Ojos Color Violeta.

Cap. 28: Sabía que ustedes llegarían.

Capítulo 28: Quien heredó los ojos violetas, parte XXVIII.

Sabía que ustedes llegarían.

Durante todo ese mes, Alexa estuvo investigando al padrastro de Andrés debido a mis sospechas de que él pudiera estar relacionado con el tipo que me seguía, pero no pudo encontrar nada que lo relacionara con algo sospechoso, aparentemente ni siquiera conocía a mi padre. Dejamos ese asunto a un lado puesto que igual estaba a dos semanas de irme con mi abuelo, y decidimos enfocarnos en la chica que Andrés nos había comentado en la reunión, y en realidad, Alexa no tuvo que investigar mucho, porque de inmediato encontró algo raro con ella.

—Alma Rookamieh no existe —nos aseguró a Emanuel, a Katia y a mí una tarde en la que los cuatro nos habíamos quedado en la biblioteca—. Todos los papeles que presentó al inscribirse en la escuela son falsos, así que incluso si no fuera inmortal, seguro que oculta algo.

—¿Entonces todavía no tienes pruebas de que sea inmortal? —preguntó Emanuel.

Ella nos mostró una foto de su celular—. Ésta es la chica que va tras los huesitos de Andrés, y ésta —, cambió de foto—, es una foto de hace 30 años.

—Es la misma chica —soltó Katia con sorpresa.

Alexa asintió—. No importa qué tantas cremitas para el cuidado de la cara uses, no es tan fácil ocultar 30 años.

—¿Y no podría ser su madre? —pregunté.

—Yo también lo pensé, y en realidad puede que ese sea el caso —, arrugó las cejas—, pero no creo. Investigué el nombre de la chica de hace 30 años y encontré que su nombre era Alma Moore, ella también presentó identificaciones falsas a todos los lugares a los que iba, y al igual que Rookamieh, nadie conocía a su familia o dónde vivía, nadie sabe nada de ellas en realidad. Pero recién anoche, encontré un artículo de una mujer que había sido detenida por la policía luego de golpear a Alma Moore, los testigos informaron que la agresora no paraba de repetir que Moore era una bruja y que había succionado el alma de su hermano años atrás para preservarse joven, por supuesto nadie la tomó en serio e incluso estuvo encerrada en un hospital psiquiátrico de la ciudad Trela.

Luego de discutirlo un poco, nos dirigimos hacia la dirección en busca de Leo para pedirle un permiso de ausencia para Alexa y para mí, pues planeamos ir a buscar a la agresora de Moore y escuchar su testimonio, y dos días más tarde, Alexa me dijo que Andrés también iba a ir. De esa forma, al día siguiente, me dirigí a la escuela como todos los días, pero en lugar de entrar a mi salón de clases, me reuní con Alexa y Katia en la sala del consejo.

—¿Estás segura de esto? —me preguntó Katia con nerviosismo—. Aunque he practicado hacer otras cosas invisibles como me pediste, no siempre puedo mantenerlas de ese modo.

Arqueé una ceja—. Ortega, necesito que confíes más en tus habilidades, Alexa me dijo que lo haces estupendo la mayoría de las veces.

Ella agachó la cabeza—. Pero no siempre… ¿y si lo estropeo esta vez?

—Yo confió en ti, si no puedes confiar en ti, al menos confía en la Dalila que confía en ti.

Cerró los ojos con fuerza y luego se golpeó en la cara con ambas manos—… Bien… ¡lo haré!

Alexa y yo la sujetamos de los hombros y ella se dispuso a hacerse invisible, unos segundos después, dejé de verla frente a mí, me giré hacia la derecha, ya tampoco estaba Alexa, y al bajar la mirada, noté que mi cuerpo ya tampoco estaba a la vista. Salimos de la sala luego de que todos se hubieran metido a sus salones para poder caminar por los pasillos sin preocuparnos de chocar con alguien, posteriormente salimos al patio y vimos que Gustavo estaba en el portón manteniéndolo abierto y mirando la lejanía, como si estuviera esperando a que algún alumno retrasado fuera a llegar dentro de poco.

No sé si él estaba al tanto de lo que íbamos a hacer, tal vez sí, puesto que le habíamos contado todo a Leo y Gustavo era su mano derecha y su mejor amigo, pero al menos sé que Leo le había dado indicaciones ese día de esperar a que Katia llegara a la escuela. Pasamos a un lado de Gustavo y luego de alejarnos de la escuela, buscamos un callejón en el que pudiéramos aparecernos sin que nadie nos viera, entonces Katia regresó corriendo a la escuela, por supuesto ya visible, y nosotros al pendiente del celular de Alexa, en espera de recibir un mensaje de Emanuel.

«Acabo de llegar a la enfermería con la excusa de que tenía ganas de vomitar, cuando pasé por el patio, vi a Ortega dirigiéndose a su salón al igual que Gustavo, como Dalila no está aquí, no siento tan intensa la mirada del sujeto que la sigue, pero les aseguro que sigue por aquí».

Ya más tranquilas con el mensaje de Emanuel, Alexa y yo nos metimos a los baños de un restaurante y cambiamos nuestros uniformes de Marilyn por ropa con la que pudiéramos pasar desapercibidas.

—¿Alexander? —le pregunté cuando salió del baño de chicos vestido como uno.

Me sonrió mientras se acercaba a mí—. Alexa piensa que es mejor que yo te acompañe, al menos hasta que lleguemos a salvo a Trela.

Por suerte no nos encontramos con nadie conocido o sospechoso hasta que llegamos a la estación del metro, en donde nos habíamos quedado de ver con Andrés, y el resto del camino también lo pudimos pasar sin problemas. Llegamos a la ciudad Trela luego de una hora en metro y otros 15 minutos en taxi para llegar a la casa de la mujer a la que buscábamos. Cuando por fin llegamos al frente de una casa de color naranja oscuro con portón blanco, tocamos el timbre hasta que se asomó una señora que rondaba los 50 años.




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