Capítulo 27: Quien heredó los ojos violetas, parte XXVII.
16-24-67.
A finales de mayo, Gustavo apareció en mi salón al finalizar las clases para decirme que había alguien esperándome en la dirección, supuse que sería el señor Alan o los gemelos, pero no entendía por qué no habían utilizado a Alexa para comunicarse conmigo como siempre, a menos que Alexander estuviera de nuevo poco cooperativo, sin embargo, cuando Gustavo y yo llegamos a la puerta de la dirección, él me dio una palmada en la espalda como si me deseara suerte, y se fue.
Sintiendo que algo raro pasaba, abrí la puerta y me topé de frente con un hombre que nunca había visto, tenía alrededor de 50 años, su pelo era en su mayoría gris pero aún conservaba algunos mechones de pelo rubio, tenía unos ojos almendrados de color verde, y aunque su piel era un poco oscura, daba la impresión de que no había visto la luz del sol en un buen tiempo, y lo más importante, el color de su aura era verde, lo que significaba que debía de poseer un poder.
—Hola, ¿cómo estás? Mi nombre es Bernardo Cano Vidal.
Lo miré con desconfianza, pero había algo que me había llamado la atención, el apellido de soltera de la madre de Andrés era Cano Vidal, y si lo miraba atentamente, era cierto que ese hombre tenía algunos rasgos que compartía con la señora Luciana y Andrés.
El hombre soltó una risita que me sacó de mi ensimismamiento—. Me miras de forma muy dura, me recuerdas un poco a tu padre.
Entorné los ojos—. ¿Conoces a Esteban?
—¡Claro que lo conozco! —exclamó feliz—. Soy su mano derecha. Bueno, ¿no vamos?
—¿A dónde? —pregunté confundida.
—A la base secreta de Esteban —respondió con una sonrisa, puso su mano en mi hombro y su sonrisa se ensanchó al instante—. ¡Vaya! Has anulado mi poder, eso es bueno, muy bueno. —Caminó hacia la puerta y luego de abrirla, se giró rápidamente hacia mí, mirándome como si me examinara—. No estás enferma, ¿cierto?
—No…
—Genial, escuché que tu poder de anulación se vuelve inestable cuando te enfermas, y si no pudieras usar tu poder en este momento, tendría que ir preparando mi cabeza para ser cortada, aunque en realidad no me desagrada mucho la idea de morir en manos de tu padre. —Volvió a sonreírme y movió su mano como si me invitase a atravesar la puerta y seguirlo.
Decidí mover mis pies e ir detrás de él porque, pese a que podía anular su poder y frente a mí no era más que un simple hombre de casi 50 años, temía a las repercusiones que habría si me negaba, y había otra cosa que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza, sabía que el espía de mi abuelo era alguien en quien Esteban confiaba, y ese hombre decía ser su mano derecha, ¿y si él se trataba del espía? ¿Podía confiar en él? Pero, ¿y si no lo era? Pensé entonces, que sería mejor no abrir la boca y solo limitarme a obedecerlo.
Luego de llegar a su auto, me pidió que me sentara en el asiento de atrás y me pasó una bufanda y unos audífonos que estaban conectados a un reproductor de mp3.
—Sé que eres una especie de niña genio, así que usa eso, necesito impedir que tengas una idea básica de dónde se encuentra la base, cubre tus ojos con la bufanda, ponte los audífonos, acuéstate y relájate, yo me dedicaré a dar algunas vueltas a la ciudad para despistarte antes de tomar el camino correcto.
Obedecí lamentándolo un poco, porque tenía la esperanza de poder averiguar la ubicación de la base de Esteban, pero con mis ojos y oídos cubiertos, las únicas pistas que podía recoger era sentir la dirección en la que se movía el auto, pero eso también estaba arruinado puesto que Bernardo daría vueltas a lo loco para confundirme, y aunque una vez empezó a avanzar el auto puse toda mi concentración para adivinar hacia dónde íbamos, terminé por confundirme y me rendí luego de un rato.
Sentí la puerta que estaba al lado de mi cabeza abrirse y cuando dirigí mis manos hacia la bufanda para quitarla y poder ver, escuché la voz de Bernardo encima de la música gritándome que no me la quitara, pero que era hora de bajarme del auto y que él me iba a guiar. Y así, estuve caminando a ciegas e incluso subí unas escaleras de cuerda, volví a caminar y nos detuvimos en una pequeña habitación que comenzó a moverse hacia abajo, luego volví a caminar y por fin me dieron permiso de quitarme la venda.
—Disculpa que te haya tratado tan rudamente, pero estoy un poco nervioso —dijo sonriente mientras me conducía por un pasillo de color verde pistache que no tenía ventanas—. Tenemos un niño fuera de control, su número es 16-24-67, pero hay algunos otros que se empeñan en llamarlo Killian, es un telequinético, no sé si lo sepas, pero ese es un poder muy problemático cuando es demasiado poderoso. Nos lo dieron unos monjes diciendo que era el nieto de un demonio al que sirvieron de nombre Donovan, curioso, ¿no? Unos monjes sirviendo a un demonio. Nos lo entregaron porque al parecer asesinó a unos 30 monjes en un ataque de ira a los 5 años.
Cruzamos la puerta de madera oscura que había al final del pasillo y nos llevó a otro pasillo mucho más largo del mismo color, no vi ninguna puerta pero había pequeñas ventanas de las que salía una luz blanca, y cuando fijé mi atención en una para ver lo que había al otro lado, pude ver a niños pequeños, cada uno encerrado en cuatro paredes de cristal sin otra cosa que una cama y una pequeña mesa, los niños que se encontraban dentro no parecían tener más de 6 años, algunos de ellos lloraban y parecían desesperados por salir, pero había otros que lucían muy tranquilos, como si llevaran toda su vida ahí.