Ojalá Todo

Capítulo 2

Capítulo 2

Olivia

El sábado comienza tranquilo, no son muchos cafés lo que debo servir y Martha, mi jefa, y Jeff su esposo, están dándome indicaciones para que me quede la semana que viene a cargo del negocio, no me quejo ya que pagaran las horas extras, mientras ellos van a conocer a su nieto recién nacido a Boston.  Entre Susie y yo seremos capaces de controlar esto, solo será una semana.

Dejo apuntado todo lo importante y me mentalizo que voy a tener poco tiempo para mí. Mientras repongo los sobres de azúcar y las cucharillas una voz conocida llega a mí.

- Perdone...

- Ahora mismo estoy contigo.- dejo la caja en el suelo y me giro para ver a Alexander Moore.

- Vaya, ya decía que conocía esa bonita espalda.

- ¿Bonita? Pensaba que dijo que era preciosa...

Nos sonreímos mutuamente y detallo unos bonitos hoyuelos en sus mejillas.

- Es verdad, perdone mi tonta confusión. ¿Aún podría ponerme un café solo y un capuchino o ahora que te he ofendido no lo harás?

- Te lo pondré, pero tendrás que dejarme el doble de propina- bromeo.

- Bueno, no moriré por un poco de propina.

- Oye, no ofendas a mis propinas, pagan mis caprichos.

El chico se ríe.

- Yo tengo un capricho que no soy capaz de cubrir.

- No lo creo, la gente como tú suele conseguir lo que quiere.

- Menos a las chicas como tú que no quieren aceptar tomar una copa.

Miro al chico parado frente a mí. Quizá tomar una copa no sea tan malo. Pero ante todo debo ser sincera.

- Una copa implica solo una copa, no puedo darte más que mi amistad.

- Está bien, una copa... Tengo entendido que tienes una relación con el señor bajito que hablabas ayer.

- Solo amigos- recalco para que lo comprenda ignorando la mención al señor Smith.

- Amigos pero desplegare todos mis encantos de sexsimbol para que cuando estés libre caigas a mis pies.

- Ajá, sigue soñando.

- Dame tu número y te contacto.- le doy mi número en una servilleta, derrochando elegancia.

Le pongo los cafés y Alexander Moore se marcha dejándome el doble de propina, era una broma pero... Ya que la ha dejado, es mía. Al menos también me ha dejado una buena excusa para usar mis mejores galas. Será una buena distracción de entre tanto madurito baboso.

Al acabar mi turno me dirijo a casa para dormir y prepararme para mí cena de esta noche con el señor Smith.

Las horas pasan rápido cuando intentas descansar y para las siete ya estoy enfundada en un bonito Chanel blanco y de camino al restaurante que el señor Smith acordó. A veces me siento como una Scort, solo que ellas lo hace de forma profesional y yo lo hago para fingir un estilo de vida que no es mío, aceptando los beneficios que conllevan. No lo hago porque lo vea como un trabajo, es algo confuso, pero a veces ni yo misma me entiendo.

Al llegar al restaurante me espera el señor Smith tan contento como un niño con un juguete nuevo. Pero para mí sorpresa me ha arrastrado a una cena con socios para exhibirme, esto le saldrá caro, porque si tiene un regalo para mí como dice espero que sea costoso.

La mesa está ocupada por un hombre como de la edad del señor Smith y su esposa, ambos muy agradables. Mi acompañante hace las presentaciones y nos sentamos a esperar al tercer socio. La conversación fluye a mí alrededor y cuando el señor Keller, el socio de Smith, pregunta sobre mi vida hablo sobre mi carrera y dejo de lado el tema del trabajo, pero cuando insisten en ello somos interrumpidos.

- Perdonen el retraso, me surgió un imprevisto.

Para más sorpresas esta noche aparece Alexander Moore. Me reconoce nada mas acercarse a la mesa y sonríe para mí.

- Vaya señorita Hall, está hermosa esta noche.

- Gracias señor Moore.

- ¿Os conocéis?- pregunta Smith molesto.

- Nos conocimos el viernes en la exposición de Chloé Vansseur.- responde Alexander restándole importancia.

La cena fluye entre en conversaciones sobre sus negocios donde no puedo intervenir mucho, el señor Moore, para mi suerte no volvió a hablarme ni tontear en toda la velada. Algo que relajo a Smith y no arruinó mis planes. Cuando nos disponemos a irnos nos despedimos de todos y montamos en el coche del señor Smith que me dejará en mi edificio. Salimos del parking en silencio y es roto por mi acompañante.

- ¿Te apetece tomar algo en privado?

- Lo siento, mañana debo hacer unas cosas y no quiero trasnochar.

Pone su mano sobre mi pierna y me siento sucia con esto. Suelo elegir con quien compartir mi intimidad y ahora mismo me siento acorralada. No quiero contacto con él.

- Venga solo será un rato. - detiene el coche en un semáforo al rodear la manzana del restaurante.

- De verdad no puedo.

El señor Smith desabrocha su cinturón inclinándose hacia a mí y comienza a besar mi cuello, intento apartarlo pero es muy insistente.

- Venga preciosa, déjame enseñarte que es un hombre de verdad.

Sin abrir la boca me apresuro a bajar del coche aprovechando que el semáforo sigue en rojo. Me da asco, me siento muy muy sucia, quizá mis amigos tengan razón y debería dejar este juego. Intento tomar distancia pero el coche me alcanza y me sigue calle abajo.

- Vamos, no seas estrecha, sube al coche, lo pasaremos bien, puedo darte lo que quieras.

- ¡Olvídame viejo enfermo!

- No vayas de digna, muchacha, todos sabemos que eres una puta y te vendes por regalos caros. Algunos de mis amigos te conocen.

Las verdades duelen y ahí está la mía. No me he acostado con ninguno de esos hombres, pero si es verdad que los he coqueteado y acompañado por regalos y dinero. Ninguno me obligó a nada más y las escasas excepciones que existen las elegí yo y sin cobrar.

- No quiero volver a verte cerca.

Me alejo de él a toda prisa, oyendo de fondo todos sus insultos. No puedo evitar llorar, me ha dado asco su contacto, pero no todo iba a ir siempre bien. Ser melosa y conseguir lo que quiero sin dar nada a cambio no iba a valer con todas las personas. Al final el más tonto fue el más listo.




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