Capítulo 10: Quien heredó los ojos violetas, parte X.
Esa fue la última vez que lo vio.
A finales de noviembre, los miembros tuvimos tiempo libre por primera vez en mucho tiempo, y aunque yo me había convertido en una adicta al trabajo, disfruté mucho de ese descanso y me la pasé durmiendo, los demás optaron por hacer lo mismo o salieron a divertirse con sus amigos, así que nos vino bien a todos ese tiempo libre… el único que no lo disfrutó tanto, fue Damián.
—¿Qué te ocurre? —le pregunté cuando lo escuché suspirar por octava vez en la sala del consejo mientras solo estábamos los dos.
—Usé mi tiempo libre para ir a la ciudad Adelfi a ver a Anabel —dijo sin energía y luego dejó caer su cabeza en el escritorio—, pero todo fue un desastre.
La verdad, no tenía muchas ganas de escuchar su triste historia, pero vi que me volteó a ver con ojos que suplicaron que le preguntara y terminé por hacerlo—… ¿Por qué?
—Primero, porque no pude estar a solas con Anabel en casi toda la cita, Emily y Andrés fueron también, por suerte me llevé a Anabel cuando los vi distraídos y pensé que por fin podría tener un momento romántico con ella, pero…
—¿Pero?
Suspiró—. Ya no sé si no es consciente de mí como opción amorosa, porque me preguntó la razón por la que nos habíamos separado de los demás, y yo no pude decirte que era porque quería estar a solas con ella, así que terminé diciéndole que era porque Andrés me ponía incómodo, cosa que de hecho era cierta. También me preguntó que si mi incomodidad tenía que ver con que Andrés es un chico enamorado de mí, pero yo le dije que incluso si fuera chica, me sentiría igual, después de eso se puso un poco seria. ¿Acaso dije algo malo? —preguntó asustado.
—Quizás pensó que, si ella se te confesaba y tú no la veías como opción amorosa, podrías comenzar a evitarla como lo haces con Andrés.
—Nah, imposible, siento que es obvio que ella me gusta —, agachó la cabeza—, creo que Anabel solo me ve como amigo. —Estiró la espalda y luego volvió a suspirar—. Oh, y luego las cosas se pusieron peor porque de alguna forma la conversación la llevó a preguntarme sobre mi experiencia amorosa, y yo no iba a decirle que la única persona de la que me he enamorado es de ella, le terminé diciendo que tuve algunas novias, pero nada serio, aunque la verdad es que jamás he salido con una chica, pero no me atreví a decirlo.
Arqueé una ceja—. ¿Es algo que valga la pena esconder?
—… Es que… soy popular.
—¿Lo haces por tu imagen?
—No exactamente. —Apretó los labios—. No puedo romper la percepción que otras personas tienen de mí tan fácilmente. Da miedo.
—Oh, ¿en serio?
Damián me miró como si yo fuera un caso perdido—. Por supuesto, tú no pareces tener idea de esto.
—Suena a que es algo agotador. Lo haces con todos, ¿cierto? Mantienes una imagen de señor perfecto.
—… Es patético, ¿no? —dijo mientras agachaba la cabeza—. Presidente, ¿no tienes miedo a lo que piensa la gente de ti?
Me encogí de hombros—. Realmente no.
Soltó una pequeña risa—. Eres muy fuerte.
—No es eso. Simplemente no veo el punto de mentir sobre algo para quedar bien, yo no tengo una necesidad inherente de agradarles a todos a diferencia de ti.
Él me miró pasmado por unos segundos, pensé que quizás se había sentido herido por lo que recién había dicho, pero ese no era el caso—. Wow… eres tan… no pude evitar pensar: «la presidente es genial» —, desvió la mirada luego de sentirse avergonzado por lo que me dijo—… o algo así.
Esbocé una pequeña sonrisa, pero la deshice tan pronto Damián volvió a mirarme para ver mi reacción—… Gracias, supongo. Regresando al tema con el que empezamos, ¿todos esos suspiros fueron porque no pudiste decirle a Anabel la verdad de tu experiencia amorosa?
Su expresión avergonzada y nerviosa se apagó y la reemplazó la cara de alguien que quería enterrarse vivo—. En parte, pero además, después me dijo que su escuela va a organizar una obra de teatro, y ya que ella va a interpretar un papel importante, de la forma más adorable posible me preguntó si yo podía ir.
—¿Y cuál es el problema?
—Mis padres acostumbran a solo darme dinero para cosas muy necesarias, si por ejemplo… quiero comprarle un bonito regalo a Anabel en navidad, tengo que trabajar por ello, así que me conseguí un trabajo de medio tiempo como mesero en una cafetería, entre eso, la tarea y el trabajo del consejo —, se agarró la cabeza con desesperación—, no tengo ni un minuto de descanso, por lo que con todo el dolor de mi corazón tuve que declinar su invitación.
Esa misma semana, mientras los seis miembros del consejo nos diríamos a la sala luego de haber ido a la cafetería por algo de comer, una persona con un largo vestido blanco, alas en la espalda, una peluca rubia y una máscara, apareció por el pasillo y corrió a toda velocidad hacia nosotros hasta que llegó a Damián y lo abrazó con fuerza, escuché a Damián susurrando el nombre de Anabel luego de salir de su asombro y supuse que la persona que lo abrazaba era ella, y antes de cualquier de nosotros pudiera decir algo, Damián tomó la mano de esa persona y corrió junto con ella fuera de nuestra curiosidad.