Ojos Color Violeta.

Cap. 15: Llámame cuando quieras.

Capítulo 15: Quien heredó los ojos violetas, parte XV.

Llámame cuando quieras.

El semestre anterior, además de Alexa y Damián, dos chicas de primer año habían ingresado al consejo estudiantil, una de ellas, Dánae Frayssinet, parecía haberse declarado oficialmente el enemigo jurado de Emanuel, esto luego de que él la derribara por accidente cuando corrió para borrar algunas fotografías mías de su computadora antes de que yo las viera.

Emanuel solía ser un chico tranquilo y maduro que nunca tenía problemas con nadie, era naturalmente agradable y no parecía haber nadie quien lo odiara, aunque, de hecho, yo sabía que hubo una época oscura en su niñez en la que solo eran él y Alexander contra toda la escuela, sin embargo, desde que él ingresó a la escuela secundaria, él me dijo que no volvió recibir miradas despectivas de alguien, hasta que me conoció, e incluso yo, siendo tan reacia a socializar, él se las arregló para que yo aceptara tenerlo a mi lado, así que él pensó que si pudo entablar una amistad con la chica a la que era más difícil acercársele, creyó que podría hacer algo con Dánae.

Dánae por su parte, era una chica cuya energía parecía casi inagotable, es por eso que, a diferencia de mí, ella estaba muy lejos de tener intenciones de querer apaciguarse un poco para que Emanuel la dejara en paz, y para cuando terminaron las vacaciones de invierno y empezó el nuevo semestre, Emanuel comenzó a tomarse muy en serio su misión de ganarse la amistad de Dánae.

Fue justo cuando había pasado ya un mes desde que habíamos regresado a la escuela, que Emanuel notó que Dánae lucía apagada, aunque en sí, él fue el único en notarlo, al menos cuando me preguntó a mí por ella, yo le contesté que la veía igual que siempre, energética, moviéndose de aquí a allá, abrazando a Katia cada que podía, pero él me juró que ella se traía algo.

Al finalizar las actividades del consejo, cada uno tomó sus cosas y se marchó, pero Emanuel decidió quedarse un poco más para terminar su tarea, y de algún modo pareció un poco decepcionado cuando nadie se ofreció a quedarse con él para hacerle compañía, pero igual no dijo nada y nos dejó ir. Cuando terminó su tarea, el cielo estaba de un brillante anaranjado y algunas nubes estaban pintadas de dorado y rosa, y mientras caminaba hacia el portón, Emanuel notó que Dánae se había acomodado en la sombra de un árbol en los jardines y hablaba con alguien por teléfono con una cara que parecía estar dando su máximo esfuerzo por parecer animada.

—Maldición —masculló Dánae cuando colgó el teléfono, sujetó su monedero, que era lo primero que su mano encontró, y lo lanzó con fuerza al suelo, haciendo que se abriera y las monedas que estaban dentro se esparcieran—… maldición…

Emanuel terminó por acercarse a ella cuando vio sus monedas regadas por todas partes, y sin decir una palabra, la ayudó a recogerlas, cuando dejó de ver más monedas en el suelo, se paró enfrente de Dánae y metió las monedas que tenía en sus manos en el monedero abierto que sostenía ella.

—Lo siento. Gracias. —Dánae guardó su monedero y miró a Emanuel con una cara mucho menos agresiva de lo normal, aunque tampoco era como si le estuviera sonriendo.

Pero Emanuel sonrió en su lugar—. No hay problema… hey, tu teléfono está sonando.

Dánae sacó su celular del bolsillo de su pantalón y al mirar al nombre que había en la pantalla, su cara palideció, entonces le dio un rápido vistazo a Emanuel y al intentar sin éxito transmitirle con la mirada que quería privacidad, le dio la espalda y contestó—. ¿Qué hay, Oscar? —Saludó con el mismo tono animado de siempre.

—¡Hey! Ha pasado un tiempo desde la última vez que me llamaste, ¿puedes hablar ahora? —preguntó la voz al otro lado del teléfono, con el mismo tono animado de Dánae.

—Sí, hace un rato que terminaron las actividades del consejo.

—Oh, ¿en serio? ¡Perfecto! Entonces, ¿ya sabes que voy a mudarme ahí?

Dánae dejó caer su monedero otra vez—. ¿Huh?

Emanuel le dio un vistazo a ella y luego se inclinó para recoger el monedero.

—Es decir, a Kleidi —continuó Oscar—, de hecho, seré tu vecino, creí que tu padre ya te lo habría dicho.

—Me dijo que vendrías, pero creí que solo sería de visita… ¿y a qué vienes?

—Para la Universidad, por supuesto. Tu padre está encantado con la ciudad en la que vives ahora, le ha dado demasiadas buenas referencias a mi madre como para que me dejara ir a la Universidad de Kleidi.

Ella forzó una sonrisa, aunque la mano que sostenía su teléfono comenzó a temblar—. La Universidad de aquí, ¿es en serio?

—¡Sí! Bueno, te llamaré cuando sepa que día me mudo, dile a tu padre que le mando saludos… dice mi madre que también ella se los manda. ¡Nos veremos pronto, Dan-dan!

—Nos vemos. —Colgó, y tras guardar su celular, pegó la mirada al suelo y soltó un largo suspiro.

—¿Todo bien? —preguntó Emanuel, quien notó que Dánae se había olvidado por completo de él cuando ella dio un pequeño brinco de sorpresa al escucharlo.

—Sí… todo bien. —Ella se giró hacia él y sonrió de forma apagada mientras volvía a pegar los ojos en el piso.

Él extendió su mano para devolverle el monedero—. Escuché que alguien se muda a aquí, ¿un amigo tuyo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.