Ojos Color Violeta.

Cap. 5: Aquí es donde te escabullías.

Capítulo 5: Quien heredó los ojos violetas, parte V.

Aquí es donde te escabullías.

No sé por qué habrá ocurrido aquel milagro, pero cuando mi abuelo me llevó de vuelta a casa, vimos que Esteban iba de salida y mi abuelo se acercó a él para hacerle una importante pregunta.

—¿Se puede quedar Lila conmigo hasta que entre a la escuela?

Esteban me miró por un momento, parecía cansado, como si fuera a caer en un profundo sueño tan pronto se relajara un poco más, y luego de que yo desvié mi mirada con miedo, como de costumbre, sus ojos se dirigieron a mi abuelo—. Está bien, pero asegúrate de hacer que engorde y que parezca menos enferma, también sería bueno si pudieras cubrir las heridas en sus manos, y por supuesto tiene que seguir estudiando para alcanzar el nivel de Marilyn. Regrésala a casa una semana antes de que empiecen las clases, aprovéchala, porque no te dejaré verla por mucho tiempo.

Gracias a eso tuve dos meses con mi abuelo para poder disfrutar plenamente de su compañía, además de que mi cuerpo recuperó toda su fuerza, y aunque esto último se sentía genial, me desagradaba el hecho de que, al verme al espejo, me parecía cada vez más a Melisa. Cuando llegó el día en que tuve que atravesar las puertas del colegio Marilyn, me dirigí hacia ese lugar con mi cabeza llena de instrucciones, tanto de mi abuelo como de Esteban, y ambos coincidían en que debía comportarme como una estudiante normal más… pero ¿cómo demonios se hacía eso?

Mi primer día de clases fue totalmente distinto a lo que debería ser un primer día de clases normal, había tantas personas abarrotando los pasillos que me sentía asqueada, hacía lo posible por no tener contacto con ninguno de los otros alumnos, y cuando alguien llegaba a chocar por accidente conmigo, yo chasqueaba la lengua los miraba con desprecio, y cuando por fin logré llegar a mi salón de clases, vi a muchos chicos con un notable nerviosismo en sus caras, otros que parecían indiferentes y tenían la cara pegada a sus celulares, y había otros cuantos que parecían querer hablar hasta con sus pupitres.

Me senté en una silla vacía al fondo del salón, en una esquina junto a la ventana que daba vista al pasillo, y casi un instante después de que tomé asiento, el chico que se hallaba sentado delante de mí se dio la vuelta para verme y me sonrió.

—Hola, ¿cómo te llamas?

Lo miré con seriedad, pensé que estaba en presencia de aquella falsa amabilidad con la que había sido tratada en el pasado por Melisa y Jaqueline.

Él arqueó una ceja—… ¿Quizás eres un poco tímida? —preguntó riendo—. Vamos a intentarlo otra vez. ¿Puedo saber tu nombre?

Continué sin responder y preferí dirigir mi vista hacia la ventana para no tener que seguir viendo la cara de aquel chico.

—Hey, solo porque eres un poco linda no tienes derecho a ser así creída. Yo te conozco, asistíamos a la misma secundaria, aunque en distintos grupos, siempre estabas rodeada de un montón de gente, pensé que eras alguien amigable, pero veo que solo eres una imbécil con aires de… —Cayó al suelo sin entender cómo mi pequeño puño lo había golpeado tan rápido y tan fuerte. Trató de levantarse listo para gritarme un montón de insultos, pero antes de que pudiera hacerlo, me lancé sobre él y lo golpeé en el rostro tantas veces como pude.

El profesor no tardó mucho en llegar, noté su presencia porque de pronto los gritos de las personas que me rodeaban cesaron por completo, entonces me levanté con toda la calma del mundo, me limpié un poco la sangre del chico que tenía en mis manos con la falda y caminé hacia la puerta luego de agarrar mi mochila.

—Profesor, me siento un poco mal, iré a la enfermería.

El profesor me miró confuso y se hizo a un lado para dejarme pasar, luego trató de dispersar a los alumnos para ver al chico tendido en el suelo y preguntarle qué había pasado.

En realidad, no le había mentido al profesor sobre sentirme mal, ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez que había estado rodeada de tantas personas, me sentía tan incómoda que quería vomitar. Luego de haber huido de mi salón, caminé por los pasillos que se habían quedado desiertos luego de que sonara la campana, y me dediqué a buscar un lugar tranquilo en el que pudiera descansar y en el que no hubiera riesgo de que me descubriera un profesor, más que por ahorrarme el sermón, era por temor a lo que pudiera pasarme en casa si algo malo de mí llegaba a los oídos de Esteban.

No sé qué clase de suerte milagrosa habré tenido, pero entré a la sala de profesores desconociendo totalmente que se trataba de ella, y pasé al jardín que se encontraba al otro lado sin ser vista por nadie, después me enteré que era el jardín exclusivo para profesores, pero igual seguí colándome ahí porque era el mejor lugar de toda la escuela para dormir tranquilamente, el jardín era muy amplio y estaba lleno de rosales, y había un enorme árbol que destacaba incluso desde afuera de la escuela, y yo realmente amaba acurrucarme entre un hueco que se hallaba entre sus raíces, era mucho más cómodo de lo que uno podría creer.

Supuse que el director tuvo que haber llamado a Esteban por aquel problema en mi primer día, pero las consecuencias nunca llegaron a mí, Esteban nunca lo mencionó en casa ni hubo algo parecido a un regaño, y en la escuela tampoco recibí alguno, ni por los profesores ni por el director, y eso de alguna forma me puso nerviosa, aunque luego de rato decidí dejar de preocuparme por ello.




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