Ojos Color Violeta.

Cap. 23: El director.

Capítulo 23: Quien heredó los ojos violetas, parte XXIII.

El director.

El amor de Emanuel hacia mí empezó por simple curiosidad, le intrigaba verme tan diferente a la persona por la que había declarado un eterno odio en la secundaria. Recuerdo que la segunda primera vez que Emanuel se me confesó, me explicó que él jamás había estado enamorado de nadie, no sabía lo que significaba tener su mirada fija en alguien, pero luego de pasar un tiempo conmigo, ser el único a mi lado durante nuestro primer año y conocer gestos de amabilidad escondidos en mis regaños o quejas, hizo que sintiera que era especial para mí, y no estaba equivocado.

Él me dijo que aquello se sentía muy agradable, por lo que estar a mi lado se volvió cada vez más placentero, tanto que cuando yo no estaba cerca, se sorprendió a sí mismo pensando en los momentos que compartíamos juntos, en la próxima vez que nos veríamos y en lo mucho que quería verme en ese momento, y pronto, descubrió que era capaz de encontrarme en un instante en un mar de gente, aún si mi presencia no resaltaba ni la décima parte de lo que lo hacía Melisa.

Era diferente a la secundaria, en donde era imposible no ver a Melisa, siendo ella el centro de atención a donde quiera que iba, ya fuera por su fuerte presencia o por la enorme cantidad de personas a su alrededor, siempre era ruidoso cuando ella estaba cerca, por otra parte, yo caminaba en silencio y destacaba tanto como un grano de arena en la playa, pero para Emanuel, lejos de pensar que la presencia de Melisa se opacó al tomar yo su lugar, creía que yo brillaba mucho más, y cuando se percató de ello, no tuvo de otra más que admitir que se había enamorado de mí.

—A veces yo tenía la impresión de que la presidente nunca me tomaba en serio porque pensaba que solo estaba encaprichado con ella —comentó Emanuel mientras pasaba sus ojos del rostro de Dánae al cielo—, pero hoy logré que entendiera de verdad que la amaba.

—¿Y qué dijo ella?

—Primero puso una cara de sorpresa que nunca había visto en ella —, apretó su puño con frustración—, ¡de verdad nunca creyó que la amaba ni por todas las veces que se lo dije! —Relajó su mano y luego esbozó una sonrisa—. Pero está vez, por primera vez… me tomó en serio cuando le dije que la amaba —dijo con voz temblorosa—. Ay, no. —Se cubrió el rostro con una mano cuando sintió que sus ojos se desbordaban en lágrimas y soltó una pequeña risa—. Perdón… no sé porque yo…

Dánae lo miró en silencio por un momento, pero al final dejó que el impulso de querer abrazarlo ganara y eso hizo.

—¡Oh, wow! ¿Qué clase de servicio especial es esto? —preguntó él mientras sonreía tímidamente.

Pero ella no contestó, estaba un poco avergonzada, pero tampoco dejó de abrazarlo.

—Dánae, ¿puedo confesarte algo incomodo, vergonzoso, que alguien que acaba de ser rechazado no debería decir y que quizás arruine nuestra amistad?

—… ¿Supongo que sí?

—Más de una vez he llegado a pensar en alejarme de ti antes de que tu existencia se vuelva gran parte de mi vida, yo no puedo ver el final de cuando me dejará de gustar la presidente, será un largo tiempo... pero… contigo fue la primera vez que me vino a la mente que… si volviese a amar a alguien de nuevo, sería bueno que fuera a ti. Aun cuando dije que podías usarme, al final fui yo quien terminó siendo ayudado.

—Yo también —, se separó de él sin poder mirarlo a los ojos y sonrojada hasta las orejas—, si voy a amar a alguien de nuevo, quiero que seas tú… tal vez.

Emanuel la miró en silencio.

—Hey… no sólo dejes de hablar —farfulló Dánae.

Él soltó una pequeña risa—. Lo siento, estaba pensando en la forma de hacer que te enamores de mí más rápido.

—No tienes que esforzarte mucho —confesó tímidamente.

—¿Uhm? ¿Por qué?

—Cuando fui a Filos a visitar a mi mamá junto con Oscar… en lo único que pensaba era en ti. Pero yo posiblemente no sea capaz de olvidar a Oscar pronto.

Emanuel sonrió—. Sí… no importa.

Erróneamente creí que la cosas se pondrían un poco tensas en el consejo, pese a que Emanuel tomó mejor de lo que hubiera esperado su rechazo definitivo, creí que quizás se resentiría un poco con Damián, sin embargo, siguió tratándolo de la misma forma como antes de saber que él me gustaba, e incluso, recuerdo que un día llegué a la sala del consejo y los encontré hablando acaloradamente con Alexa sobre cómo habían sido testigos de cómo la gente se asqueaba de un hombre mayor cuando éste, incapaz de contenerse, se había hecho encima.

—Y los policías de la plaza en vez de ayudarlo, le pidieron que se retirara porque estaba ensuciando el piso —contó Emanuel con indignación.

—En serio, no entiendo cómo la gente es tan fría y egoísta que, en vez de ayudarlo, lo desplazaron y ridiculizaron —dijo Damián con aspereza.

—Supongo que ellos nunca envejecerán.

Damián soltó una risa—. Gibson estaba tan enojado que comenzó a gritarles: «¿Acaso ustedes no tienen padres o abuelos, hijos de su putísima madre?».

—Wow, Ema raramente dice palabrotas, me hubiera encantado estar ahí —dijo Alexa entre risas.




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