Ojos Color Violeta.

Cap. 19: Él es quien siempre se esconde.

Capítulo 19: Quien heredó los ojos violetas, parte XIX.

Él es quien siempre se esconde.

Cuando Emanuel y yo llegamos a la cafetería, busqué a Alexa y a Katia con la mirada por todas las mesas que había en el lugar, pero no parecía que se encontraran ahí en ese momento, me giré hacia Emanuel para decirle que me marcharía a mi casa, pero me topé con sus ojos llenos de expectativa por pasar un lindo momento conmigo y me sentí incapaz de irme sabiendo que se decepcionaría.

—Sentémonos ahí —dijo entusiasmadamente mientras señalaba una mesa a nuestra derecha, al lado de la ventana que daba vista al parque de Kleidi.

Al principio, pensé que esa ida a la cafetería San Francisco no sería más que una pérdida de tiempo, pero joder, qué equivocada estaba, el café de ese lugar no se comparaba nada con ningún café que había probado antes, tanto que recuerdo que cuando tomé mi primer sorbo, tuve la sensación de haberle dado un sorbo a todos los secretos del universo.

—¿Dánae?

Despegué mis ojos, por primera vez desde que me lo habían traído, del café a punto de acabarse frente a mí, y luego de mirar a Emanuel, quien se encontraba mirando a alguien parado junto a nuestra mesa, me giré hacia la misma dirección y pude ver a Dánae junto a un chico desconocido.

—Hola —saludó Dánae, mucho menos energética de lo que yo estaba acostumbrada a verla.

Ella y el chico que la acompañaba se sentaron en la mesa de al lado, y aunque mis ojos volvieron a mi café, sentí cómo Dánae tuvo sus ojos bien fijos en mí todo el camino hasta su mesa en donde nos dio la espalda.

El chico se sentó frente a Dánae, por lo que quedó de frente a nosotros también—. ¿Quiénes son? ¿Amigos tuyos? — preguntó con una sonrisa y de forma tan energética como normalmente habría hecho Dánae.

—Más o manos —contestó ella.

—¿Van en el mismo grupo?

—No, no es así.

Emanuel se giró hacia la mesa de ellos, quedando de frente al chico y viendo la espalda de Dánae—. Solemos jugar en los columpios del parque algunas noches.

Dánae se giró rápidamente y lo tomó del cuello de la camisa—. ¡Cállate!

El chico y yo vimos con sorpresa cómo la cara de Dánae se había transformado por completo en la de un monstruo mientras zangoloteaba Emanuel.

—Lo sien… Agh… Dánae, no puedo respirar —dijo Emanuel con dificultad—, estaba bromeando… ¡Lo siento...! Estás estirando el cuello de la camisa. —Tosió un par de veces cuando por fin lo soltó, y tras acomodarse la camisa, volvió a dirigir la mirada hacia el chico que acompañaba a Dánae, aunque sin dejar de estar al pendiente de la mirada asesina de ella—. Uhm… soy el vicepresidente del consejo estudiantil, ella es la presidente —, me señaló con la cabeza—, es de ahí de donde conocemos a Dánae. ¿Y qué hay de ti? No soy un cliente regular, pero casi siempre veo las mismas caras en esta cafetería, y es la primera vez que te veo.

El chico sonrió—. No ha pasado tanto tiempo desde que me mudé a Kleidi, soy un viejo amigo de esta chica —dijo mirando a Dánae—, nos conocemos desde muy pequeños, así que prácticamente es mi hermanita menor.

—Oh, entiendo.

—¿Y tú eres cliente regular? —me preguntó.

Negué con la cabeza.

—Es la primera vez que ella viene aquí —contestó Emanuel—, en realidad venimos a buscar a Alexa.

Vi cómo Dánae daba un largo respiro, como si se hubiera librado de alguna preocupación—. Como sea, vamos a ignorar a este tipo sospechoso y vamos a ordenar.

—¿Uh? ¡No soy ningún tipo sospechoso! —se quejó Emanuel. Luego se giró hacia mí—. ¿Me veo como alguien sospechoso?

Entorné los ojos mientras lo analizaba de arriba a abajo—. Pues si me lo preguntas… creo que te ves un poco sospechoso —confirmé encogiéndome de hombros.

—¿De verdad? —inquirió preocupado.

Dánae soltó una risita y luego levantó la mano para llamar al mesero.

Emanuel y yo hicimos lo mismo poco después para pedir una rebanada de pastel de chocolate, y le hice caso a él y pedí también un café capuchino, luego de eso, la mesa de al lado se envolvió completamente en su conversación, mientras que Emanuel y yo cada vez cruzábamos menos palabras, al parecer los dos estábamos más interesado en escuchar a los que conversaban al lado.

—Y entonces, ¿la chica del otro día era tu novia? —preguntó Dánae con tono burlón.

—Claro que no —respondió su amigo tímidamente—, recién llegué a la ciudad, no tengo tanta suerte.

—Pero parecías bastante cercano a ella.

—No lo somos tanto —masculló avergonzado—. Trabajamos juntos y vive cerca de dónde me quedo.

—Oh~, ¿y van al trabajo juntos? —preguntó ella con una sonrisa.

—No. Ese día nos viste juntos porque hay una tienda popular y fuimos a mirar.

—Entonces era una cita.

—¡No! Es solo que los dos estábamos libres y… bueno…

Dánae tomó la cuchara con la que se encontraba comiendo una tarta y apuntó a su amigo con ella—. Pero esa chica, por lo que vi, es totalmente tu tipo.




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