Ojalá Siempre

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—Es ridículo, nadie ofrece más de lo que puede dar.  O generalmente lo hacen pero luego se olvidan de las promesas. Es simple.

El parque estaba en solitario, los ruidos que eran emitidos por la naturaleza salvaje y a la vez hermosa eran los únicos que predominaban la zona, una larga extensión de empotrados de piedra que iban alrededor de un centro cilíndrico en donde se encontraban los columpios, un castillo de plástico en donde los niños jugueteaban, sube y bajas, y un extenso tobogán. Las piedras rodeaban esta área hasta desembocar al rio que se encontraba mucho más abajo, aunque ninguna gota de agua caía por ahí, antes un pequeño arrollo recorría cada pequeña isla adyacente antes de finalizar su recorrido hacia el río, el ambiente era fresco y los árboles se alzaban con imponencia hacia el cielo. La sombra era buena y el silencio abundante, tras el empotrado de piedra en el suelo yendo hacia uno de los bohíos en forma  <<s>>, o más bien de una serpiente reptando, Vemnet sintió el frio de aquel sitio. 

Aunque Amanda era una de las chicas que resultaban tan atractiva como inteligentes Vemnet no estaba de acuerdo con ella, sacudió la cabeza alejando sus pensamientos de desesperanzas y trato de no concentrarse en nada más. Sin embargo eso no era posible, ya que lo único que ansiaba era seguir hablando con ella. Amanda no era una chica que debatía, ella era tan efusiva que dejaba la conversación colgando de un hilo y se retiraba, pero ahora mismo Vemnet estaba tan sorprendido de que no lo hubiera hecho ya, que si cabe, el asombro continuaba multiplicándose a cada segundo. La sonrisa de la chica rubia aumentaba su atractivo rostro de rasgos finitos, ojos grandes y nariz pequeña, todo inundando bajo un leve rubor en sus mejillas de tez clara.

—Lo que quiero decir, es que alguien puede hacer algo por las demás personas sin esperar algo a cambio. Además, <<Aqeron Pathenauses>> Lo hace, el árbol de navidad no estaría nada mal para este parque, ahora que es navidad un pino entre tanta caoba resultaría hermoso.—Apunto Vemnet con ilusión en sus ojos.

Amanda lo miro silenciosa. Vemnet compartió esa mirada hacia los ojos claros de su acompañante.

—No creo que nadie sea tan arriesgado en cruzar toda la montaña de “Sinaja” solamente para conseguir un pino.

—Yo lo haría—Declaró Vemnet.

Amanda se reclinó hacia atrás para observar el cielo, tras el pequeño techo de los bohíos las nubes acampaban encima de ellos cubriendo el sol parcialmente, sin embargo el clima era perfecto, disfrutaba de este día tan esporádico haciéndose un eufemismo de la palabra descanso. Como era de esperarse era domingo, el aire parecía más ligero y frio todos los domingos, desde muy lejos el sol moteaba rayos de luz color rojizos extendiéndose por él cielo. Amanda se deleitó viendo ese ambiente tan excitante entre las pequeñas montañas alrededor del parque.

—No, no irías solamente a una montaña para conseguir un pino. Es absurdo, nadie te dará nada a cambio, y no conseguirías nada con hacerlo. Hay muchos peligrosos en esas montañas, y tú lo sabes muy bien. No se puede acceder en moto ni en una camioneta, la única vía es caminando.

Vemnet miró hacia  la cresta de pinos que adornaba la cima de la montaña, la distancia era considerable, pero tampoco podía reprimirse a sus deseos, observando la naturaleza salvaje empezó a entrar en un estado de ensimismamiento. Casi pudo soñar.

—Disfruta tu día libre Vemnet mañana empieza nuevamente los asares de la semana.—Repuso Amanda levantándose de la pequeña banca y abandonando el parque.

Vemnet se quedó observándola mientras ella se marchaba silenciosa, la mirada de Amanda estaba llena de cansancio, monotonía, aburrimiento, simplicidad. No brillaban como los de Vemnet, el páramo cobijaba sus hijos en un manto tierno y generoso entre sus montañas, fuera  de ellas el peligro abundaba.  Sin embargo ese mismo lugar era una abundante cuna de pobreza injusta, donde los sueños caían cual tronco viniéndose abajo. Vemnet daba todo por hacer que volviera a tener aquella ilusión con la que vivía en los años anteriores. Recordaba a Amanda, como una grandiosa mujer que no dejaba de sonreír, pero esa hermosa sonrisa había sido aplastada por el peso del destino, Vemnet apretó el puño a la par que junto los dientes, lleno de dolor, nadie merecía lo que ella había pasado, todos creyeron que volvería a sonreír, pero de hecho no lo hacía.

Vemnet segundos más tarde también abandonó el parque, pero antes de salir de sus empotrados caminos en forma de serpiente, miro hacia la cordillera en donde estaban los pinos. La navidad se estaba acercando y el haría algo, un recuerdo evoco a su mente en ese preciso instante. Miro hacia el centro del parque, luego esbozo una sonrisa en media luna, tenía un plan. Era descabellado y peligroso, pero valdría la pena.

¡Que empiece la aventura!

 




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