Capítulo 24: Quien heredó los ojos violetas, parte XXIV.
Detectar las presencias de los enemigos.
Luego de llegar a salvo a mi habitación con un plato de cereal en mis manos, le puse seguro a mi puerta, dejé mi cereal sobre mi escritorio, saqué de mi mochila una libreta y una pluma, y me lancé sobre mi cama para escribir algunas cosas.
«Anciana de 78 años, siempre se escabulle de Melisa», escribí. Recordé al señor Paris y su padre Frank Dwelly, según lo que recordaba de lo que me contó Alexa, faltaban dos personas del antiguo REVENISH en unirse a Esteban, uno de ellos era el señor Frank Dwelly, y la otra persona era una mujer, quizás, aquella anciana que no se dejaba atrapar por mi hermana.
«Esteban quiere ver a Junuem, Valentina puede ayudarlo a encontrarla». No tenía ni idea de quién demonios eran esas dos mujeres, por lo que preferí no darle muchas vueltas y decidí esperar y preguntárselo a mi abuelo.
«Perdieron a una niña, conocida como el experimento 9-22-36, cuando mi abuelo descubrió el laboratorio del Doctor Dean», por supuesto, sabía que mi abuelo podría darme respuestas claras del significado de lo que acaba de escribir, ya que había escuchado a Esteban decir que mi abuelo había tenido que ver en ese asunto, pero, de hecho, sentí que yo misma me podría ir respondiendo. Traté de hacer memoria por un rato hasta que mi cerebro se iluminó y di con ello. Tiempo atrás, Alexa había encontrado el artículo de un periódico que nunca fue publicado, y coincidía enormemente con lo que tenía escrito frente a mi cara.
«Jared Leiva, el dueño del hotel en el que trabajaba el Doctor Dean». No recordaba bien si el artículo mencionaba que el lugar en el que trabajaba la persona que había estado haciendo experimentos con niños era un hotel, pero algo me decía que ese era el caso. Y de lo que sí estaba completamente segura, era que Jared Leiva estaba en peligro...
—¿Pero por qué me suena tanto ese nombre? —susurré.
Al día siguiente, tan pronto llegué a la sala del consejo después de clases, me acerqué a Alexa para contarle lo que había escuchado la noche anterior, le enseñé la hoja en la que había garabateado los puntos claves de la conversación entre Esteban y Melisa, y le expliqué uno por uno lo que pensaba de ellos. Alexa me dijo que investigaría la identidad de Jared Leiva y que consultaría con mi abuelo las cosas que ambas creímos que nos podría responder.
Unos minutos más tarde, ya cuando cada uno estaba concentrado en su propio trabajo, alguien abrió la puerta de la sala del consejo sin siquiera tocar, y cuando alcé la vista para ver de quién se trataba, sentí una mezcla de sorpresa y miedo, y ese sentimiento se volvió más fuerte cuando crucé miradas con Leo y él comenzó a caminar alegremente hasta mi escritorio.
—Te estaba buscando, señorita presidente.
—¿No crees que, antes que nada, deberías presentarte? —le pregunté, viendo que todos lo miraban con curiosidad.
—Cierto, qué modales los míos, gracias por recordármelo, es que a veces olvido que hay gente a nuestro alrededor cuando te veo —, me guiñó un ojo y luego se giró para ver con detenimiento a cada uno de los miembros del consejo, dedicándoles a cada uno una sonrisa, y deteniéndose unas milésimas de segundo más en Emanuel y Damián, quienes no parecían muy felices por su presencia—. Mucho gusto en conocerlos, mi nombre es Leonardo Stoltenberg y soy el actual director de Marilyn, aunque como supongo que comprenderán, me gustaría que esto último fuera un secreto entre nosotros.
Todos se quedaron mudos por un momento y luego comenzaron a estallar en interrogantes porque no creían que el director fuera una persona tan joven.
—Bien, dejaré que su bella presidente se encargue de dar las explicaciones correspondientes luego —, se giró hacia mí—, ¿podemos hablar a solas?
—Leo, creo que fui clara contigo ayer. —Sentí cómo las miradas de todos se clavaron en mí, especialmente las de Emanuel y Damián, quienes parecían bastante enfadados, y comprendí que había sido un error llamar «Leo» al director porque puse en evidencia nuestra cercana relación. Luego le eché un vistazo a Leo, esperando que comprendiera que deseaba que se fuera y no me diera más problemas, pero él me sonrió como si supiera cuál era mi preocupación y quisiera darme a entender que, si no iba con él, diría algo que escandalizaría al resto.
—Sabes que no me iré sin ti, y creo que prefieres que sigamos nuestra conversación de ayer a solas.
—… Bien. —Me paré de mala gana y lo seguí.
Cuando llegamos a la dirección, se apresuró en ofrecerme una silla para sentarme, debido a ello, ni siquiera notó que no había cerrado bien la puerta, aunque en ese momento, yo tampoco lo noté. Él se sentó encima del escritorio y desde ahí me dedicó una sonrisa.
—No tenías que ir personalmente —dije mientras me cruzaba de brazos—, ¿por qué no enviaste a Gustavo como siempre lo haces?
—Quería ver de cerca a los chicos que te hicieron cambiar, siempre tengo que estar encerrado aquí para ocultarme de los estudiantes, pero gracias a esa pequeña ventana —, la señaló con la cabeza—, puedo ver un poco de tu día a día, y noté con alegría como pasaste de ser una niña que no mostraba interés ni por la única persona que se aferraba a ser tu amigo, a alguien que puede ir con sus amigos a espiar a otro de sus amigos mientras él habla con un extraño chico vestido de ángel. Cada vez te volviste más amigables —, juntó sus manos y miró al techo con una sonrisa—… estoy tan orgulloso de mí por haber documentado toda tu transformación con fotografías, tengo tantas que bien puedo hacer un álbum.