Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XVIII PARTE 1

“Instantes que desencadenan sucesos lamentables.

Aquellos que destrozan almas, hasta el punto de hacerles actuar de manera irremediable.

Pérdidas irremplazables y momentos determinantes.

Odios que se cuelan por debajo de la piel, y llantos devastadores que congelan las entrañas.

Porque nadie dijo que era fácil y dulce dar un jaque mate, aunque no se premedito que dolería a tal punto de hacer cambiar a un ser al completo en su interior.

Ya que buscar la redención deja de especificarse como un objetivo, para pasar a transformarse en un anhelo frustrado de aquel oscuro pasado.

Puesto que ahora comandara la abominación para una venganza más letal.

Y es que nadie se mete con el producto de la reina del lugar.

Aquella que hasta dejando su vida pretende derribar las fichas y ganar.

Todos poseen fuerza, pero ella una mente sinigual.

 ¿Qué sera lo más concluyente?

Lo único que se conoce es que solo uno vencerá al final, y aquella no piensa dejarse derrotar”

**********

 

La semana se le habia ido en un pestañeo.

Las dolencias poco a poco se disipaban, dejando solo la satisfacción de todo aquel padecimiento.

Admirar ese par de vidas que nacieron de ella, era su mayor aliciente para seguir.

Verlos dormir.

Como sus pechitos subían y bajaban en sincronía.

Como sus llantos a veces la avasallaban por igual, dejándole algo descolocada y perdida, sin saber cómo proceder.

Si bien era cierto que se percibía débil, por las escasas horas de sueño, una ojeada a estos era su mayor fuerza.

Verlos alimentarse de ella y esporádicamente que le sonrieran más por reflejo, que porque entendiesen que ocasionaba ese simple actuar en su sistema, le desarmaba por completo.

No permitía que nadie los atendiese más de lo debido.

Solo Carmen, y un par de doncellas más le conocían, que no pertenecían a los dominios.

Agnes y Frida se habían convertido en un gran apoyo.

Eso se lo agradecía y debía a en parte a lady Beaumont, pero mayormente a Sebastien.

No habia día que no apareciesen con sus brazos llenos de amor y regocijo, la primera para acunarlos y llenarles de mimos; el segundo para velar por su bienestar con algo de prevención, porque intuía que no se quería encariñar.

Ya habia sufrido demasiado, y los apegos a la larga eran una debilidad.

Causal de dolor.

Y ellos sabían demasiado de aquello, pero no por eso se privó prendarse de estos.

No por nada se atrevía a sobrepasar los límites en la noche, cruzando por la puerta que conectaba sus aposentos, y que el aun creía que ella ignoraba que surcaba.

En ningún momento para extralimitarse.

Solo velaba por su bienestar, cosa que la hacía apreciarlo aún más.

Como a pocos.

No sabía cómo remunerarle todas sus molestias.

De abastecerle de lo necesario.

Por las cunas.

El ropaje.

Los regalos.

Nada de aquello dejo que ella lo cubriese.

Alegando que eran familia, por ende merecían lo mejor.

Por su parte la abuela de estos le secundaba.

Esa señora se habia ganado toda su voluntad.

Si bien seguían sin hablarse en demasía por las circunstancias aún sin aclarar, con aquellos gestos tan desinteresados, con su paciencia y entendimiento para enseñarle como abordar mejor lo de ser madre, todo eso la hacía una mujer única y deseable como progenitora.

Le hubiera gustado poder tener más confianza, pero hasta que no hablasen de eso que adensaba la situación, las cosas no se podían simplemente normalizar dentro de lo que cabía.

Lady Allard no le presiono, al advertir que todavía no estaba preparada para departir sobre los acontecimientos que la llevaron a esos extremos.

Un tema demasiado complejo hasta para Luisa, que lo estaba sufriendo en su propia piel.

Pero tambien era conciente que una mujer tan impaciente como lo era Celine Allard, no esperaría por mucho más.

Por eso despues de que se hizo presente en sus aposentos esa tarde, supo que era el momento propicio.

No deseaba dilatar más lo inevitable.

Que ocurriese lo que tuviese que acontecer.

Sus ánimos poco a poco se renovaban.

Con algo de malestar corporal, pero nada que no pudiese sortear.

Volviendo a ser en cierta medida la de siempre.

La mujer calculadora que ahora tenía un motivo por el cual actuar de aquella manera tan inhumana.

Cuando le vislumbro, dejo que llenara de carantoñas a los mellizos.

Que les mostrara ese amor que tanto se merecían.

No solo con frases, si no con gestos que la maravillaban.

Cuando por fin se quedaron profundamente dormidos le abordo.

— ¡Su gracia!—le llamo provocando que su atención se centrara en su faz—. Espero que me pueda conceder esas palabras que tanto hemos esperado por tener— pidió en tono pausado, logrando que esta la accediera despues de dejar al pequeño Thierry en la cuna correspondiente.

Aquel nombre que le dio su padre sin saberlo.

Porque Thierry Alexandre era bendecido por llevar el designado a su padre, y el que esta habia escogido, y la pequeña Babette el de una tía que debió conocer, la cual de seguro la amaría como lo hacía su propio vástago.

— ¡Te habías demorado muchacha!—espeto con un resoplido—. Nadie me ha hecho esperar de esta manera, asi que siéntete privilegiada por tener tales condescendencias— no argumento ante aquello, solo asintió confiriéndole toda la razón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.