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Siempre pensé que había personas que llegan a tu vida para enseñarte a sentir.
Y otras que se quedan para enseñarte a resistir.
Y siempre supe que Shota era silencio. No del silencio vacío, sino de ese silencio que observa, que pesa, que cuenta más de lo que se debe contar. Lo entendí tarde. O demasiado pronto...
Supongo que nos conocimos cuando todavía pensábamos que crecer juntos era suficiente. Cuando amar no era complicado. Cuando creíamos que el tiempo no desgastaba lo que se tiene cuidado.
¿Nos quisimos?, sí.
¿Nos elegimos?, también.
Y aun así, nos perdimos.
Ya nada es sencillo.
Hay palabras que no salen, que se me quedan en la garganta, miradas que evitan que nos expresemos, y un pasado que no quiere marcharse e insiste en ocupar todo el "espacio" que hay entre nosotros. Somos adultos. Profesionales. Personas que aprendimos a mirar hacia adelante y olvidar el pasado... O eso quiero creer.
Porque sé que amarlo a él nunca fue un problema.
El problema fue que no supimos hasta qué punto puede llegar el amor, ni en qué momento dejó de ser fácil. Y ahora, después de todo, seguimos aquí. Mirándonos a los ojos como si aún quedara algo por decir.
A lo mejor lo hay.
A lo mejor siempre lo hubo.
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—¿Sabes qué es lo que más me preocupa? —había dicho ella una noche, sentada en el borde de la cama que compartían, aunque a este punto ya era incómodo siquiera estar ahí, con la voz más baja de lo habitual.
—¿Qué?
—Que estamos sobreviviendo el uno al otro, ni siquiera estamos viviendo.
Él no respondió de inmediato. Nunca lo hacía. Pensaba demasiado y sentía demasiado tarde.
—No estoy pensando en irme —continuó ella, casi como si leyera su mente: casi siempre lo hacía—.Solo... Solo quiero que me mires y me digas que todavía estamos aquí, que todavía me quieres.
—Tienes que dejar de sobrepensar... Estamos bien. —respondió él cerrando los ojos, tratando de no pensar demasiado en lo que ella acababa de decir.
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Ambos recordaban haberse divorciado; jamás recordaron la razón en sí. Todo había estado bien mientras se evitaban, hasta que tres años después, a Reiko la contratan para que sea la psicóloga y terapeuta de los futuros héroes del país.
No fue fácil asimilar la noticia; era un trabajo importante. Ninguno sabía que el otro estaría allí.
—¿Qué haces aquí? —soltó él mirándola con la carpeta en mano y analizándola sin poder creerse lo que estaba viendo.
—Yo... Bueno, básicamente ahora soy... Seré, seré la psicóloga de la Academia. —mencionó la mujer apretando los puños en su pantalón, en un intento fallido de ocultar su nerviosismo.
—¿La psicóloga? —preguntó en un tono monótono que ella conocía muy bien.
El título resonó entre ambos con un peso inexplicable, casi irracional. Aizawa apretó la carpeta más de lo necesario; no era una sorpresa lo que experimentaba, sino una antigua molestia, una que identificaba lamentablemente demasiado claramente.
—Sí —respondió Reiko—. Al final me han contratado para evaluar a los chicos... Ya sabes, terapias grupales y eso, supongo que debes saber.
Ella lo dijo con una falsa tranquilidad, una que calmaría a cualquiera que la escuchara.
Hacía tiempo que no la oía hablar así... La última vez fue cuando firmaron los papeles del divorcio.
Sin decir nada, él simplemente asintió con la cabeza.
—No pensé verte, al menos no así... —dijo ella mirándolo algo cohibida.
—Yo tampoco.
Y así el silencio reinó, un silencio incómodo, molesto para ambos. Tres malditos años sin saber nada del otro y aun así la costumbre de intentar saber qué pensaba el otro no se iba. Él fue el primero en apartar la mirada, como siempre.
—Esto debe mantenerse profesional... Somos adultos, no tontos adolescentes con problemas por resolver.
Antes de siquiera poder responder, él ya había pasado por su lado... Aquel olor a suavizante de tela y café la invadió... Fue una sensación agridulce. Al final, ella siguió en silencio el camino a su nueva oficina.
En el caso de él, sintió su perfume floral, aquel que tanto le gustaba, que disfrutaba cuando la abrazaba y siempre lo tranquilizaba por algún motivo... Definitivamente se extrañaban, pero jamás lo admitirían, ¿o si?
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¡Holuu!
Mucho gusto, gentecita, soy Moonie. :pp
Es mi primera vez escribiendo una historia como tal, pero prometo meterle mucho esfuerzo a éste proyecto.
No sé qué tanto estaré actualizando, pero intentaré ser frecuente, perdón si fue mucho relleno. ^v^
Número de palabras:
¡ 701 !
ORIGINALMENTE PUBLICADO EN WATTPAD BAJO EL USUARIO: WrittenByMoonie