría encontrarme, así que debo salir lo más rápido posible de aquí.




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