Ojos Color Violeta.

Cap. 20: No había nadie que la odiara.

Capítulo 20: Quien heredó los ojos violetas, parte XX.

No había nadie que la odiara.

En la segunda semana de abril, debido a un chequeo que harían los de administración, nos informaron que tendríamos una semana de vacaciones, fue entonces que Alexa nos hizo a todos los del consejo una invitación a las aguas termales, aunque para su pesar, algunos de nosotros ya habíamos hecho planes.

El viaje a las aguas termales coincidía con mi cumpleaños, y yo tenía planeado visitar la tumba de mi madre biológica, lo había hecho el año anterior junto con mi abuelo, y esperaba poder hacerlo de nuevo ese año. Damián había quedado con Anabel, y aunque tal vez se hospedaría en el hotel en el que estarían Alexa y los demás, pues de hecho el hotel de aguas termales era propiedad del padre de Anabel, no pasaría el día con ellos. Y Dánae haría un viaje rápido junto con su amigo Oscar a ver a su madre y a la familia de él en Filos, su ciudad natal.

Al llegar el 16 de abril, estuve al pendiente de mi ventana hasta que vi el auto de mi abuelo estacionarse afuera del portón, entonces salí lo más rápido que pude e ignorando completamente a las sirvientas que me decían que Esteban no había autorizado mi salida, me subí al auto y me fui con mi abuelo.

—Abre la cajita que está en la guantera —dijo mi abuelo tan pronto me subí al auto.

Abrí la guantera y luego de mirar con felicidad una pequeña caja envuelta en papel de color violeta, la abrí con cuidado, tratando de no rasgar mucho el papel, y saqué una pequeña botella.

—Es un perfume. Tu madre adoraba la lavanda, ese perfume era su favorito.

Rocié un poco en mi muñeca y luego la acerqué a mi nariz para olerlo—… Tenía buen gusto.

—Pienso igual —dijo riendo.

Yo reí también—. Gracias.

—No hay de qué, cielo.

Cuando encontramos la tumba de mi madre y nos paramos frente a ella, vi a mi abuelo dejarle un ramo de flores en uno de los floreros de piedra y luego se dispuso a mirar la tumba con una seriedad que pocas veces se veía en él, supongo que le hizo una y mil promesas, muchas de ellas debieron ser sobre detener a mi Esteban, mientras que yo… yo no estaba segura de qué decirle, no la conocía, y recién había logrado ver su imagen en una pintura.

—Parece que mantienen muy limpia la tumba —comenté después de rato sin saber qué más decirle a mi madre luego de contarle lo que había cenado la noche anterior.

—Sí —respondió mi abuelo con voz apagada—. Mi primo Román murió hace unos años, también su esposa, y además de Catalina, no tuvieron más hijos, tu madre no tenía más familia que sus padres, pero creo saber quién mantiene la tumba así.

—Quizás —, lo medité por un momento—… ¿el hombre con el que se iba a casar?

Levantó las cejas—. ¿Uhm…? Bueno, sí, también puede ser. Oh, cierto, no te lo había contado, pero de hecho lo encontré y le hice una visita, su nombre es Jared Leiva, ahora ya tiene una familia y es feliz, pero pareció que mi visita no fue mucho de su agrado, y en el momento en que le mencioné a Catalina se puso muy nervioso, sin embargo, no se comparó nada a cuando le dije que yo era el padre de Esteban. —Arrugó las cejas—. Lo hubieras visto, se puso como loco y me corrió de su casa.

—Supongo que ahora ya es más que evidente que Esteban mató a mi madre frente a sus ojos.

Mi abuelo asintió—. Bueno, ¿ya terminaste de hablar con tu madre?

—Sí…

—Bien, vámonos entonces.

Cuando llegó el domingo, terminé de cenar rápido porque sabía que Esteban y Melisa estaría presentes ese día en la mesa, y yo quería aprovechar que estarían horas disfrutando una agradable conversación entre ellos, porque así yo podría encerrarme en mi habitación a terminar mi tarea.

El lunes de la siguiente semana, Alexa me buscó al terminar clases, pateó a Emanuel mientras le gritaba que él no podía acompañarnos, porque según quería tener una conversación de chicas conmigo, y entonces buscamos un lugar en el que pudiéramos estar a solas, y terminamos por sentarnos en las escaleras que llevaban a la azotea del edificio de los laboratorios, que para ese momento ya debía de estar totalmente desierto.

—Puede hacerse invisible —dijo Alexa tan pronto nos sentamos.

—¿Ortega?

—¿Quién más? De hecho, su timidez se deriva de eso, ella creía que la ignoraban, que fingían no verla, ¡pero en realidad ellos no la veían! Me dijo que dejó de sentirse invisible luego de entrar a Marilyn, ¿puede que hayas anulado su poder?

Traté de considerar esa posibilidad—… A veces lo hago de forma inconsciente, creo que eso pasa cuando tengo cerca a alguien con un poder demasiado grande, o a alguien que no puede controlarlo, eso pasó con Melisa, cuando éramos niñas, ella jamás mostró señales de su poder porque yo lo anulaba sin querer, quizás pasó lo mismo con Ortega.

—Ya… bueno, ese asunto ya está, pero no le he dicho sobre la organización de tu abuelo, Alexander tomó el control y él no parece muy feliz con la idea de que ella se una.

—Ya lo había notado —, suspiré—… ¿y cómo lograste separarte de Gibson para hablar a solas con Ortega?




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