Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXVIII PARTE 3

« (Bath - Condado de Somerset)

Liberté palace.

Septiembre de 1801.

Una semana Después de la partida de Luisa y los mellizos…

 

Turbación.

Los sentidos nublados hasta la exasperación.

Con ganas de arrojar todo a su paso, pero el cuerpo no le respondía y el cerebro no le estaba trabajando en óptimas condiciones, cuando lo que le daba vida a ese lugar que tanto odiaba frecuentar no se ubicaba por ninguno de los costados, a tal punto de que lo notable que persistiese en el ambiente fuese el aroma de la única mujer que lograba hacerle delirar con su mera esencia.

La complejidad de toda ella le volaba las entendederas.

Aunque en ese preciso instante no era la sugestión que deseaba cuando decidió sacrificar su paz emocional, para darse un poco de cielo en medio de tanto infierno.

— ¡Pierre!— solto después de cansarse de buscar a su mujer e hijos sin dar con su paradero.

Levantando con sus alaridos a la poca servidumbre que habitaba en aquella residencia, siendo ya entrada la madrugada.

» ¡Pierre!— insistió llegando al recibidor, encontrando al mayordomo con la ropa a medio poner, igual que a la cocinera y el ama de llaves con solo la bata de cama, observándolo un tanto contrariados por su actitud.

El solicitado hizo acto de presencia momentos posteriores, algo descolocado y con los sentidos alerta esperando el mandato para atacar.

Hasta con la mano puesta en la culata de su arma resguardaba en la cintura.

—A sus órdenes Excelencia— se cuadro solicito, pese a que por dentro le embargaba el fastidio.

Le soportaba porque era su amo.

Pero lo cierto es que no habia compatibilidad de caracteres, y constantemente sus discusiones por puntos de vistas diferentes se habían escapado de llegar a las manos.

— ¿Dónde se ubican mi esposa e hijos?— rugió ni bien lo tuvo el frente haciendo respingar a los presentes, y al interrogado pestañear curioso por la agresión.

—Dispense que se lo recuerde Milord— inicio el rubio en tono cauto, al apreciarlo fuera de sus casillas, dispuesto a matar—, pero al igual que su persona acabo de arribar a la propiedad— andaban juntos.

Aunque no se podía culpar por olvidar aquel detalle, cuando la sorpresiva situación lo tenía al borde de desquiciarle.

Más por como juzgaba el corazón oprimido, la respiración inexistente y el cuerpo temblando a causa no solo de la ira, si no de la anticipación por el miedo de que lo que estuviera pensando fuese real.

Rememoro las últimas palabras que les dedico.

“Me aburre tu presencia” “Deberías desaparecer” “Tal vez fue un error que no debimos cometer” “No es tal lindo como pensé” “Antes cuando no eras real resultabas más ideal” “No cumples mis expectativas”

Con sus hijos no fue mucho mejor.

“No tengo tiempo” “Su madre sabrá como compensar el espacio que no estoy en casa” “No me apetece Bette” “Estoy cansado de tus caprichos” “No poseo ánimos para lidiar con un niño disconforme”

Era un cerdo.

¿Por qué dijo aquello?

Unas palabras que estaban lejos de sentirlas, pese a la diatriba que cada segundo le embargaba.

—Un paso al frente al negligente que se le paso por alto mi orden— no era su residencia, pero si su mujer y vástagos, asi que por ende él mandaba en cada entidad—, echando en saco roto la prohibición explicita de que saliesen de la vivienda, solo permitiéndosele rondar por los jardines— hasta esos extremos habían llegado.

A ese grado de toxicidad su actitud se tornó, al punto de ser destructiva.

Se trató de enfocar, pero su paciencia era nula cuando ninguno respondió al cuestionamiento, solo permanecieron con la mirada gacha esperando a que se cansase y dejase de pasear en medio de ellos con las manos entrelazadas en la espalda, en conjunción con el aura que amedrentaría al más temerario.

» Sé que están pensando que no soy su amo, pero es mi mujer e hijos los que se han extraviado y estos si me pertenecen, asi que…— antes que soltase una advertencia, la ama de llaves que constaba como una mujer delgada de edad madura, dio un paso al frente posterior a suspirar, intentando gesticular.

—Exc… Excelencia— tras titubear y boquear por un rato logro hablar.

Más que entendible cuando su mirada chispeante azul, le observaba con ganas de arrebatarle cada extremidad de su cuerpo, sin importarle que implorase por un poco de piedad.

» Su Gracia dejo esto para usted, Milord— le extendió un sobre sellado, regresando al lado de los demás lacayos, cuando lo acento en sus manos.

— ¿Es todo?— la aludida asintió apenada, clavando la cabeza en el suelo de nuevo—. ¿No pueden decirme más?— negaron— ¿Me quieren con esto expresar que se fueron sin disponer siquiera de un escolta que los resguardarse de los peligros del camino?— se tensaron, pero no soltaron prenda.

Maldita sea.

Era obvio que su lealtad era con ella.

Después de eso todo cambio.

Su mundo se oscureció.

Habia perdido lo único que le mantenía algo esperanzado a que las cosas podían mudar de aires.

Que algo bueno vendría al final»

♛♛♛

 

«Si tuviese que describir nuestra fugaz, a la par de eterna relación, solo podría hacerlo con una sola frase:

“Perfecta imperfección”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.