Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXXII PARTE 3

Tras su advertencia ignoro los llamados de Sebastien, y la mirada inquisidora de Alex.

No se dejaría llevar por sentimentalismos.

Estaba dispuesta al todo o nada.

—Usted sabe que no juego padre— continuo en tono retador al observar como este la enfocaba con una ceja enarcada, demostrándole que no creía que tuviese las agallas, cuando lo cierto es que, si no lo hacía un hecho, pese a que le parecía una actuar cobarde, era porque no poseía a los seres que amaba a salvo—. Me crio a su imagen y semejanza— forjándole casi como un segundo yo.

Puso más presión en el arma.

Ardiéndole la piel de esa zona, seguramente a punto de cortarse.

» Esto es una de las tantas vías de escape a sus deseos― que le parecía atractiva as u yo interno cobarde―, y me será sencillo seguirla con un simple movimiento— un solo camino poseía.

No estaba para medias tintas.

Se analizaron con presteza.

Enfrentándose nuevamente.

Él le había otorgado cierto poder, y le servía más respirando que de su vena vital brotando sangre, sin tener opción a salvarle.

Ella aprendió del mejor, y aunque parecía estar perdiendo, logro girar las cosas a su favor.

El Rey contra las cuerdas, y la Reina comodín haciéndole una jugada que lo tenía al borde del jaque mate.

La vida daba sorpresas.

El la crio como una guerrera que aparentaba sumisión.

Su alma siendo la de una aguerrida combatiente, que no dejaba que nada la sobrepasase, solo la muerte, lo único que tenía asegurado.

Suspiro después de un tiempo que pareció eterno, hasta que asintió levemente dándole ese movimiento a ganar, ordenándole con la mirada que bajara los ímpetus y ocultara el artefacto, que no poseía nada que atacar, ni porque preocuparse.

 —Por ahora mi hija— le dieron ganas de vomitar—, mi mayor orgullo— su arma de aniquilación—, será la que tome esta decisión.

Cedió a sus imposiciones, pero ella apretó aún más contra su cuello el aparato filoso, sin importar desangrarse.

» Pueden retirarse que mi gente no les hará daño— expuso rodeado el mueble para irse—. Ella ya no es de su incumbencia— eso último se lo expreso al ojiazul en específico.

El cual apretó la mandíbula, para acto seguido mandar la mano a la empuñadura de su arma, haciendo que no la accionase por la mirada severa de Luisa, que dominaba con su fiereza los actos de todos, a base de una clara amenaza, culminar con su propia vida.

Constando como existencia de suma importancia para los de la sala.

Por el simple hecho de forjarse a modo de órgano vital para esas entidades, pese a que en aquellos momentos se sentía insignificante.

 No viendo más allá de su dolor y frustración.

—No me iré sin ella Belalcázar— advirtió Sebastien de manera posesiva haciéndose a su brazo, posicionándola a sus espaldas.

—En efecto— concedió suspicaz, continuando con su pose de Dios del inframundo—. Sigue siendo tu misión, así que es tu responsabilidad— suspiro con pesadez algo aliviada por no tener que tratar más con su presencia por el momento—. Alista tus baúles de regreso al Viola palace— ahora se dirigió a ella sin ninguna barrera, demasiado cerca, apartando a la barrera humana—. Te quiero embarcada en el primer buque de regreso a España— asintió sin bajar la mirada, aun con el puñal en su cuello—. Donde te espera un futuro prometedor— el peor.

Abandono la estancia.

Atribuyéndose esa batalla.

La Reina no había vencido, pero si hecho valer su supremacía poniendo en una encrucijada al Rey señalado del tablero.

Era lo único que importaba, puesto que la guerra la seguía comandando el Conde de Belalcázar.

Cuando ni sus pasos alejándose los sintió, Luisa volvió a respirar con naturalidad, dejando que su cuerpo al completo fuera apoderado por las sensaciones.

Eso siendo lo único que forjó que se quitara el arma del cuello, lanzándola muy lejos de su entidad, sin darle importancia al rojizo de este, ni el ardor que advirtió en la zona, puesto que por sus ímpetus había cortado algo de piel sin llegar a sangrar.

Solo un pequeño escozor.

Trato de no romperse, de no llorar como una chiquilla, pero fue tarea imposible cuando Sebastien, su amigo a la par de aliado la atrajo contra su cuerpo enrollándola en sus brazos, brindándole consuelo.

No dudando en apretarse contra este para apaciguar su dolor, con aquel calor corporal que la hacía sentir como en casa.

—Lo solucionaremos— le susurro, mientras la separaba un poco para besar su frente con devoción—. Es tu juego, y solo tú decides cuando darle jaque mate al Rey— esbozo con convicción, suministrándole ánimos para que no desfalleciese, pues era imposible a esas alturas salir huyendo.

—Lo sé— con él a su lado, no tenía dudas al respecto—. Es solo que… a veces siento que no puedo más— le regalo una sonrisa intentando no ser negativa.

—Eres más fuerte que el— lo obligo a hacer los movimientos a su amaño, claro que lo era.

Eso intentaba creer.

—Puede ser, pero…— no consiguió terminar porque un carraspeo interrumpió su conversación.

No se había olvidado de que el seguía con ellos, solo que no tenía cabeza para enfrentarlo.

Pero ignorarlo claramente no lo desaparecía.

Las explicaciones de sus actos no le apetecía otorgarlas, cuando estas hablaban por si solas.

—Lamento interrumpir su demostración fehaciente de afecto— soltó con ironía haciéndola apretar los parpados—. Pero ella se viene conmigo— ultimo resuelto con un tono de mandato que nadie se le apetecía contrariarlo, a excepción del que tenía a su costado.

—El que lo siente soy yo primito— no deseaba otro enfrentamiento—. Soy el encargado de su bienestar— espeto poniendo de nuevo su cuerpo para cubrirla como si necesitara protección.

—Me importa una mierda Keppel— si no hacía algo se iban a matar—. Se ira conmigo, y no hay punto de discusión— el ojiverde trato de abalanzarse sobre Alexandre, pero Luisa fue más rápida, porque solo poniéndole una mano en el hombro con firmeza le detuvo.




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