Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXII PARTE 2

Tenía que regresar cuanto antes.

Sus palabras discordantes fueron el verdadero detonante.

Sus falsos deseos de bienestar.

—Si me permiten… es momento de retirarme—se despidió con una rápida inclinación de cabeza de los presentes, y con una última mirada significativa dedicada a Luisa emprendió rumbo a la salida, con del Arco pisándole los talones.

— ¿Ahora qué ocurre?— pregunto acelerado el rubio, cuando lo vio montarse con presteza al carruaje.

El tambien hizo lo propio quedando de frente.

Sintiendo una sacudida que los sentó, cuando los golpes urgidos de Alexandre no lo dejaron si quiera acomodarse.

El por su parte apreciaba que algo dentro de él se desgarraba.

Que la zozobra del peligro lo invadía inevitablemente.

Las palabras con tintes de advertencia.

La mirada de Luisa de terror, cayendo en cuenta que tenía a los mellizos en España.

Exponiéndolos al peligro constante.

Jugando con la suerte, que en ese momento le estaba demostrando que no se ubicaba a su costado.

Que como desde que le habia conocido, todo se hallaba en su contra.

Luisa de Borja definitivamente era una maldición.

Agradeció que la residencia que tenía alquilada estuviese a unos cuantos minutos, porque si no se desquiciaría.

Salto del carruaje ni bien este mermo la velocidad, y salió corriendo a corroborar que solo fueran suposiciones.

En la entrada se topó al mayordomo, que lo miro un tanto contrario tratando de hacerse a un lado para que no lo arrollase.

Subió de dos en dos la escalinata sin reparar en como le llamaban.

Eso era lo de menos.

Necesitaba verles.

Cerciorarse que se hallaban en sus camas.

Dormitando como les habia dejado antes de irse.

Con el cuerpo tembloroso, y las piernas falseándole dando un segundo aliento, tratando de regular su respiración a la par de racionalidad, abrió la puerta despues de un ínstate parado frente a esta, topándose con la oscuridad que le otorgaba la noche, al igual que la chimenea iluminando la estancia.

Profiriéndole el calor reconfortante.

Se acercó con el corazón en la mano.

Apreciando ese espacio, como si fuese el terreno más largo que hubiese transitado en su vida.

Volvió a respirar cuando les hallo acurrucados en sus respectivos lechos, dormitando acompasadamente.

Se acercó a la columna de la cama de la pequeña para descansar un poco su martilleante cabeza, y su corazón desesperado al sentir que los perdería.

Su reposo duro un soplo, cuando momentos despues escucho unos pasos, y guiado por los últimos acontecimientos desenfundo el arma que cargaba en la espalda, apuntando sin contemplaciones a las personas que hacían acto de presencia, las cuales lo miraban con sorpresa por su actuar impulsivo.

—Mi niño, baja eso— expreso Agnes que le habia acompañado para ayudarles con su cuidado—. Puedes herir a alguien— trato de mediar pero no le escucho, y menos cuando tenía en frente a una persona que acababa de descubrir su secreto aparentemente mejor guardado.

Era un inepto.

Luisa pudo hacerlo durante el tiempo que duro su estado, casi un año despues de su nacimiento, y él… dos meses fueron suficientes para ponerles en peligro y revelar su existencia.

—No soy tu enemigo Allard— hablo con cuidado levantando las manos en señal de paz—. Recuerda que estas en los aposentos de unos pequeños, que en cualquier momento pueden despertarse y agravar la situación—maldijo por lo bajo, pero no le hizo caso.

Si le tocaba matarle lo haría.

Porque por ellos daría hasta la vida.

>>Soy tu amigo y aliado— trato de nuevo de calmarlo aunque no le funciono—. Tu secreto está a salvo— musito tratando de avanzar, pero el sonar del martillo le alerto.

—Loaiza, un paso más, y se me olvidara que eres aliado, consiguiendo que te vuele la cabeza como si estuviese acabando con mi enemigo— amenazo con la mandíbula en tensión.

Sin titubear.

Tratando de controlar todo aquello que lo tenía en ese estado.

—Pa— escuchar ese simple balbuceo le congelo la sangre—, Thi es pa— la pequeña Babette sobándose uno de sus precioso ojos marrones, llamo a su hermanito para que lo saludase.

Su nana palideció, entre tanto Antonio pese a que se lo imaginaba, abrió la boca cuando vislumbro al completo a los dos pequeños que despues de bostezar y estirarse lo apreciaron con curiosidad, mientras como podía Alex guardaba el arma para que no lo viesen actuar.

Seguía comportándose como un principiante.

Tenía que coordinar.

Los pequeños sin más dilación como pudieron salieron a su encuentro, y el componiendo su mejor sonrisa, los encaro agachándose a la par extendía sus brazos para recibirlos.

—Deberían estar dormidos— la pequeña rio despues de que le planto un sonoro beso en la mejilla, mientras Thi solo lo escrutaba como queriendo cerciorarse si estaba bien despues de darle un fuerte abrazo.

— ¿Ma?— pregunto como todos los días— ¿Ma?— insistió al no obtener respuesta.

—Les manda saludos y muchos besos campeón— profirió tratando de calmarle, pero lo único que hizo fue que sus ojos se enfriaran como los de su progenitora—. Los extraña mucho— insistió pero este se alejó resuelto a meterse nuevamente en la cama, haciéndolo suspirar con pesadez.

Cada día se tornaba más difícil apartar el recuerdo de ella.

Era como si la llevasen adherida en cada parte de su ser.

No la olvidaban.

En cada gesto la rememoraban.

Cuando Babette quería jugar en el jardín señalaba las rosas favoritas de Luisa, y la nombraba sin parar.

Thi por su parte observaba la ventana, y pese a su cortísima edad era tan meticuloso que se sentaba a esperar y cuidaba con recelo una de las tantos dibujos que hizo para ellos.

Uno familiar.

Donde ella se hallaba.




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