XXIX PARTE 1

“Decisiones que como de costumbre acarrean consecuencias.

Dejando claro que hubieron aliados que en el fondo siempre fueron enemigos.

A la par que el gen malsano de la obsesión llego a mutar, provocando casi un daño irreparable, que fue reversible gracias a un leve pestañeo.

A un camaleón resuelto a hacerse a la dama, que siempre ha querido.

Sin importar los medios.

Porque pasar por encima de personas que en su momento le otorgaron la vida, se tornó al lado de su desquiciada sensación de adoración, un mero formalismo ante el mundo, para ocultar su verdadera obcecación.

Consiguiendo un pequeño triunfo en medio de la guerra, que con el tiempo se verá reflejado como un neto espejismo, porque nadie le roba a un hombre enamorado la mujer que desde siempre fue suya.

Y a una dama famélica de ese afecto inconcluso, ningún ente le podrá arrebatar nuevamente la felicidad que ha sido predispuesta para su entidad a manos llenas, disfrazada de abominación inducida por una maldad corroída.

Asi que el camaleón ni cambiando de piel, ni mucho menos entremezclándose con el entorno intuiría ni en mil años que no puede ganarle a un león, cuando su zorra adorada es su respaldo y contención.

Una pareja dispar, pero que para el mundo surreal se torna tan igual.

Pues su amor sin parangón con frutos de por medio, es lo que le dará los caudales para luchar esa guerra.

Pero primero tendrán que sortear el reencuentro, al igual que los sentimientos inciertos.

Lo único seguro en todo esto es:

Odio, amor, venganza, descubrimiento.

Todo en una misma oración.

Con dos nombres propios como protagonistas.

¿Cuál sera el sentir que triunfara?

La respuesta ni el destino es capaz de intuirla.

Pero se sabrá, porque el tablero se seguirá moviendo, como las fichas desapareciendo.

Al equivalente de unas cuantas retornando”

*****

«Dicen que la lejanía tortuosa da indicios de lo que realmente se experimenta por los seres que vociferabas en antaño que darías hasta tu propia vida.

Esos mismos que si el afecto es genuino, en un momento determinado te orilla a implementar tácticas, para que tus actos poco justificados se lleven a cabo con tal de mantenerles a salvo.

Sean buenos o malos, tú sabes la respuesta y lo que implican estas palabras al inicio de un párrafo, que debería de ir constituido por un usual:

 “Para ti, mí siempre amada adoración imposible”

…

En ningún momento durante todo este tiempo, me he focalizado en hablarte de nosotros, aparte de este simple aunque significativo saludo.

Ni siquiera mencionándome en tercera persona.

Siendo lo más impersonal que lo requiere el caso, pero he resuelto romper el silencio demasiado hastiada y dolida con todo la situación. 

…

Iniciando en cuanto a recalcar que he hecho demasiados cosas malas e impensables a lo largo de mi vida su Excelencia, pero en ningún momento desatendí las bendiciones que me otorgo este amor.

Nunca deje de velar por su bienestar, pues perennemente supe que aunque les di la vida, podía convertirme en la misma que se las arrebataría si no movía las fichas a su favor.

A mí me dolio entregártelos, casi al momento de haberles parido, mirarles de lo lejos por tanto tiempo sin poder acercarme e indicarles que era su madre.

A la par que me partió el alma el desprecio y reproche de Babette.

Ver en los ojos de Thierry el desconocimiento momentáneo.

El cómo los perdía de a poco, al ellos ni siquiera recordar mi rostro, solo porque tu orgullo herido no te consintió inculcárselos.

Porque permitiste que una mujer que nunca debió significar nada para ti, te arruinara el alma.

Como ahora.

Que llevas alrededor de once misivas no contando esta, sin responder a ninguna noticia referente a tus descendencias.

El fruto de nuestro amor, que aunque maldito bien en su momento fue lo que nos dio los ánimos de continuar respirando.