Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

III

 

"Las estratagemas de la vida dictan nuestro camino.

Dejando que el destino nos guíe sin una razón o un por qué.

Dañando y acabando con todo a su paso, sin importar que dos corazones enamorados se vean afectados.

Obligando a que las circunstancias repercutan en los actos.

Porque este es solo el inicio de lo que desemboca el problema, que hasta llegar a la raíz no se resiente el daño causado.

Solo queda vivir el presente, ignorando por unos instantes el futuro.

Ese que aún no está escrito, pero sí maldito"

*********

Lo que resto de la semana para su persona se había convertido en algo más activo, llevándole a un estado de agitación que le sacaba de su zona de confort habitual.

Se encontraba a diario con Lord Allard, y cada vez que lo rememoraba su humor mejoraba considerablemente, pese a los intentos de su padre por oscurecer su percepción de plenitud.

Desde la vez que decidió de alguna manera retarle su temperamento estuvo más difícil de sobrellevar, y todo por el hecho de que Javier y ella se trataban con más asiduidad, hasta esporádicamente retomaban los paseos que hace demasiados años se negaron por las actitudes de ambas partes.

Lo hacían en silencio, y una aparente calma que los dos sabían que en algún momento tendrían que romper para menguar las dudas que traían en su cabeza, unas que no les dejaban del todo estar en completa tranquilidad.

Le pasaba el mismo inconveniente con Alexandre.

Por alguna razón que desconocía insistía en sobremanera saber de su procedencia, en especial de su padre y hermano, tras el pasar de las horas y haberle contado sin restricciones todo cuanto conocía y podía, parecía sin seguir satisfecho con la información dada.

Luisa no se atrevía a hacer lo propio por miedo a incomodarle, pero debía de aceptar que le causaba curiosidad que mantuviera vagando por los parajes de su propiedad, pese a que él alegaba que era para encontrarse con su persona.

Suspiro con pesadez al verse por última vez en el espejo.

Habia puesto más esmero en arreglarse ya que ese sería el último día que tendría el placer de disfrutar de su presencia, elocuentes palabras e ideas tan disparatadas que le ocasionaban un deje de diversión.

Aún era temprano en la mañana y se había asegurado que su padre ya no estuviese en el lugar.

Acostumbraba a salir al amanecer sin tiempo de retorno.

Recorrió el camino solo con un abrigo ligero como escudo del frío que cada día se hacía menos soportable, hasta llegar al inicio del bosque.

Se internó sin mirar atrás.

Confiada de sus desarrollados sentidos.

Nadie se atrevería a seguirle.

Camino un largo tramo pese a que el frío suelo estaba un poco enlodado y sus zapatillas quedaron algo maltrechas.

Cerró los ojos y tomo aire degustando las fragancias que ese lugar le brindaba, la que más le gustaba era la de la tierra mojada.

No pasó mucho tiempo para que se sintiera acompañada y su corazón golpeteara con fuerza.

Cada segundo que vivía a su lado este no escatimaba en atenciones, logrando que suspiros abandonasen su cuerpo sin entender el porqué.

—Verle cada día asi sean por unos cuantos minutos, son un regocijo para mi alma— soltó cerca de su oído entrecortándole la respiración—. Un mapa en este mundo lleno de laberintos sin salida— se escuchaba melancólico, como si algo le estuviese atormentando.

Decidió encararle aun sin soltar prenda, topándose con aquellos ojos que la sumergían en otro mundo, pero esta vez tan devastados que le oprimieron el corazón.

— ¿Sucede algo?— pregunto alerta mientras con su estilizada mano se atrevió a acariciar su mejilla, la cual este tomo para plantarle un beso que la hizo tiritar.

—Solo que los momentos efímeros están llegando a su fin— esas palabras la pusieron en completa tensión, dejándole ver a lo que se refería.

—Usted me ha enseñado que esos períodos asi sean por un leve instante se pueden hacer eternos— sonrió entrelazando sus manos, a la par que recorrían por milésima vez aquel lugar.

—Puede que en eso tenga razón, pero no quita el hecho de que la dejare de ver, y quizás sea para siempre— ese comentario la hizo detenerse quedándose petrificada.

No había considerado esa idea hasta que él se atrevió a exteriorizarla.

Para siempre.

Una frase tan radical.

Que no dejaba espacios al quizás.

Por primera vez ante los ojos de este exteriorizo un sentimiento que no fuese frialdad o ironía, o el placer que le provocaba estar a su lado con palabras efusivas como respuesta.

Su rostro se puso ceniciento, y todo su cuerpo entró en rigidez.

Sentía que su pecho se fisuraba sin comprender muy bien la razón.

— ¿Se... se irá?_ tartamudeo sin poderse contener— ¿Este será el fin?— la culminación de algo tan añorado que ni siquiera había iniciado.

—Lastimosamente eso es a lo que estuvimos destinados desde el principio— trago grueso soltándose de su agarre.

Desconcertándolo un poco.

Percibió como algo mojaba sus mejillas y observo el cielo.

Su ánimo en ese momento se podía comparar con el clima.

Las nubes grisáceas, el frío que calaba hasta los huesos, pero lo más extraño del caso es que no se veía caer ni una gota y al pasar su mano en el área húmeda se conmocionó al enterarse que unas lágrimas estaban empapando su faz.

No recordaba haber llorado desde que tenía uso de razón.

Se aterrorizo al escuchar un sollozo pugnar de su garganta sin poderlo controlar.




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