Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXXIII

FINAL

“Una marcha nupcial, el recorrido interminable.

La persona menos deseada esperando para la aceptación permanente.

Condenación.

Oscuridad, hasta que llega un valle de luz, que le da el final a un sacrificio de amor lleno de suplicio y maldad, en la que el afecto nunca triunfo, abriéndole paso a la verdadera disputa de amor.

Donde Lord vengativo, y Lady frivolidad contra todo pronóstico se unirán.

Dándole forma a un futuro, en donde lo que realmente los tiene en conjunto, les ayudara a darse cuenta, si después del final de la guerra vale la pena otorgarse una verdadera oportunidad.

Porque amar no debe doler, pero cuando el sentimiento es el más puro y verdadero, este tiene trabas forjando más único el momento del reencuentro.

 Puesto que, si en la ofrenda de amor no se halló el final, en la contienda determinante se ubicará el verdadero desenlace.

¿La felicidad existirán para dos almas que aparentan estar mejor separadas?”

 

*****

 

Belalcázar, provincia de córdoba.

(Andalucía- España)

8 de marzo de 1807.

 

Una sensación lúgubre abrumadora, se extendía por el castillo del condado de Belalcázar.

Lo que debía ser un día de celebración, para la protagonista de ese momento era el final de todo aquello por lo cual una vez pretendió luchar.

Las ilusiones marchitas como las rosas que adornaban sus aposentos, puesto que se estaba despidiendo de un sentimiento, que dentro de su ser seguiría vivo por la eternidad.

Considero salir corriendo, Pero ¿Cómo lo haría sin que las consecuencias alcanzarán a las personas que más apreciaba?

A él...

A ese ser en especial que lo único que hizo mal fue conocerla.

Abordarla en ese bosque que se tornó mágico con solo topárselo, marcando aquel antes y después, pese a todo el daño que ocasionaron entidades externas a su alrededor.

Arrastrándolos como consecuencia a ellos, y todo lo que eso acarreaba en su alma.

Porque lejos de ser alguien que merecieran, estaba demasiado distante de siquiera pertenecer al grupo de personas deseables.

Se había dejado envenenar de lo nocivo.

Ahogando un suspiro se irguió, permitiendo que su doncella, la siempre leal Carmen la direccionara al artilugio que le reflejaba para que diese el visto bueno a su apariencia.

Se observó sin admirarse en realidad.

Las facciones se veían decentes, y hasta podía decirse que destacaban como nunca.

Sus mejillas coloradas por el mejunje que hacía milagros, ya que estaba pálida y hasta un tanto amarillosa a causa del agobio que no le permitía descansar.

Continuo su escrutinio, fijándose ahora en los labios llenos rosados, para acto seguido decantarse por otras partes de su anatomía sin perder tiempo.

Llevaba un vestido corte imperio ajustado color azul.

Acentuando su piel pálida y ojos únicos.

Marcando cada curva, haciéndola más atractiva.

Resaltando la parte del busto, formando una bonita figura.

Sus iris marrones brillaban con la frialdad propia de estos.

Destacando en todo su atuendo.

El cabello recogido en un fino tocado, con cintas en concordancia.

Los guantes de seda blancos, resguardando sus largos y estilizados dedos.

Un velo le cubría el cabello hecho del más fino encaje, traído directamente desde la India.

Sin una cerda fuera de lugar.

Y todo sería perfecto en su faz si sus orbes, esos que reflejaban el sentir del alma como de costumbre en el último tiempo, no se hubiesen tornado acuosos.

Respiro profundo cuando tocaron la puerta.

Su doncella, la que le había apoyado siempre, más desde su retorno, con una espiración se encamino a darle paso a la persona que deseaba tener unas palabras con ella.

Pudiendo por fin dejar de lado un poco aquella máscara, puesto que solo con ver al individuo reflejado en el espejo lo reconoció al instante.

Volteo para encararle, topándose de lleno con un hombre mucho más alto que ella.

Musculatura promedio.

Cabello castaño.

Ojos casi negros y piel un poco tostada por el sol.

Trajeado perfectamente con un atuendo negro en su totalidad.

Se permitió sonreír después de mucho tiempo algo cohibida, sin poder apartar los cuestionamientos que existían en su cabeza, y no obteniendo ir a su encuentro al estar engarrotada por su presencia, le llamó.

—¡Javier! — este le devolvió el gesto extendiendo sus manos, para que después de mucho tiempo pudiesen darse ese abrazo que la distancia y los años les habían negado, el cual no dudo en aceptar.

—¡Luisa! — susurro con voz monótona cuando la tuvo por fin entre sus brazos.

Aquello no duró más que un par de segundos.

Los suficientes para decirse sin palabras cuánto se querían.

Esos losiento silenciosos de la cuota masculina por ser un cobarde, y los agradecimientos sin gesticularse por todo lo que estaba haciendo hasta el momento por sus hijos.

Siendo más que suficiente para pasarle cualquier desface.

Ojeo a Carmen que sin discursos entendió que debía retirarse.

—¿Qué haces aquí? — espeto sin cuento previo—. La prioridad es ellos― inquirió descolocada.

—Nunca los dejaría desprotegidos― acentuó marcando su eficacia, aunque eso no le tranquilizaba.




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